No es cuestión de dinero...
María Teresa Jardí
Nada más llegar de un viaje a Colombia le pregunto a uno de mis dos únicos hijos, si sigue el Ejército en la calle y me responde, como es obvio, que sí.
Es muy fácil sacar a la calle al Ejército, pero hacerlo sin tiempos concretos es un error monumental, como salta a la vista en el caso colombiano, a pesar de que Colombia se quiere tomar como ejemplo. Y más aún hacerlo sin reglas claras y leyes concretas.
Aquí no debió ni siquiera plantearse lo de la fracasada antes ya en Colombia, falsa e infame guerra contra el narcotráfico con la que quiso legitimarse, quien ilegítimo para siempre ante el pueblo que desgobierna y de cara a la historia decidió ser, el usurpador que ya hasta a su partido pesa como la losa de una tumba, incluso porque el fracaso en Colombia tendría que haber servido para no repetir el criminal error.
Si Colombia iba a ser ejemplo, debió serlo de lo que funciona en el presente y no hacia atrás de lo que allá tampoco había funcionado, costando la vida de muchas personas.
Han recobrado las calles los ciudadanos en Colombia, pero acompañados y siempre vigilados en los lugares públicos, por las fuerzas del orden.
Lo que nada tiene que ver con la vida digna que no necesita niñeras para cuidar a las personas. La vida digna pasa, como cualquiera sabe, por la ausencia de necesidad de guardianes, ni siquiera para los más altos cargos que los servidores públicos, elegidos por los pueblos, ostentan, de manera también temporal para luego volver a convertirse en simples personas, ya sin el engorro del cargo, a conciencia desempeñado sin afán de enriquecerse, sin entreguismo y pensando siempre en el bienestar del pueblo al que pertenecen y aman sin vergüenza y no aspirando a ser altos, rubitos y con los ojos azulitos.
Vicente Fox llegó con dinero traído del extranjero que debió costar al PAN el retiro de su registro. Lo que habría cambiado la lamentable historia de un país que hoy se ha quedado sin Estado, que ya no es una nación soberana y que de entre las repúblicas bananeras gana la mano a todas.
Gabino Cué llegó porque el pueblo oaxaqueño lo eligió y la autoridad moral que tenía, otorgada por la ciudadanía a su llegada, le habría permitido romper con todos los grupos políticos, incluidos los muchos que habían sido sus aliados para que llegara. Llegaba, además, después de un gobierno represor asesino, de triste memoria para Oaxaca, al que debió de inmediato llamar a cuentas. Pero lejos de hacerlo así, se dedicó a cumplir las promesas, que en política se las lleva el viento cuando se tiene la autoridad para enfrentar a quienes gozan de las prebendas otorgadas como garantía de impunidad y continuismo para las mafias que hoy controlan el poder en México.
Gabino pudo y no supo o, peor aún, no quiso, apartarse de los que a su puerta llamaron para cobrar los favores, que a base de la entrega de puestos pagó y esa es la complicación que le revienta hoy con la CNTE, que se siente desplazada por el SNTE en los cargos que ambos demandan, aunque al segundo ya se le haya hecho el pago y la primera lo exija. No es una cuestión de dinero. Es una cuestión de poder mal distribuido por la tontería de querer distribuir teniendo la autoridad para romper y elegir sólo a la mejores para desempeñar los cargos como servidores públicos.
Nada más llegar de un viaje a Colombia le pregunto a uno de mis dos únicos hijos, si sigue el Ejército en la calle y me responde, como es obvio, que sí.
Es muy fácil sacar a la calle al Ejército, pero hacerlo sin tiempos concretos es un error monumental, como salta a la vista en el caso colombiano, a pesar de que Colombia se quiere tomar como ejemplo. Y más aún hacerlo sin reglas claras y leyes concretas.
Aquí no debió ni siquiera plantearse lo de la fracasada antes ya en Colombia, falsa e infame guerra contra el narcotráfico con la que quiso legitimarse, quien ilegítimo para siempre ante el pueblo que desgobierna y de cara a la historia decidió ser, el usurpador que ya hasta a su partido pesa como la losa de una tumba, incluso porque el fracaso en Colombia tendría que haber servido para no repetir el criminal error.
Si Colombia iba a ser ejemplo, debió serlo de lo que funciona en el presente y no hacia atrás de lo que allá tampoco había funcionado, costando la vida de muchas personas.
Han recobrado las calles los ciudadanos en Colombia, pero acompañados y siempre vigilados en los lugares públicos, por las fuerzas del orden.
Lo que nada tiene que ver con la vida digna que no necesita niñeras para cuidar a las personas. La vida digna pasa, como cualquiera sabe, por la ausencia de necesidad de guardianes, ni siquiera para los más altos cargos que los servidores públicos, elegidos por los pueblos, ostentan, de manera también temporal para luego volver a convertirse en simples personas, ya sin el engorro del cargo, a conciencia desempeñado sin afán de enriquecerse, sin entreguismo y pensando siempre en el bienestar del pueblo al que pertenecen y aman sin vergüenza y no aspirando a ser altos, rubitos y con los ojos azulitos.
Vicente Fox llegó con dinero traído del extranjero que debió costar al PAN el retiro de su registro. Lo que habría cambiado la lamentable historia de un país que hoy se ha quedado sin Estado, que ya no es una nación soberana y que de entre las repúblicas bananeras gana la mano a todas.
Gabino Cué llegó porque el pueblo oaxaqueño lo eligió y la autoridad moral que tenía, otorgada por la ciudadanía a su llegada, le habría permitido romper con todos los grupos políticos, incluidos los muchos que habían sido sus aliados para que llegara. Llegaba, además, después de un gobierno represor asesino, de triste memoria para Oaxaca, al que debió de inmediato llamar a cuentas. Pero lejos de hacerlo así, se dedicó a cumplir las promesas, que en política se las lleva el viento cuando se tiene la autoridad para enfrentar a quienes gozan de las prebendas otorgadas como garantía de impunidad y continuismo para las mafias que hoy controlan el poder en México.
Gabino pudo y no supo o, peor aún, no quiso, apartarse de los que a su puerta llamaron para cobrar los favores, que a base de la entrega de puestos pagó y esa es la complicación que le revienta hoy con la CNTE, que se siente desplazada por el SNTE en los cargos que ambos demandan, aunque al segundo ya se le haya hecho el pago y la primera lo exija. No es una cuestión de dinero. Es una cuestión de poder mal distribuido por la tontería de querer distribuir teniendo la autoridad para romper y elegir sólo a la mejores para desempeñar los cargos como servidores públicos.
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