lunes, febrero 06, 2012

AMLO y la política exterior de México : Víctor Flores Olea



AMLO y la política exterior de México
Por Víctor Flores Olea

II  (Que fue leída el 25 de febrero en la Mesa Redonda relativa que tuvo lugar en Zacatecas. Su primera parte fue publicada en “La Jornada” el 25 de febrero pasado).

En cuanto al origen de los capitales es necesario decir, sin diferenciar demasiado, que los países latinoamericanos cuentan con la inversión privada, unos cuantos con los ingresos petroleros y otros pocos también, sobre todo México, con el envío de remesas de los ciudadanos que trabajan particularmente en Estados Unidos, lo que ha sido extraordinariamente importante en los últimos años
Pero el hecho del espectacular avance de los movimientos sociales en el mundo, también con un poderoso impacto en México y América Latina, hasta convertirse por su militancia en nuevos y a veces decisivos actores sociales, inclusive relegando a los partidos políticos a un lugar secundario, y tomando la vanguardia en las luchas políticas y sociales de la transformación. Por lo demás, el desastre del neoliberalismo, al que se habían plegado la inmensa mayoría de los partidos, ha afectado profundamente la credibilidad de los mismos, que frecuentemente han enseñado su verdadera ley interna de servidores del dinero empresarial.
Los movimientos sociales en América Latina se han convertido muchas veces en vanguardia de las luchas por el cambio social. Decíamos que sus objetivos son muy variados pero que sumados todos constituyen un amplio proyecto de carácter cultural, político y social, que incluye desde la defensa del derecho de voto de las mujeres y la igualdad de género, hasta el reconocimiento de la identidad de los pueblos indios como parte sustantiva de la nación y de la cultura nacional. La situación es que en América Latina se ha ido fortaleciendo una amplia base social que significa la posibilidad del cambio, que en ciertas condiciones pudiera ser hasta de carácter revolucionario, como aparece sobre todo en los casos de Venezuela y Bolivia. Es importante señalar al mismo tiempo que tales movimientos han abandonado, al menos por ahora, el camino armado de las transformaciones, y han emprendido, con todas sus dificultades y mediaciones, el camino de la lucha política, inclusive por la vía electoral.


Debe también decirse que las luchas de los pueblos indios en América Latina se expresaron recientemente en el zapatismo mexicano y en los movimientos populares que cambiaron definitivamente el destino de Bolivia y Ecuador, terminando con los gobiernos antipopulares y neoliberales en esos países. José Martí decía a principios de siglo “que no andará la América mientras no se levante el indio”.
Nos atrevemos a decir que los movimientos sociales han sido el factor más importante del espectacular cambio político de América Latina en las dos últimas décadas. En ellos hay espontaneidad, acción y práctica colectivas y pluralidad de iniciativas, más que propuestas ideológicas o aparatos institucionales. Estos movimientos aparecen en América Latina en el marco de una crisis multidimensional, civilizatoria, que primero se manifiestan en un muy amplio espectro que recorre desde la experiencia del zapatismo hasta los casos de Bolivia, Venezuela, Ecuador, Argentina y otros latinoamericanos. Tales movimientos sociales desbordan los términos del conflicto en el siglo XX y buena parte del XXI. Digamos además para terminar: los movimientos sociales en buena medida se autorganizan con gran autonomía y ejercen en buena medida la democracia directa o radical (el “Mandar obedeciendo” de los movimientos indígenas en el sur de México, como en las Juntas de buen Gobierno y los Caracoles).
No hay duda que, en América Latina, han llegado a los gobiernos fuerzas y presidentes progresistas y de izquierda, debido en buena medida a las movilizaciones sociales y a su resistencia, que deslegitimaron el modelo neoliberal. Atilio Borón, el estudioso Argentino, nos dice: “Grandes movimientos sociales han florecido en la última década del siglo pasado a partir de las pioneras revueltas de los zapatistas en 1994, la aparición de los piqueteros argentinos, las grandes huelgas ciudadanas y de trabajadores en Francia… y, hacia finales de siglo, la maduración y consolidación internacional de estas protestas en Seattle y Porto Alegre.
Por su lado Noam Chomsky nos dice: “Durante la pasada década, América Latina se ha convertido en la región más progresista del mundo. Las iniciativas a través del subcontinente han tenido un impacto significativo en distintos países y en la lenta emergencia de instituciones regionales.
“Entre ellas figuran el Banco del Sur, respaldado en 2007 por el economista y premio Nobel Joseph Stiglitz, en Caracas, Venezuela; y el ALBA, la Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe, que podría demostrar ser un verdadero amanecer si su promesa inicial puede concretarse. Otra prometedora organización regional es UNASUR, la Unión de Naciones de América del Sur. Modelada en base a la Unión Europea, UNASUR se propone establecer un Parlamento sudamericano.... Para un nuevo continente nuevas instituciones regionales.
La cuestión para México es que, en los últimos gobiernos, mirando con la vista fija en el norte, han pasado desapercibidas las importantes transformaciones latinoamericanas, que por primera vez en su historia son producto del esfuerzo de los pueblos. Con lo que esto implica de abandono de los movimientos de renovación en el mundo, no debe extrañarnos la distancia que en los últimos tiempos se ha establecido entre México y los movimientos progresistas en el mundo. En términos generales, nuestro abandono de los movimientos progresistas y transformadores se ha traducido en un repudio, o al menos indiferencia, entre México y esas ideas y esfuerzos. La situación es lamentable y dramática porque México siempre había estado atento a estos movimientos; de allí el prestigio logrado como defensor de la no intervención, de la soberanía de los pueblos y de la solución pacífica de las controversias.
Estamos seguros que con Andrés Manuel López Obrador como jefe de las instituciones mexicanas, habremos de recuperar el gran prestigio del país en materia internacional.

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