domingo, mayo 13, 2012

Arnaldo Córdova : Políticos ladrones


Políticos ladrones
Arnaldo Córdova

Siempre y en todas partes ha habido políticos ladrones. De diferente entidad y avidez, pero siempre los hay. Claro que la referencia es obligada para aquellos que son descubiertos en sus fechorías, pues los que no lo son, simplemente, no entran en la cuenta. Ser ladrón, suele pensarse, sólo se revela cuando se le descubre, que, cuando no, el latrocinio no existe. Que haya políticos honestos y respetuosos de lo ajeno, por el contrario, es algo que llega a conocerse; pero también es muy difícil de saberlo y más todavía de comprobarlo.
La percepción ciudadana es que todos los políticos roban y que aprovechan sus puestos y su profesión para hacerse de lo que tienen a la mano. Conociendo sus ingresos legales se puede ver que viven mucho mejor de lo que podrían dar a entender sus emolumentos. Muchos de ellos salen de pobres siendo políticos. Y en esto no hay distinciones. Todos se vuelven prósperos cuando llegan al poder. Lo mismo los derechistas que los izquierdistas. Muchos priístas, panistas y perredistas (y de los otros) se han hecho de buenas fortunas personales.
La corrupción es una institución fundamental de la política, una de sus bases definitorias, y no sólo en México, sino en todo el mundo. Estados Unidos es conceptuado por muchos de los mismos estudiosos norteamericanos como el país más corrupto del mundo. El hecho se cataloga como una simple anomalía. La diferencia con México es que aquí se trata de una condición estructural de la política. Robar en la política, desde luego, no se equipara a sustraerle la cartera al que se deja, cosa que puede darse muy a menudo; lo principal es aprovechar los cargos y el poder para enriquecerse.

En los gobiernos panistas se ha venido prolongando y mejorando la tradición priísta de traficar con influencias, vender concesiones públicas, conceder contratos por un pago, abrir picaportes indispensables y colocar personeros de los aspirantes en situaciones de decisión. Hay siempre cosas inexplicables. Antonio Gershenson no se ha cansado de destapar el tráfico de corruptelas en las concesiones, permisos y contratos que se dan en la zona petrolera de Chicontepec, donde se produce poquísimo petróleo, pero a donde van a dar decenas y decenas de miles de millones de dólares que se han esfumado sin explicación ninguna.
Hemos llegado a descubrir que la política de los gobiernos derechistas de favorecer ciertas opciones de decisión económica o financiera, determinadas líneas de desarrollo o preferencias claras por ciertos actores privados en la economía, no obedece tanto a sus principios conservadores como al hecho de poder hacer negocios y traficar con los bienes públicos para el lucro personal de los propios políticos y sus aliados o socios. Los casos ya sonados de corrupción en la Comisión Federal de Electricidad (compra de funcionarios, concesiones en la Cuenca de Burgos o el caso de la gasera Repsol de Manzanillo) no muestran una política de desarrollo sino un conglomerado de latrocinios y corruptelas.
A los priístas raramente se les caía en flagrancia, porque nadie podía ver lo que hacían. A los panistas no sólo se les ve hacer todos los días sus trapacerías, sino que se han vuelto de tal manera cínicos que más bien esperan que les aplaudan sus gracias que no dar explicaciones de las mismas. La sucesión (llamada alternancia) de priístas y panistas en el gobierno les ha dado la coartada de culparse mutuamente por sus porquerías, lo que les evita también dar explicaciones de sus malas decisiones y de sus abusos. Se ve ahora en el caso del secretario Bruno Ferrari.

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