Cambiar para mejorar
Jaime Ornelas Delgado
Sin duda, México requiere ser salvado por el pueblo y evitar que se prolonguen los gobiernos neoliberales que, además de atropellar continuamente a la Constitución, no han logrado que la economía crezca; ni que se generen los empleos que requieren los jóvenes que anualmente se incorporan al mercado laboral; que tampoco ofrece oportunidades de estudios superiores a los miles de muchachos que los demandan como un derecho; que ha llenado al país de desesperanza, de violencia, inseguridad destruyendo el tejido social y la credibilidad en la democracia.
Es cierto, el neoliberalismo llegó a ser visto por muchos como una opción frente a un régimen de partido único, antidemocrático, que persiguió, encarceló y asesinó a muchos luchadores sociales, que generó enromes riquezas que finalmente fueron apropiada por reducidos sectores de la burguesía que veía sin chistar el enriquecimiento inexplicable, excesivo de su cómplice, una clase política que hablaba a nombre de la Revolución pero que había olvidado sus principios de igualdad y equidad que alguna vez enarbolaron revolucionarios como Lázaro Cárdenas, una y mil veces traicionado por quienes se decían sus herederos políticos.
El gobierno de Felipe Calderón, da pena decirlo, lo mismo que en su momento el de Carlos Salinas, fue producto del fraude, de la trampa viciosa y de la vesania por el poder. Ni siquiera alcanzó la presidencia de la República en los marcos de la democracia que dice profesar y defender, esa es también una traición a sus convicciones, por lo menos a las que proclama en voz alta. Al pueblo se le ha empobrecido y engañado por medio de políticas asistencialistas o dádivas a través de programas que se convierten en acciones electorales para favorecer al gobierno. Así, el voto de los más pobres se entrega a sus victimarios, precisamente a quienes se han enriquecido a cambio de la miseria del pueblo.
La población ha sido intimidada con expresiones de fuerza como desfiles militares, operativos y retenes que tienen más el propósito de disuadir a los levantiscos e inconformes, que a combatir a la delincuencia organizada que no anda luciéndose en las carreteras o calzadas urbanas donde son detenidos, curiosamente, sólo autos de modelos atrasados, operativos que terminan siendo racistas y clasistas.
Todo ello acompañado de una prensa a modo, encabezada por Televisa y Tv Azteca, que han convertido su razón de ser en hundir en el oprobio a los opositores mediante escándalos fabricados, mentiras repetidas con la pretensión de convertirlas en “verdades”. De sus reuniones e iniciativas mediáticas con el gobierno de Calderón sólo salen programas encanallados y cuentas de banco engordadas sin límite.
Hoy Calderón pretende adaptar la Constitución a las necesidades de su facción, de la mafia que lo llevó al poder y ya no quiere separarse de él. Con ese propósito exigió a la Comisión Permanente del Congreso, previa violenta agresión al PRI, convocar a un periodo extraordinario de sesiones a efecto de aprobar (conste no discutir y corregir, sino aprobar) nueve reformas que ya fueron votadas afirmativamente por el Senado y que, según justificó, “representan cambios de fondo y en muchos casos inaplazables” con la finalidad, dijo Calderón, de “romper las inercias que frenen el desarrollo del país.”
Esta última frase es reveladora de una de las intenciones: preparar las disculpas del fracaso evidente de su gobierno. Si la economía no crece, si cunde la desocupación, si el trabajo se precariza y mal paga, si el campo languidece sin remedio y se aleja toda posibilidad de autosuficiencia alimentaria, si los mexicanos tienen que migrar a Estados Unidos en busca de oportunidades que el país no les ofrece; si el poder adquisitivo del salario se derrumba, si los jóvenes comienza a perder la esperanza y la paciencia, todo eso y más, se debe a que el Congreso no aprueba las reformas que van desde disponer de mejores herramientas para atacar el “robo de gasolina y otros derivados del petróleo”; hasta la reforma laboral, que se aplica ya en los hechos; pasando por la exigencia de aprobar la ley de seguridad que permita a la presidencia utilizar de manera discrecional a las fuerzas armadas o porque no se aprueba la reforma que autorice la reelección inmediata de los diputados. Esas son sus trascendentes reformas para romper las inercias que impiden el desarrollo.
En este momento, una pandilla de desalmados voraces que, aliados con empresarios sin moral, “periodistas” que ocultan la verdad o la deforman, de pistoleros y sicarios, en un entorno de desesperada situación de amplios sectores de la sociedad, pretende fortalecer un régimen de intimidación, demagogia, soborno y corrupción, que, simulando garantizar la paz social, pretende eternizarse en el poder.
2012 será determinante para impedirlo; tenemos con qué, tenemos con quien.
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