lunes, mayo 14, 2012

Los candidatos a discusión : Víctor Flores Olea


Los candidatos a discusión
Víctor Flores Olea

Todo parecería indicar que Enrique Peña Nieto tiene el sartén por el mango: las encuestadoras más conocidas, el coro de los “expertos”, entusiastas anónimos pero no pocos, todos parecerían indicar, algunos con el tono despectivo de lo obvio dirigiéndose a las filas de los ignorantes, que el triunfo de su candidato es un hecho consumado e irreversible.
Pudiera ser, pero examinando en más amplio espectro de los acontecimientos recientes, nos asaltan inevitables dudas. Una de ellas, la principal, proviene de la medianía bien establecida del candidato del PRI, que lo ha confirmado prácticamente en todas sus comparecencias, televisivas o no, también la que reunió a los cuatro candidatos. De tales comparecencias y de la medianía acusada de Peña Nieto surge la inevitable pregunta: ¿Cómo, de qué manera, a pesar de esa medianía, el candidato del PRI puede tener una delantera tan marcada como la de 20 o 30 puntos porcentuales, prácticamente desde el inicio de las postulaciones y casi hasta la fecha? Digo casi porque ya en algunos últimos sondeos de opinión Peña Nieto ha descendido en las preferencias, y aumentado en las suyas López Obrador (y Josefina Vázquez¿?), y desde luego Gabriel Quadri, aunque éste último sea para la anécdota.
Hasta el punto de que corre ya la especie, cada vez en círculos más amplios, de que el fraude en esta elección estaría configurado por ese “arranque” absolutamente desproporcionado en favor de Peña Nieto, que presentaría ya al país a su probable triunfador lo cual, además, permitiría que el “supercandidato” se diera hasta el lujo de perder opiniones favorables a lo largo de la contienda sin que, al final de cuentas, se dudara de su triunfo, después de su arranque espectacular. Para las oposiciones sería entonces difícil argumentar en contra del triunfo de quien obtuvo esa temprana delantera, a pesar de que pudo corregirse después en alguna medida.
Pero claro, las preguntas están a la vista: ¿de dónde salió esa masa desproporcionada de simpatizantes de Peña Nieto, superior a la de los otros candidatos? ¿Del PRI tradicional? Tal superioridad abrumadora en el inicio, ficticia o no, es en todo caso un contundente golpe publicitario, que los votantes y la ciudadanía general tienden a tomar como un hecho consumado. Diría que este conjunto “facilitan“ la consumación del fraude. ¿Se repite por otro camino la trampa electoral de 2006?

Resulta difícil decirlo, pero ¿significa algo que en ciertos círculos, digamos los universitarios o académicos, se rechace tan violentamente la candidatura de Peña Nieto y se reciba con los brazos abiertos digamos la de AMLO? Parecería natural que fuera así, en vista de la información y formación intelectual de los universitarios y medios académicos; pero esto, a mi manera de ver, tendría a la postre incidencia en la opinión pública general: al final de cuentas flexionando a buen número de voluntades, unas en favor de AMLO y otras hostiles a Peña Nieto, según el caso.
Sin duda, mi forma de vida y mis aproximaciones y afinidades culturales me acercan “naturalmente” a las candidaturas de la izquierda. En mi vida diaria recibo entonces inevitable información entusiasta de distintos círculos académicos y núcleos universitarios, que los hacen pensar y me hacen pensar que no está redondeada y menos acabada la próxima elección presidencial. ¿Tiene razón AMLO cuando dice que la votación será por tercios del total de la ciudadanía mexicana? Parece equilibrada la reflexión.
Por mi parte, debo decir con toda franqueza que el “debate” de candidatos el pasado domingo 6 de mayo resultó por debajo de las expectativas que había puesto en ese encuentro la sociedad política mexicana. Parece haber ya en México una dinámica política sin duda interesante, lo que resulta mucho menos atractivo es el nivel general de los participantes, según se demostró en el encuentro del domingo. Sí, por supuesto que resultó útil, pero convengamos en que el formato acartonado le hizo el juego a lo que, en general, resultó, en el mejor de los casos, también un rígido ejercicio escolar. De hecho, los que “mejor quedaron”, por ejemplo Quadri y Josefina, fueron inevitablemente los que mejor hicieron su tarea en los cuadernos de clase.
Peña Nieto no se distinguió especialmente porque se atuvo a la repetición bien aprendida de sus intervenciones de campaña (fragmentos) o de sus spots televisivos, sin que hubiera novedad alguna digna de mencionarse y sin que hubiera demostrado concretamente un perfil que lo acercara al hombre de Estado que necesita México.
Andrés Manuel López Obrador se propuso remachar uno de los temas en que ha insistido a lo largo de su campaña: que en realidad vivimos en un sistema que ha sido penetrado por los más ricos y que son ellos, y no otros (por ejemplo los integrantes directos del aparato político), quienes toman las decisiones que realmente importan al país. Está bien tal denuncia y definición, que en otras palabras nos recuerda que vivimos en una oligarquía y hasta en una plutocracia bien establecidas. Por lo demás, deben recordarse las últimas intervenciones de AMLO en el debate que tuvieron una buena calidad comunicativa. Pero en mi opinión no hubieran sobrado en el candidato de las izquierdas algunas referencias más explícitas a ciertas preguntas o temas que se formularon en el debate. Se hubiera mostrado también seguridad en lo específico, que es la característica esencial que se espera de un gobernante.
Falló Josefina en su intento de “descontar” a Peña Nieto. Falló Peña Nieto en su pretensión de demostrar su capacidad de Hombre de Estado: en realidad confirmó su nivel real de gobernador de un Estado de la República. AMLO, por su lado, confirmó sus disidencias y lejanías del establishment, pero tal vez le faltó confirmar una “plasticidad” necesaria al gobernante, que se mueve de los temas más generales a los más específicos, con la misma facilidad y brillo.


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