De nuevo el partidazo. ¿Será?
Arnaldo Córdova
Arnaldo Córdova
Mucho tenemos que lamentar de cómo transcurre la vida de nuestro sistema de partidos. Nos hemos acostumbrado a llamarles partidos” sólo por las siglas que nos muestran; pero hace muchísimo que ya no hablamos de ellos como opciones políticas e ideológicas, de ideas y de programas que se confrontan y compiten por el consenso popular y por el poder del Estado. Casi ya no hay diferencia en lo tocante a las ideas entre todos ellos. Sus mismos dirigentes son sin excepción unos ignorantes y vulgares políticos que sólo discuten posiciones (“¡somos los mejores!”) o se comportan como rufianes de bajos fondos.
Es impactante, para empezar, la increíble incapacidad de la dirigencia priísta para renovar su plataforma ideológica y programática y, en consecuencia, su discurso e, incluso, su lenguaje. Los dirigentes evocan siempre su glorioso pasado y no cesan de referirse a él como un largo periodo de justicia social y pujante desarrollo económico. Ocultan o ignoran las increíbles miserias que se generaron durante la dominación priísta y que son el venero de lo que hoy es México, con todas sus desgracias. Los verdaderos demiurgos del México de hoy no fueron panistas; fueron varios priístas que detentaron (desde 1982) el máximo poder de la República. Los panistas sólo vivieron de la renta que les heredaron.
El reciente cambio de presidentes en el PRI da una inmejorable ocasión para comprobarlo: tanto Beatriz Paredes como Humberto Moreira dan la exacta dimensión de lo que hoy es la cúpula priísta. La primera, aunque con mayor cultura y experiencia que el segundo, nunca ha sido capaz de hilvanar un mínimo discurso de ideas directrices y programáticas; es un bicho pragmático y cotidiano, que vive al día, y busca siempre acomodarse del mejor modo que le es posible. La soportaron en la dirigencia del PRI porque sabía hacerse a los gustos de todos, pero nunca destacó por ser de verdad una conductora.
Se va con la ignominia de cuatro grandes derrotas locales (Oaxaca, Puebla, Sinaloa y Guerrero) que ni ella misma sabe explicarse. Varias de ellas son también derrotas del golden boy Enrique Peña Nieto, pues se metió hasta los ijares en el apoyo de sus candidatos perdedores. Es un baldón en su carrera hacia la Presidencia porque, hasta antes de esas derrotas, parecía una especie de rey Midas, que todo lo que tocaba se convertía en victoria. La Paredes, toda su vida, no ha sido otra cosa que una grilla política, con unas cuantas ideas y mucha labia, aprendida en el camino, y que sólo balbucea ocurrencias de grilla.
En todos sus discursos oficiales como presidenta del PRI nunca fue capaz de alguna construcción teórica, que fuera al meollo de los problemas. Todo fue siempre retórica vacía y vulgar. La Gordillo, por lo menos, ha sido capaz de citar a Kapuscinski. Alguna vez le recomendé a Paredes, personalmente, la lectura de algunos textos de Gramsci. Parece que nunca me hizo caso. En una entrevista que le hicieron en La Jornada (8/2/2011) dijo: “Mi estilo de liderazgo… tiene que ver no con liderazgo unipersonal ni estridente, sino [con] un estilo mucho más mesurado, más de coordinación y diálogo, más de director de orquesta que de solista”.
También dijo que “el espacio [sic] de la construcción ideológica y de propuestas lo dejé en un segundo plano” y, no obstante, se definió como “una persona con condiciones objetivas para el debate teórico”. ¡Pasmoso! Beatriz Paredes nunca tuvo, ni siquiera cuando era estudiante de Ciencias Políticas y Sociales, condiciones para “el debate teórico” ni, mucho menos, para “la construcción ideológica y de propuestas”. Quisiera que alguien me ilustrara sobre alguna grandiosa idea programática que haya elaborado o un debate teórico que haya escenificado Beatriz Paredes.
El caso de Moreira es más patético. En su discurso de toma de posesión de su cargo dedicó casi una tercera parte a salutaciones a sus contlapaches, con lo que se ganó carretadas de aplausos y genuflexiones serviles de la borregada. Sobre todo, cuando se refirió a Enrique Peña Nieto. Por el resto, se dedicó a rememorar el pasado glorioso del PRI y sus regímenes presidenciales. Entonces florecieron la libertad de empresa, que hizo el desarrollo del país; los derechos de los trabajadores servidos por una legislación laboral justa y un sistema de seguridad social que los volvió sanos y fuertes; por una reforma agraria que hizo, finalmente, justicia a los trabajadores del campo; un sistema de oportunidades que creó y recreó a unas clases medias pujantes que hicieron el México moderno.
Pura palabrería vacua y tonta que es desmemoriada y falaz cuando están a la vista todas las enormes inequidades, injusticias y crímenes que se cometieron bajo los regímenes priístas. Como lo ha recordado Fito Sánchez Rebolledo en su artículo del pasado jueves, se les olvida siempre que las crisis recurrentes y periódicas de fin de sexenio fue una auténtica creación priísta, desde por lo menos Luis Echeverría, con su desastrosa devaluación de la moneda en 1976. El reino priísta mostró entonces tantas miserias que fue, justo, cuando se empezó a hablar del “agotamiento del sistema”, frase inventada por los mismos priístas.
Moreira es un bicho típicamente priísta, demagogo, con el cerebro vacío de ideas creadoras, acostumbrado a viejísimos modos de hacer política y, sobre todo, con una mentalidad obsecuente que sólo busca agradar a los poderosos y servirles de peldaño. En su discurso de toma de posesión se le olvidó el gravísimo problema de la seguridad pública; pero lo trató cuando, días después, fue recibido por Calderón en Los Pinos. Después de esa entrevista, no fue capaz de hilvanar alguna explicación de lo que había tratado con el Presidente. Hay que imaginar el tono del diálogo que ellos tuvieron. Palabrería, señalamiento, eso sí, de los grandes problemas de la agenda nacional y, por supuesto, la promesa puramente protocolaria de que cada uno haría lo posible para alcanzar consensos.
Los priístas, hoy por hoy, tienen su pequeño semillero ideológico en las cámaras del Congreso. Es allí donde cocinan una que otra idea, siempre bajo el estímulo inmejorable de la actividad legislativa. Cada vez que confronto sus iniciativas con sus documentos básicos veo el divorcio inocultable entre los principios y las determinaciones de cada momento; entre la ideología y la política acomodaticia de los priístas de acuerdo con el momento que viven. La iniciativa de reforma laboral que acaban de presentar, por ejemplo, o también la de reforma hacendaria no guardan, de verdad, relación alguna con sus documentos básicos. En la primera, la laboral, hacen concesiones a exigencias patronales que no se ven en los documentos. Por ejemplo, en lo referente a la subrogación contractual de mano de obra (outsourcing) o al límite del pago de salarios caídos o a la semana de 40 horas.
Los priístas no tienen ideas programáticas que ofrecer a la ciudadanía. Sólo intereses pragmáticos y cortoplacistas. No tiene fundamento, por lo mismo, su alharaca de que ellos son la alternativa al desgobierno de los panistas. Ellos no son alternativa para nadie, por mucho que lo cacareen. Ojalá que la ciudadanía sepa discernir lo que de verdad le conviene y advierta con buen ojo lo que se le ofrece.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario