domingo, febrero 12, 2012
La debilidad de Calderón, fortaleza del movimiento popular : Jorge Canto Alcocer
La debilidad de Calderón, fortaleza del movimiento popular
Jorge Canto Alcocer
Las recientes elecciones internas del partido que hoy usurpa el gobierno federal permiten, ciertamente, diversas lecturas, que se han ido desgranando en los últimos días. Desde nuestra óptica, dejan a las claras la debilidad política de la facción de Felipe Calderón y, por ende, visibilizan las fisuras existentes en las fuerzas oligárquicas, coyuntura indudablemente favorable para el movimiento popular y para Andrés Manuel López Obrador, nuestro candidato.
Durante el proceso que culminó el domingo pasado, los operadores de Calderón no cuidaron las formas y se comportaron, en apoyo de la candidatura de Ernesto Cordero, con el cinismo de los mapaches de las épocas más sucias del PRI. Las descaradas presiones a través de las delegaciones federales y los gobiernos estatales y municipales panistas, la compra de votos y el manejo del padrón no fueron, sin embargo, suficientes, y, si bien el “delfín” calderonista obtuvo muchísimos votos –en su mayor parte ilegales e inmorales- la candidatura quedó en poder de Josefina Vázquez Mota, personaje apoyado por los grupos más obscuros y reaccionarios del panismo y la ultraderecha, con cierta independencia del gobierno de facto.
Más allá del resultado adverso al usurpador, el proceso evidenció el profundo desgaste que los doce años de corrupción, inmoralidad e ineficiencia han provocado en Acción Nacional. De casi dos millones de electores habilitados para participar, se retrataron en las urnas menos de medio millón, lo que significa que tres cuartas partes de los militantes y adherentes del partido de la reacción prefirieron quedarse en sus casas y se abstuvieron de concurrir a las urnas, lo que indudablemente manifiesta un amplio y generalizado disgusto del panismo con la facción gobernante, su dirigencia manipulada y los tres precandidatos contendientes.
La candidatura de Vázquez Mota ha provocado un reacomodo en la estrategia del calderonismo, cuyo “delfín” presuntamente hubiera desempeñado el papel de “cordero sacrificado” para allanar el camino de Peña Nieto y el retorno del tricolor a Los Pinos, de un modo similar a las pésimas y fracasadas candidaturas priístas de Francisco Labastida en 2000 y Roberto Madrazo en 2006.
En la nueva coyuntura, el candidato del PAN no será el patiño a modo que levantará el brazo de Peña Nieto, sino un auténtico contendiente que disputará al abanderado priísta los espacios y los apoyos de la oligarquía en una lucha de un bajísimo contenido político, pero seguramente cruda y agresiva, que erosionará a los dos representantes de los potentados que desde hace décadas manejan el país en detrimento de los intereses de las mayorías desposeídas y excluidas.
Incluso en las manipuladas e interesadas encuestas divulgadas por los medios de comunicación más poderosos ya se hace evidente la caída de Peña Nieto y el acercamiento a un escenario electoral de tres tercios. Y justo ahora, el gobierno usurpador arrecia su ataque contra el priísmo a través de la cada vez más descarada politización de la actuación de los órganos jurisdiccionales y de seguridad.
El aparente fortalecimiento del PAN con la candidatura de Vázquez Mota es un espejismo. El ciudadano común está asqueado de los doce años de una supuesta alternancia, enmarcada por el desastre económico, la explosión de la violencia y la multiplicación de la corrupción. La formidable embestida calderonista contra Peña Nieto no le redundará buenas cuentas al panismo, aunque logre –como es previsible- golpear con tino la endeble y falsa figura del candidato del copetito y la ignorancia.
El escenario, pues, presenta ventajas para el movimiento popular. Si bien carecemos –por obvias razones- de las poderosas armas mediáticas y económicas de las facciones oligárquicas, quienes buscamos la transformación real de México estamos ante la oportunidad histórica de aprovechar la oposición de las camarillas contrapuestas y fortalecer la creciente conciencia de nuestro pueblo. Ya se transita por ese camino, como lo prueban los recientes acuerdos tendientes a vigorizar la unidad de las izquierdas y apuntalar los vínculos con el movimiento obrero en resistencia.
El reto sigue siendo enorme, pues millones de ciudadanos han perdido la esperanza y se apartan de la política como si del mismo satanás se tratase, convencidos de que tan malo es el pinto como el colorado, y que nada cambiará en el país, sea cual fuere el resultado electoral. Lograr mover esas conciencias, lograr sumarlas a nuestro movimiento, es la condición inequívoca para el triunfo. Las consecuencias de no conseguirlo las pagaríamos todos a un costo que no quisiéramos ni siquiera imaginar.
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