Julio Hernández López
Laboratorio sangriento
Pruebas de injerencia
Más críticas al Ejército
Sugerente silencio
El grave incremento de la violencia y las muertes en Ciudad Juárez en los 12 meses recientes se debió a una decisión política influenciada (por no decir que instruida) por Estados Unidos y en razón de consideraciones electorales y de imagen del comandante mexicano Calderón, según se desprende de los cables de Wikileaks entregados a La Jornada y de los cuales una interesante porción fue publicada este lunes, bajo la firma de Blanche Petrich.
Lo revelado en esos cables, más las notas relacionadas con el tema que elaboraron Arturo Cano y Gustavo Castillo, constituyen pruebas de la plena injerencia estadunidense en el diseño de planes “mexicanos” de experimentación y sometimiento sociales, en la valoración de los procesos bélicos en curso, en la asignación de inocencias o culpabilidades de notables asesinados (como en el caso de la familia Reyes) y en el manejo de fuerzas militares y policiales bajo el criterio, la supervisión e incluso el adelantado anuncio que de esos trasiegos hacen autoridades extranjeras.
En una sociedad menos enajenada y atemorizada que la mexicana actual, el conocimiento de las andanzas forasteras en la producción de horrores sangrientos en la mártir ciudad fronteriza chihuahuense habría de provocar indignación y movilización populares, exigencias de castigo a los responsables de negociar con vidas nacionales y de autorizar operaciones tan fallidas como criminales. Pero la atención pública y el coraje cívico son desviados o sustituidos por manipulaciones mediáticas y placebos cinematográficos, secuestrada la conciencia nacional por la dictadura electrónica y debilitada la capacidad de organización y respuesta populares por las divisiones inducidas, la polarización social impuesta, la frivolidad analítica en muchos medios de comunicación masiva, el tremendismo informativo de la televisión (hacer ruido de origen periodístico para aparentar que se dan noticias, se hacen reportajes y se hacen rondas de análisis) y el abatimiento de lo cívico entre el silbar de balas y el ulular de sirenas.
Ahora bien, si el ocupante de Los Pinos montó en cólera porque en anteriores revelaciones se había mencionado la visión estadunidense de que el Ejército Mexicano tenía aversión al riesgo y era lento o nulo frente a capos de primer nivel detectados por el espionaje extranjero, ahora debería enfadarse cuando menos de manera similar, pues los cables en mención narran el trayecto de entendimientos entre funcionarios calderonistas con enviados de Washington para urdir la trama del desplazamiento de los militares mexicanos de la “guerra” en Ciudad Juárez para dar paso a los buenos muchachos del triunfante Genaro García Luna.
En el reporte de Petrich se lee que en el cable 09CIUDADJUAREZ22, suscrito por el cónsul Raymond Mc Grath el 23 de enero de 2009, se asegura que los militares mexicanos, a cuyo cargo estaba el Operativo Conjunto en Ciudad Juárez, “muy rara vez se meten con los cárteles o pandillas”. Pero la presunta solución ordenada por los gringos solamente produjo más violencia extrema, convertidos los federales en una fuerza de ocupación con gran frecuencia acusada de violar derechos humanos y practicar, desde el flanco oficial, similares crímenes que los delincuentes “organizados” presuntamente combatidos.
En otro punto, apenas ayer se conoció por medio de una cadena informativa del vecino país la decisión de suspender las operaciones de policías gringos para armar con gran potencia de fuego a los cárteles que luego la secretaria Clinton y otros miembros de la elite burocrática de Washington consideraban en virtual insurrección (y, con ese material hecho llegar a los narcotraficantes, ¿cómo no albergar sueños de grandeza militar y confrontación directa con el poder instituido?).
Es muy ilustrativo el fraseo de las instrucciones giradas por personal del Departamento de Justicia de Estados Unidos a los fiscales de estados fronterizos con México: “Si tenemos conocimiento de que las armas están a punto de cruzar la frontera, debemos tomar medidas inmediatas para detener las armas de fuego desde el cruce de la frontera, incluso si termina antes de tiempo o de otro modo pone en peligro una investigación”. ¡Oh, sí: freno del contrabando oficial de armas a nuestro país aun cuando se llegue al extremo de poner fin de manera prematura a la vida de una investigación o ponerla en peligro! México, laboratorio social y bélico de los vecinos necesitados de guerras más cercanas a su casa.
Sin embargo, en un extraño silencio, casi una claudicación práctica, ha quedado lo que debería ser un redituable triunfo político de Calderón, quien ha centrado parte de su discurso ante Estados Unidos en el reproche por el poco interés de las autoridades de ese país en frenar la venta libre y sin control de armas de fuego en la franja fronteriza y su posterior paso a territorio mexicano (punto éste de anemia institucional confesa: México debería tener aduanas con suficiencia para impedir el paso de esas armas, sin necesidad de culpar a otros, aunque sabida es la consentida e inducida porosidad de los sistemas gubernamentales de ingreso al país de mercancías estadunidenses, totalmente dominado por la corrupción).
Como si en la pasada comparecencia ante Obama hubiese sido instruido de asumir una posición pasiva ante estos hechos, o hubiese llegado a acuerdos o intercambios por saberse, Calderón no ha asumido la fiera y férrea defensa de los intereses nacionales ni la denuncia implacable del rigurosamente inaceptable intervencionismo armado de los gringos. Bueno, la secretaría de las fallidas relaciones exteriores mexicanas ha llegado al extremo de cancelar la posibilidad de acudir ante las Naciones Unidas en demanda de atención y justicia por las agresiones rápidas y furiosas de los gringos. Tibia oposición, protestas desguanzadas, conversión de Ciudad Juárez y Tijuana en focos de concentración militar en busca de mejorar la imagen del comandante michoacano en declive y solícitas peticiones de ayuda a quienes ahora no pueden ser tocados ni con el pétalo de una rosa de aromas soberanos. ¡Hasta mañana!
Enlaces:
Los cables sobre México en WikiLeaks
Sitio especial de La Jornada sobre WikiLeaks
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
Astillero
Laboratorio sangriento
Pruebas de injerencia
Más críticas al Ejército
Sugerente silencio
El grave incremento de la violencia y las muertes en Ciudad Juárez en los 12 meses recientes se debió a una decisión política influenciada (por no decir que instruida) por Estados Unidos y en razón de consideraciones electorales y de imagen del comandante mexicano Calderón, según se desprende de los cables de Wikileaks entregados a La Jornada y de los cuales una interesante porción fue publicada este lunes, bajo la firma de Blanche Petrich.
Lo revelado en esos cables, más las notas relacionadas con el tema que elaboraron Arturo Cano y Gustavo Castillo, constituyen pruebas de la plena injerencia estadunidense en el diseño de planes “mexicanos” de experimentación y sometimiento sociales, en la valoración de los procesos bélicos en curso, en la asignación de inocencias o culpabilidades de notables asesinados (como en el caso de la familia Reyes) y en el manejo de fuerzas militares y policiales bajo el criterio, la supervisión e incluso el adelantado anuncio que de esos trasiegos hacen autoridades extranjeras.
En una sociedad menos enajenada y atemorizada que la mexicana actual, el conocimiento de las andanzas forasteras en la producción de horrores sangrientos en la mártir ciudad fronteriza chihuahuense habría de provocar indignación y movilización populares, exigencias de castigo a los responsables de negociar con vidas nacionales y de autorizar operaciones tan fallidas como criminales. Pero la atención pública y el coraje cívico son desviados o sustituidos por manipulaciones mediáticas y placebos cinematográficos, secuestrada la conciencia nacional por la dictadura electrónica y debilitada la capacidad de organización y respuesta populares por las divisiones inducidas, la polarización social impuesta, la frivolidad analítica en muchos medios de comunicación masiva, el tremendismo informativo de la televisión (hacer ruido de origen periodístico para aparentar que se dan noticias, se hacen reportajes y se hacen rondas de análisis) y el abatimiento de lo cívico entre el silbar de balas y el ulular de sirenas.
Ahora bien, si el ocupante de Los Pinos montó en cólera porque en anteriores revelaciones se había mencionado la visión estadunidense de que el Ejército Mexicano tenía aversión al riesgo y era lento o nulo frente a capos de primer nivel detectados por el espionaje extranjero, ahora debería enfadarse cuando menos de manera similar, pues los cables en mención narran el trayecto de entendimientos entre funcionarios calderonistas con enviados de Washington para urdir la trama del desplazamiento de los militares mexicanos de la “guerra” en Ciudad Juárez para dar paso a los buenos muchachos del triunfante Genaro García Luna.
En el reporte de Petrich se lee que en el cable 09CIUDADJUAREZ22, suscrito por el cónsul Raymond Mc Grath el 23 de enero de 2009, se asegura que los militares mexicanos, a cuyo cargo estaba el Operativo Conjunto en Ciudad Juárez, “muy rara vez se meten con los cárteles o pandillas”. Pero la presunta solución ordenada por los gringos solamente produjo más violencia extrema, convertidos los federales en una fuerza de ocupación con gran frecuencia acusada de violar derechos humanos y practicar, desde el flanco oficial, similares crímenes que los delincuentes “organizados” presuntamente combatidos.
En otro punto, apenas ayer se conoció por medio de una cadena informativa del vecino país la decisión de suspender las operaciones de policías gringos para armar con gran potencia de fuego a los cárteles que luego la secretaria Clinton y otros miembros de la elite burocrática de Washington consideraban en virtual insurrección (y, con ese material hecho llegar a los narcotraficantes, ¿cómo no albergar sueños de grandeza militar y confrontación directa con el poder instituido?).
Es muy ilustrativo el fraseo de las instrucciones giradas por personal del Departamento de Justicia de Estados Unidos a los fiscales de estados fronterizos con México: “Si tenemos conocimiento de que las armas están a punto de cruzar la frontera, debemos tomar medidas inmediatas para detener las armas de fuego desde el cruce de la frontera, incluso si termina antes de tiempo o de otro modo pone en peligro una investigación”. ¡Oh, sí: freno del contrabando oficial de armas a nuestro país aun cuando se llegue al extremo de poner fin de manera prematura a la vida de una investigación o ponerla en peligro! México, laboratorio social y bélico de los vecinos necesitados de guerras más cercanas a su casa.
Sin embargo, en un extraño silencio, casi una claudicación práctica, ha quedado lo que debería ser un redituable triunfo político de Calderón, quien ha centrado parte de su discurso ante Estados Unidos en el reproche por el poco interés de las autoridades de ese país en frenar la venta libre y sin control de armas de fuego en la franja fronteriza y su posterior paso a territorio mexicano (punto éste de anemia institucional confesa: México debería tener aduanas con suficiencia para impedir el paso de esas armas, sin necesidad de culpar a otros, aunque sabida es la consentida e inducida porosidad de los sistemas gubernamentales de ingreso al país de mercancías estadunidenses, totalmente dominado por la corrupción).
Como si en la pasada comparecencia ante Obama hubiese sido instruido de asumir una posición pasiva ante estos hechos, o hubiese llegado a acuerdos o intercambios por saberse, Calderón no ha asumido la fiera y férrea defensa de los intereses nacionales ni la denuncia implacable del rigurosamente inaceptable intervencionismo armado de los gringos. Bueno, la secretaría de las fallidas relaciones exteriores mexicanas ha llegado al extremo de cancelar la posibilidad de acudir ante las Naciones Unidas en demanda de atención y justicia por las agresiones rápidas y furiosas de los gringos. Tibia oposición, protestas desguanzadas, conversión de Ciudad Juárez y Tijuana en focos de concentración militar en busca de mejorar la imagen del comandante michoacano en declive y solícitas peticiones de ayuda a quienes ahora no pueden ser tocados ni con el pétalo de una rosa de aromas soberanos. ¡Hasta mañana!
Enlaces:
Los cables sobre México en WikiLeaks
Sitio especial de La Jornada sobre WikiLeaks
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
No hay comentarios.:
Publicar un comentario