El espectro de Chernobil
John Saxe-Fernández
“No existe razón tecnológica por la que no podamos usar la energía nuclear de manera segura y efectiva... Japón lo hace, Francia lo hace y no emite gases de efecto invernadero, así que sería tonto que nosotros no lo hagamos de manera mucho más efectiva.” No sé si estas palabras de Barack Obama, de octubre de 2009, ya fueron sepultadas por los graves sucesos en reactores y depósitos con barras de combustible usado, de la central atómica Fukushima I, en el noreste de Japón: según los expertos es el mayor siniestro desde Chernobil y hasta hace poco, similar al de Three Mile Island, Pennsylvania –1979– que, como recordó el New York Times, “paralizó la industria nuclear”.
La emergencia atómica en Japón, país con fama de modelo en esa tecnología, confirma, por enésima vez, las advertencias de físicos, médicos y ecólogos: Barry Commoner, Helen Caldicott y Greenpeace, entre otros, de que la nuclear es una forma cara y muy riesgosa de calentar agua para generar electricidad. Es como usar una sierra eléctrica para rebanar mantequilla, con alta vulnerabilidad por la combinación, potencialmente catastrófica, de fallas de diseño, errores humanos y desastres naturales.
No es sólo el riesgo de estallido de reactores: científicos de la Universidad de Kioto exigen que se haga pública la información sobre la intensidad de los escapes de yodo 131, mientras Robert Álvarez, del Institute for Policy Studies, ex asesor de Bill Clinton, dice que un solo depósito con barras de combustible usado como los de la central de Fukushima –o del Cañón del Diablo y San Onofre, en California– contiene más cesio-137 que el total depositado en el hemisferio norte por todas las pruebas nucleares atmosféricas y que una explosión así podría lanzar a la atmósfera, “quizá entre tres y nueve veces la cantidad de cesio-137 por el desastre en el reactor de Chernobil”.
Andy Robinson informa que si cualquier depósito se queda sin agua, “podría ser inminente una catastrófica fusión de los desechos nucleares, algo más temible que la fusión de un reactor ya que en el proceso nuclear de generación de energía lo que se coloca en los depósitos son materias muy radiactivas como el yodo 237” por lo que fue de extrema importancia que el Consejo de Investigación Nuclear de Estados Unidos advirtiera que los residuos del reactor 4 de Fuku-shima ¡“se habían quedado sin agua”! (www.lavanguardia.es).
¿Cómo explicar que, no obstante el riesgo global y de que, hasta hoy, no hay solución al problema de almacenar durante siglos sustancias tan tóxicas, la Casa Blanca reitere que la nuclear es “parte del plan general de energía del presidente” y promueva la instalación de esas centrales en países de gran riesgo sísmico como Chile o México? ¿Se trata de una inercia mortal por el peak oil; el peso político-electoral del cabildo nuclear; la coopción empresarial del ente regulador; el “calentamiento global” y el aumento al subsidio federal del sector, que de 8 mil millones de dólares (mmd) en 2009 pasa a 18.5 mmd y ahora a 54.5 mmd? ¿Ello en medio de un déficit fiscal de 1.5 billones (trillions) de dólares y de fuertes recortes a servicios de salud, educación y apoyo a la comunidad?; ¿o es porque según Russ Baker, desde 2003 altos ejecutivos y empleados de Exelon, principal operadora de centrales atómicas en Estados Unidos, hicieron donaciones a las campañas de Obama al senado y luego a la presidencia?
Baker dice que el vicepresidente ejecutivo y el director de Exelon recaudaron fondos para esas campañas; igual el presidente de Exelon, quien además maneja un instituto eje del cabildo nucleoeléctrico y que David Axelrod, principal estratego político de la Casa Blanca, fue asesor de esa firma.
Sea como fuere, la tragedia de Fukushima muestra que, como ironizó en 2000 Dixie Ray Lee, ex director de la Comisión de Energía Atómica –que aglutina las principales empresas de energía nuclear de Estados Unidos–, “la cuestión de los residuos es el no problem más grande de la historia”. (ibid)
http://jsaxef.blogspot.com
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