El Papa nazi suicida hoy a su Iglesia
María Teresa Jardí
Hoy se celebrará el acto más hipócrita de la Iglesia Católica. La beatificación de un defensor de pederastas. Beatificación decidida, para salvarse de su propia responsabilidad cómplice, por otro defensor de individuos de la misma calaña. Mal está el mundo. Errado en todas sus concepciones. Manejado por transnacionales asesinas. Pero lo de la Iglesia Católica es un suicidio. Suicidio que seguramente ni en sus peores momentos depresivos pudo ser soñado por Jesucristo. Es falso que la Iglesia se revitalice con este acto. Cada vez con menos fieles porque cada vez existen menos motivos para seguir siendo católico. Este acto es la puntilla que desnuda a la Iglesia Católica como irredenta. Para encubrir sus perversiones que la ubican entre lo más perverso de la humanidad en toda su miseria, se canoniza a quien ya ha sido juzgado por la historia como el protector del peor, quizá, de los crímenes por ahora conocidos. Porque a fin de cuentas el asesinado pierde la vida, que es lo único que tenemos, pero descansa. Mientras que el abusado sexualmente, y peor aún cuando el hecho ocurre siendo niño, pierde la posibilidad de vida plena, lo que lo lleva a seguir transitando medio muerto, mientras vive. Los pederastas son los peores, sin duda, entre todos los criminales por ahora conocidos. Hace agua esa Iglesia y este acto en nada la ayuda y en mucho la desprestigia. Por respeto a las víctimas debió, el actual Papa nazi, dejar en paz en su tumba, si en paz descansaba, a su antecesor, quien bajo el consejo de Ratzinger, muy probablemente, cometió el atroz delito de alzarse como protector de los pederastas. En el caso de Maciel, de hacerlo por el dinero que su legión de millonarios enviaba al Vaticano. Lo que de ninguna manera es una falla menor.
María Teresa Jardí
Hoy se celebrará el acto más hipócrita de la Iglesia Católica. La beatificación de un defensor de pederastas. Beatificación decidida, para salvarse de su propia responsabilidad cómplice, por otro defensor de individuos de la misma calaña. Mal está el mundo. Errado en todas sus concepciones. Manejado por transnacionales asesinas. Pero lo de la Iglesia Católica es un suicidio. Suicidio que seguramente ni en sus peores momentos depresivos pudo ser soñado por Jesucristo. Es falso que la Iglesia se revitalice con este acto. Cada vez con menos fieles porque cada vez existen menos motivos para seguir siendo católico. Este acto es la puntilla que desnuda a la Iglesia Católica como irredenta. Para encubrir sus perversiones que la ubican entre lo más perverso de la humanidad en toda su miseria, se canoniza a quien ya ha sido juzgado por la historia como el protector del peor, quizá, de los crímenes por ahora conocidos. Porque a fin de cuentas el asesinado pierde la vida, que es lo único que tenemos, pero descansa. Mientras que el abusado sexualmente, y peor aún cuando el hecho ocurre siendo niño, pierde la posibilidad de vida plena, lo que lo lleva a seguir transitando medio muerto, mientras vive. Los pederastas son los peores, sin duda, entre todos los criminales por ahora conocidos. Hace agua esa Iglesia y este acto en nada la ayuda y en mucho la desprestigia. Por respeto a las víctimas debió, el actual Papa nazi, dejar en paz en su tumba, si en paz descansaba, a su antecesor, quien bajo el consejo de Ratzinger, muy probablemente, cometió el atroz delito de alzarse como protector de los pederastas. En el caso de Maciel, de hacerlo por el dinero que su legión de millonarios enviaba al Vaticano. Lo que de ninguna manera es una falla menor.
Y por eso “La Llamada Ecuménica es a conmemorar este primero de mayo del 2011 la canonización del mártir San Oscar Romero por parte de los pobres de Latinoamérica y las y los seguidores de Jesús en todo el mundo…
“... Poco tiempo después de haber sido nombrado Arzobispo de San Salvador, en 1977, el obispo conservador Monseñor Oscar Arnulfo Romero fue confrontado con la persecución sangrienta a la que estaban siendo sometidos los cristianos en El Salvador. Las lágrimas derramadas en las tumbas de catequistas y sacerdotes asesinados le convirtieron en el obispo inquebrantable defensor de los pequeños, maltratados y perseguidos. A partir de esta conversión él tuvo en su contra al gobierno de su país, al Consejo de Seguridad del presidente de los Estados Unidos y a poderosos cardenales de la curia romana. A principios del año 1979 Monseñor Romero visitó al Papa Juan Pablo II, no encontrando en él comprensión ni apoyo en sus grandes conflictos. Con profunda decepción dijo más tarde: “No creo que vuelva otra vez a Roma. El Papa no me comprende”. Juan Pablo II no mostró reacción alguna frente a la fotografía de un sacerdote indígena recién asesinado y a otros documentos presentados sobre la persecución de cristianos por parte de verdugos al servicio de la oligarquía del país. Por el contrario, le exhortó a buscar la armonía con el gobierno salvadoreño. Claramente consciente de los peligros contra su propia seguridad, San Romero de América levantó su voz contra la injusticia, excomulgó a políticos del régimen y recordó la resistencia pacífica de Jesús de Nazaret. Después de uno de los innumerables asesinatos predicó: “No llamamos a la venganza; sino que oramos con Jesús: Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”. Dado que cada ser humano es hijo e imagen de Dios, para San Romero de América el servicio religioso está vinculado inseparablemente con la defensa de la dignidad humana. Dirigiéndose a los asesinos a sueldo y a los cómplices de la junta militar dijo: “el que tortura también es un asesino... Nadie tiene el derecho de levantar la mano contra otro ser humano porque es imagen de Dios”. Un día antes de su asesinato, el 24 de marzo de 1980, Monseñor Romero llamó públicamente a los soldados a la desobediencia ante la orden de matar: “En el nombre de Dios y en el nombre de este sufrido pueblo les pido, les ordeno: ¡cese la represión!”. La bala mortal le alcanzó en el altar durante la celebración de la Eucaristía. La canonización de San Oscar Romero por parte del pueblo no es un gesto de arrogancia. Bien sabemos que sólo Dios puede penetrar en el corazón de un ser humano y que nosotros sólo podemos aprender a ver parcialmente con los ojos de Dios. Pero esta “beatificación” sin procedimientos gravosos de la curia eclesial es una buena nueva fruto del soplo del Espíritu de Dios: El ejemplo de nuestro hermano San Oscar Romero nos muestra cómo podemos animarnos mutuamente cuando empezamos a escuchar la Buena Nueva de Jesús.
[Traducción al Español: Christine Klissenbauer (pax christi, D-Duesseldorf); Joaquín Garay ofm; Raquel Mallavibarrena (Corriente Somos Iglesia, España) – 20.04.2010]
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