Desfiladero
Siete instantes
Jaime Avilés
Siete instantes
Jaime Avilés
Uno. Basta de sangre, sí, pero también de impunidad e ineptitud, esto es, de simulación y connivencia entre el gobierno” de facto y el crimen organizado. Miles de ciudadanos en las redes sociales de Internet han asumido la iniciativa de Rius y los moneros de El Chamucho, y desde el pasado lunes colocan en Facebook, Twitter y otros espacios virtuales (algunos también en sus ventanas y coches) la imagen emblemática de la campaña: la palabra NO, el signo de + y un charco de sangre. Pero la expresión de hartazgo colectivo no llegará muy lejos si no va acompañada de un pliego petitorio, de un mínimo programa político. Las organizaciones ciudadanas, las comunidades estudiantiles y académicas, los intelectuales y los artistas, los sindicatos y los partidos deben iniciar una gran movilización nacional en pos de demandas concretas. Entre ellas, la destitución de todos los miembros del llamado “gabinete de seguridad” (García Luna, Chávez Chávez, Blake, Poiré y sus equipos de trabajo), así como su remplazo por personas altamente calificadas, que sean aprobadas por el Congreso de la Unión, para poner fin en el corto plazo a la carnicería desatada por Felipe Calderón y la ultraderecha golpista que lo incrustó en Los Pinos; además, deben exigir que se proceda contra todos los políticos, magnates y policías señalados públicamente como cómplices de las empresas distribuidoras de sustancias ilícitas (¿ya leyeron Los señores del narco, de Anabel Hernández, Grijalbo, 2010?), y llamar a los mexicanos en el extranjero y a los amigos de México en el mundo a denunciar en todos los foros internacionales a los responsables de este genocidio, que ha arrebatado la vida a un número ya incalculable de personas, cuya pila de cadáveres hace palidecer la ridícula suma de 35 mil muertos “reconocida”, esto es, minimizada, por la sanguinaria burocracia panista y yunquista.
Dos. Aunque el país se ha hundido en un abismo de terror, donde no quedan vestigios del estado de derecho (Pasta de Conchos, guardería ABC, 72 migrantes asesinados y 20 mil secuestrados, el asalto a Luz y Fuerza del Centro, el saqueo de Mexicana en beneficio de Volaris, el asesinato de seis empleadas de Coppel en Culiacán, la burla de la refinería que jamás será construida en Tula, Hidalgo, y ni un solo culpable en la cárcel), el bloque dominante, que no gobernante, quiere que la pesadilla se prolongue en forma indefinida. De allí los espumarajos de rabia que hicieron decir al primer ex canciller foxista, al autor intelectual del “comes y te vas”, que Alejandro Encinas es el “nuevo Juanito” de López Obrador. Ajá: el dignísimo ex jefe del gobierno capitalino (2005-2006) equiparado con un delincuente de pulquería. Qué desmemoria: Jorge G. Castañeda ya olvidó la foto que le tomaron el 11 de septiembre de 2001 en Lima, Perú, en la que aparece como muñeco de ventrílocuo sobre las rodillas de Colin Powell, diciendo: “Estados Unidos tiene derecho a vengarse” (por el supuesto ataque terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York y el autobombazo, plenamente documentado, que destruyó un ala del Pentágono). Ante el giro que ha dado el proceso electoral del estado de México, la olinarquía priísta, panista, yunquista y chuchista está insomne. La mera posibilidad de que las cosas cambien, así sea un poco, la saca de quicio. Desea que conserven el poder los culpables del genocidio hasta que haya más de dos millones de asesinados como en la Camboya de Pol Pot.
Tres. Ahora que gracias al libro de Anabel Hernández sabemos que la DEA conoce los nombres y las actividades de los magnates, los políticos y los policías que trabajan para los señores del narco, ¿por qué no solicita el arresto y la extradición de ninguno de ellos? ¿Acaso porque nuestro baño de sangre permanente, nuestra muerte sin fin, la rápida conversión de nuestro país en territorio sin estructura jurídica ni política, le conviene a los estrategas militares de Estados Unidos? Por lo pronto, como lo adelantó el último Desfiladero de 2010, las autoridades de Imperial County, en California, ya aprobaron la construcción de una base de adiestramiento de paramilitares y de manejo de aviones no tripulados (drones predator, artillados con ametralladoras y lanza misiles) a unos kilómetros de Tijuana. ¿La invasión avanza?
Cuatro. Las elecciones del domingo 3 de julio en el estado de México serán la prueba del ácido para las candidaturas presidenciales de Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador. Si el máximo dirigente opositor del país logra crear una amplia corriente de apoyo social que haga gobernador a Encinas, si derrota al insulso copetón en su propia cancha, en primer lugar, lo sacará de la carrera hacia Los Pinos, pues demostrará que es inviable para participar en una contienda nacional. Y en segundo, se convertirá en la esperanza de los que nada esperan del PRI, del PAN, del PRD, del Yunque y del narco. Con todo en contra, López Obrador condujo a la victoria a Clara Brugada en Iztapalapa y a Gabino Cué en Oaxaca. Si repite la hazaña en el estado de México, volverá a estallar la pejemanía.
Cinco. Olga Sánchez Cordero ha decidido intervenir como mujer, desde su puesto en la Suprema Corte, para oponerse a la Norma Oficial Mexicana recién publicada por la Secretaría de Salud, que fija en 50 años la edad en que las mujeres de nuestro país deben hacerse la primera mamografía de su vida. La medida, trazada por el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Mauricio Hernández Ávila, es inadmisible, por no decir criminal. Datos oficiales recientes revelan que el mayor número de casos de cáncer de mama en México se da entre mujeres que tienen de 40 a 49 años. La enfermedad, que se desarrolla en cuatro etapas, es curable con más facilidad cuando se detecta en la primera. ¿Qué clase de monstruo es Hernández Ávila, que por ahorrarle dinero al “gobierno”, recomienda que las señoras se examinen cuando ya no puedan hacer nada para salvarse? ¿Tendrá acciones en el floreciente negocio de las funerarias?
Seis. Toda la razón le asiste a Luis Fernando Lara, coordinador del Diccionario del Español en México: ¿por qué debemos escribir nuestra lengua de acuerdo con los dicterios de la Real Academia Española? ¿Por qué cientos de millones de latinoamericanos debemos usar la ortografía de la minoría de Castilla? Negarse a escribir “gángsteres” o “tráileres” o “solo voy a Mérida” sin acento, es un acto de rechazo al neocolonialismo de Repsol. ¿O, como dice José Emilio Pacheco, ahora vamos a oír la XE doble uvé?
Siete. Desde ayer, en cinco salas de cine de la ciudad de México se exhibe una obra de arte que ha sido premiada en distintos festivales del mundo y que enriquece a quienes la disfrutan: Siete instantes, de Diana Cardozo. Su película entrecruza conversaciones con mujeres que tenían sólo 16 años de edad cuando decidieron sumarse como guerrilleras a las filas de los Tupamaros para hacer la revolución en Uruguay. La organización mantuvo de cabeza al régimen cívico-militar, entre otras cosas, porque controlaba las cloacas del drenaje en Montevideo. Los siete instantes al que alude el título de la cinta se refiere a momentos críticos, en el curso de aquella lucha, y nos permiten visitar la “cárcel del pueblo”, donde estuvo el diplomático Dan Mitrione, pero también conocer situaciones insólitas que ocurrieron en los calabozos del penal de La Libertad, hoy reconvertido en mall de tiendas de lujo. Ojalá no se la pierdan. Después de digerirla, verán nuestra insoportable muerte sin fin con ojos nuevos.
jamastu@gmail.com
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