jueves, febrero 04, 2010

SERGIO CORTÉS SÁNCHEZ : Los emigrados

Los emigrados

SERGIO CORTÉS SÁNCHEZ


El secretario del Trabajo, de visita en su natal Puebla, polemizó con sus antiguos compañeros priistas: justificaba la relativa baja de la tasa de desempleo de Puebla por la emigración internacional de poblanos. Esa explicación vale para toda la República, los gobiernos panistas han sido ineficientes para garantizar incrementos sostenidos del producto y del empleo; han disminuido el alcance de las políticas sociales y han traicionado sus compromisos para dignificar la calidad de vida de los mexicanos, por lo menos en materia de alimentación, educación y salud. Desde hace un cuarto de siglo, la emigración internacional y la proliferación de las actividades informales han sido las salidas para generarse un ingreso. Excluidos del sistema educativo y del mercado laboral nacional, nuestros jóvenes emigran en busca de mejores oportunidades, acción que destruye nuestra capacidad laboral, merma los fondos salariales para el retiro y la jubilación, financia la reproducción social de los ocupados en otros mercados laborales y desintegra familias.


Por lo menos una de cada tres familias mexicanas tiene un familiar radicando en los Estados Unidos, situación que no es novedad ni es privativa de Puebla. La tasa de emigración se acentuó bajo la hegemonía de las leyes del mercado, y la emigración laboral internacional fue asumida como una estrategia de crecimiento por los gobiernos panistas; las remesas llegaron a ser casi tres puntos del Producto Interno Bruto (PIB), y se creía que sería la fuente para financiar el déficit en cuenta corriente, además de ser detonador del desarrollo regional; de esta manera, cada año perdíamos varios cientos de miles de connacionales hasta sumar 12 millones; dos terceras partes de ellos están incorporados al mercado laboral de Estados Unidos.


La percepción que los ciudadanos del municipio de Puebla tienen de los emigrados está muy lejos de ser idílica: aquí se cree que los connacionales son discriminados, maltratados, no se respetan sus derechos civiles, laborales ni migratorios; poco o nada los ayuda el gobierno de México, y aun así, casi la mitad de los ciudadanos se iría a trabajar allá; uno de cada cuatro se iría a vivir y uno de cada siete cruzaría el Río Bravo sin documentos migratorios. Ante la ausencia de futuro en sus localidades de origen, la salida es el éxodo a sociedades segregacionistas, xenofóbicas y excluyentes.


No hay duda de cuál es el país que más se beneficia con la emigración internacional de mexicanos, ni tampoco de las prioridades de la agenda. Debe incluirse en el tratado comercial con ese país la libre entrada de trabajadores mexicanos; a los que ya residen allá, se les debe respetar sus derechos y legalizar su estatus migratorio. En el caso de las familias del municipio de Puebla, un poco más de la mitad de sus emigrados tiene una estancia no documentada en aquel país; de ahí la vehemencia y reiteración para que las autoridades mexicanas tengan un rol más activo en la defensa de los connacionales.

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