AXEL DIDRIKSSON
El fracaso de los gobiernos que se han padecido desde hace décadas puede medirse sobre todo por lo que se ha dejado de hacer en educación. Ni las decenas de miles de muertos ni otros “efectos colaterales” nos aproximan a ver la magnitud de ese fracaso –por el que se habla de un “Estado fallido”– como la pérdida de generaciones enteras de niños y jóvenes dejados en el vacío.
Lo que ha estado ocurriendo en el sistema educativo nacional tiene graves repercusiones en el desarrollo del país y en las condiciones de vida de los ciudadanos y sus destinos. De manera que, en un balance del actual gobierno, debe decirse que su mayor error fue ahondar el desastre educativo que le heredaron sus predecesores.
Los hechos se han sumado de forma dramática e irracional. El contubernio entre la alta jerarquía de la SEP con el SNTE, las corruptelas y triquiñuelas con las que se han manejado los recursos a favor de los intereses antieducativos de esta alianza en estados y municipios, la demagogia constante de sobornos retóricos que traen consigo jugosas ganancias, el desdén hacia la opinión pública cuando se descubren transas como la venta de exámenes para los maestros, o la multiplicación de evidencias que dan cuenta de que año con año los estudiantes y sus maestros no tienen conocimientos elementales, y que la escuela no da para que salgan adelante, son hechos que deberían alarmar a cualquiera.
La más reciente demostración de que la SEP y sus aliados no tienen ni la menor idea de lo que hacen es la propuesta enviada a la Cámara de Senadores denominada “Reforma Integral de la Educación Básica”, que tiene como objetivo “articular” el conjunto de los ciclos de este nivel. Entre otras cosas, la SEP, de forma increíble, se ha dado apenas cuenta de que el denominado sistema educativo nacional no es sistema ni es nacional, porque ha estado totalmente desarticulado, y ahora la genial idea será “articularlo” de aquí al 2030.
En la propuesta se dice que esta reforma estará “orientada al desarrollo de competencias, referida a un conjunto de estándares de desempeño, comparables nacional e internacionalmente”. Además de todas las críticas que se han hecho durante el sexenio (véanse, por ejemplo, las muy destacadas del Observatorio Filosófico de México) por adoptar la “moda” de las “competencias”, uno debe preguntarse respecto del tipo de estándares que se quieren aplicar en los planes y programas de estudio que se desplegarán desde preescolar hasta secundaria: ¿los de la realidad de Chiapas, o los de la ciudad de Chihuahua, los de Inglaterra, los de Shangai (que obtuvieron los primeros lugares en desempeño de sus estudiantes en la prueba PISA de 2009) o los de Finlandia, país que ha ocupado los primeros lugares como sistema educativo integral en las pruebas internacionales? ¿Cuál es el estándar que va servir para evaluar los conocimientos que se adquirirán por la vía de un currículum de competencias genérico entre los niños indígenas de la Sierra Mixe de Oaxaca y los de Lomas de Chapultepec de la Ciudad de México?
No es posible “transformar la práctica docente para que transite (…) al énfasis en la generación y acompañamiento de los procesos de aprendizaje” cuando menos del 10% de los aspirantes a plaza de maestro en la educación básica cuentan con las “competencias” que se describen como estándares. Igualmente improbable es que la propuesta “articuladora” del nuevo sistema educativo “resignificará la educación básica, particularmente la de sostenimiento público”, cuando Felipe Calderón está propiciando el desarrollo de la educación privada por medio de estímulos a los contribuyentes, opción que ha tenido un fuerte crecimiento en los últimos años.
Sin embargo, desde la perspectiva de su visión utópica (el 2030), la SEP no se preocupó por definir un escenario de “articulación pedagógica” en este nivel educativo, ni ninguno de los organismos internacionales o nacionales consultados planteó metas por fases de realización, compromisos con los principales actores del sector, recursos que se requerirían y propuestas para modificar los esquemas de desorganización e ineficacia que saldrían a la luz. Y es que la propuesta, que perdió asidero con la realidad, no contó con el debido diagnóstico.
Así como este ejemplo, se han dado continuamente una serie de desaciertos en la materia más importante para alcanzar un nuevo desarrollo, la educación, mientras una exsecretaria del ramo busca ser candidata del PAN a la Presidencia de la República, Josefina Vázquez Mota, quien no atinó a saber lo que significaba la educación nacional ni dejo ningún programa significativo, al igual que el actual secretario, Alonso Lujambio, quien busca la misma candidatura a la silla presidencial y sólo ha utilizado a la SEP como un trampolín político y como espejo de su arrogancia.
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