miércoles, enero 05, 2011

Guillermo Fabela Quiñones : Equívoca posición del Episcopado

Equívoca posición del Episcopado
Por Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes


Es muy lamentable que una institución tan influyente como la Iglesia católica, en vez de aprovechar su fuerza para buscar caminos de superación a los graves problemas que enfrenta la sociedad nacional, lo haga con fines facciosos que no aportan soluciones a una realidad muy dramática como la que caracteriza a México en la actualidad. Con su actitud sigue mostrando que su interés fundamental no tiene que ver con la religiosidad de los mexicanos, sino con las cuotas de poder que no se resigna a ver cuestionadas por las autoridades civiles. Así lo patentiza el editorial más reciente del semanario “Desde la Fe” que publica la Arquidiócesis Primada de México, en el cual se califica de “verdaderos talibanes laicistas” a las autoridades del Distrito Federal.
Puntualiza que se trata de “personajes intolerantes a la crítica, fundamentalistas en sus principios inmorales, incapaces de aceptar el reto del diálogo con la racionalidad y el derecho”. Tales palabras bien podrían tomarse como una sincera autocrítica de la jerarquía eclesiástica, pero no es así, pues se refieren a los miembros del gobierno capitalino y a los diputados de la Asamblea Legislativa pertenecientes al PRD. En un tono que recuerda el que usaba el alto clero en tiempos previos a la Guerra Cristera, el editorial titulado “La verdadera libertad religiosa” critica duramente a los legisladores por haber aprobado “leyes inmorales e injustas”, en clara referencia a las leyes locales que permiten la unión entre personas del mismo sexo y reconocen su derecho a adoptar menores.

Esas leyes, a las que se refiere el editorial citado, no atentan contra la libertad religiosa, así que no tiene sentido tomar como punto de partida una falsa premisa. Nadie, en México, está atentando contra la libertad de creencias, situación que dejó de plantearse a raíz de que se promulgó la Constitución General de la República en 1917, que garantizó el pleno ejercicio de la religión que cada quien profesa, en el ámbito privado, como debe ser para que se cumpla el espíritu del artículo 130 constitucional. Si alguna institución ha gozado de absoluta libertad, es la Iglesia católica. Lo que ocurre actualmente es que no acepta que el Estado laico ejerza sus legítimos derechos sin que se tomen en cuenta los intereses del clero, que disfraza con argumentos supuestamente teológicos y de doctrina eclesial.
Jesús, como hijo de Dios, afirmó que su reino no era de este mundo, sin embargo esta parte fundamental de la doctrina bíblica no existe para la alta jerarquía de la Iglesia católica. Para ésta su reino es absolutamente terrenal, de ahí su eterna lucha por compartir el poder con el gobernante en turno, llámese emperador, como Constantino, el fundador de la Iglesia-Estado, papel que se adjudicó el papado romano; o bien primer ministro o presidente. El caso es compartir el poder, no con fines espirituales sino de control político, como ha quedado demostrado a través de la historia de la humanidad. De ahí que le asista la razón al secretario de la Comisión de Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados, Nazario Norberto Sánchez, cuando afirma que “es un claro intento (el ataque de la Arquidiócesis) por evitar que sus fieles voten por el PRD y lo hagan por otros partidos que son más afines a la grey católica”.
La libertad religiosa no está en riesgo en el país, ni lo estaría en caso de que fuerzas progresistas estuvieran al frente de las instituciones nacionales. Lo inaceptable, en cualquier estado laico y progresista, es que la Iglesia católica quiera arrogarse funciones que sólo competen a las autoridades civiles. Esto lo saben perfectamente los sacerdotes que se dedican a cumplir cabalmente sus responsabilidades religiosas, quienes gozan de plena libertad para ejercer su ministerio. El problema surge cuando un prelado quiere competir con la autoridad civil en la realización de tareas de gobierno, situación inaceptable por ser contraria al espíritu de la ley.
Tal situación es tan absurda como lo sería que un funcionario público pretendiera oficiar misa. Asimismo es inaceptable, incluso bajo un punto de vista teológico, que se quiera hacer de Dios propiedad privada de tal o cual credo religioso, como lo ha pretendido el Vaticano en diferentes épocas. Obviamente, Dios no es propiedad de nadie, como tampoco tal o cual religión es más verdadera que otra. Lo esencial es que todas cumplen una función espiritual importante para la humanidad, siempre y cuando obedezcan a principios teológicos irrefutables, es decir que no se caiga en la superchería ni en la magia, como sucedía en tiempos primitivos, antes del surgimiento de las grandes religiones monoteístas.
(gmofavela2010@hotmail.com)

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