jueves, junio 02, 2011

Jaime Ornelas Delgado : Temor a la crítica

TENDAJÓN MIXTO
Temor a la crítica
Jaime Ornelas Delgado


El jueves pasado, Felipe Calderón pronunció un discurso que le permitió obtener la distinción del empleado del mes. La perorata fue dicha en Los Pinos frente a un destacado miembro de la gerencia general que controla su gobierno, me refiero a Emilio Azcárraga Jean, quien, dicen las crónicas, “sonriente y complacido” escuchó y aprobó con benevolencia las palabras dichas. Ahí, en Los Pinos, dijo Calderón frente a los ganadores de la Iniciativa México fustigó a los malos mexicanos que todo lo critican. “Parece un concurso de demolición del ánimo nacional, a ver quien lo tira más fuerte, a ver quién apachurra más a alguien anímicamente. En el mundo, continuó Calderón, hay cosas que se le reconocen a México, y nosotros encontramos la manera de que se vea mal y que se arruine”.

No sabemos a que críticos se refiere Calderón, pero si entendemos es que quienes en México ejercen la crítica seria y de izquierda no se refieren a la grandeza de México que reconocen y admiran. Los críticos que conocemos, que quieren entrañablemente a México, reconocen su historia maravillosa, así como las hazañas de su pueblo por salir de la pobreza y del subdesarrollo y que, día a día, enfrentan las acechanzas de la colonización económica y cultural. Por eso, esos críticos se duelen de las políticas que han llevado a nuestro país a su situación actual y admiran como el país sigue existiendo a pesar de los esfuerzos de la derecha por desaparecerlo. En otras palabras, esos críticos, más bien, lo son del gobierno federal, del régimen que se empeñan en mantener a pesar de sus perversos resultados.


De esta manera, resulta por lo menos tramposo decir que al criticar la estrategia de guerra emprendida por el gobierno federal no se esté reconociendo las virtudes y las maravillas de México; de ninguna manera, sólo una menta que desvaría puede identificar la administración gubernamental, el gobierno federal con México, con el país. Al país nada se le puede criticar, pero si a sus autoridades y todos los actores sociales que participan en la construcción del país. Por tanto, siguen siendo válidas las críticas al gobierno, a los funcionarios gubernamentales, a la política económica que generan mayor desigualdad, a los programas asistencialistas que no sólo mantienen la pobreza sino que la profundizan, las prácticas como el dedazo y la cargada que ha revivido Calderón.

México, le aseguramos a Felipe Calderón, está mucho más allá de su gobierno espurio y fallido.

Embajador habemus

Pues el señor Barack Obama, Premio Nobel de la Paz que además de complacerse ante la brutal agresión que sufre Libia, es presidente de Estados Unidos, decidió proponer al gobierno de Felipe Calderón a Earl Anthony Wayne, actualmente embajador adjunto en el invadido Afganistán. Y para que vea usted la idea que en el gobierno de Estados Unidos se tiene de la situación en México, antes ese señor Anthony Wayne fue embajador en Irak país invadido y sometido. Una experiencia más de Wayne, ocurrió cuando entre 2006 y 2009 fue embajador de Argentina y se suscitó un escándalo que consistió en la aparición de un maletín con 800 mil dólares que llevaba el empresario venezolano–estadounidense Alejandro Antonini, para supuestamente apoyar la campaña electoral de Cristina Kirchner, maniobra en la cual luego se supo estuvo involucrada la CIA. ¿Qué le parece el angelito?

Sin candidato

Tampoco en el FMI encuentran candidato para ocupar su dirección general que no tenga pelitos con la justicia. Resulta que la candidata más fuerte es Christine Lagarde, ministra francesa de Economía, quien está acusada de “abuso de autoridad” por haber entregado un pago de 285 millones de euros a un empresario amigo y aliado político del presidente Nicolás Sarkosy para arreglar una disputa de ese empresario con un banco estatal. Si la señora Lagarde hizo eso en Francia, imagínela manejando los recursos del FMI.

Lo que demuele el ánimo nacional: “hace un año, lo militares mataron a mansalva a su hijo Jorge Otilio Cantú Cantú; le destrozaron la cara con cuatro tiros de gracia, le “sembraron” una pistola; robaron el dinero de su cartera, lo desacreditaron diciendo que era un sicario, cambiaron los dictámenes parciales de la escena del crimen... al final, aceptaron que el homicidio “fue un accidente”, pero ninguno de sus siete asesinos pisó la cárcel” (La Jornada, domingo 29 de mayo de 2011, p. 8).

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