Carlos Fernández-Vega
México SA
Petróleo y venta de garage
PRI: las viejas ataduras
Progreso al estilo noruego
Máxima del neoliberalismo a la mexicana es que los
bienes públicos (están) para remediar los males sociales (Salinas de
Gortari dixit), y ese fue el camino que alegremente siguieron cinco gobiernos
al hilo (lo mismo, pero con cinco máscaras distintas), aunque en esos 30 años
sólo cumplieron a la mitad: arrasaron con los bienes públicos (privatizados en
beneficio de unos cuantos amigos del régimen), pero los males sociales, lejos
de remediarse, crecieron como la espuma. A tres décadas de distancia, los
gerentes de la venta de garaje se deshicieron de prácticamente toda la
infraestructura productiva del Estado, mientras los males sociales se
incrementaron de forma proporcionalmente inversa. Tanto desincorporaron que
en los anaqueles del súper mercado privatizador sólo queda el petróleo, y van
por él.
Todo vendieron (alrededor de mil 150 empresas del
Estado); prácticamente todorescataron (obvio es que con recursos
públicos), para luego, ya saneado, todo regresarlo al grupúsculo de amigos
del régimen (que resultó mucho más voraz que eficiente). El petróleo fue lo
único que (hasta ahora) se salvó, y no precisamente por falta de intentonas
privatizadoras por parte del G-5 (el devastador grupo de los cinco inquilinos
de Los Pinos, de Miguel de la Madrid a Felipe Calderón). Pero llegó el
momento, dice Pedro Joaquín Coldwell, de superar las viejas ataduras que
nos han impedido desarrollarnos conforme a las energías humanas y materiales
que poseemos. No dejaron piedra sobre piedra, arrasaron, concentraron –aún más–
el ingreso y la riqueza, transformaron el poder público en simple gerencia de
los intereses oligárquicos, destrozaron el bienestar social, condenaron a los
mexicanos a vivir en condiciones miserables, pero el rotundo fracaso
privatizador, dice el dirigente del PRI, es producto de las viejas
ataduras.
Treinta largos años de privatizaciones, y la mitad de
aquella máxima del neoliberalismo a la mexicana se mantiene como oprobiosa
asignatura pendiente. Tres décadas al hilo desmantelando el aparato productivo
del Estado (lo que, supuestamente, generó miles y miles de millones de dólares
para atender las urgencias sociales), y a estas alturas México ocupa (según el
método Atlas del Banco Mundial) el escalón número 83, de 213 posibles, en lo
que a ingreso per cápita se refiere (muy cerca de Argentina, el otro gran laboratorio
privatizador en América Latina), con uncrecimiento anual promedio de 2 por
ciento, en el mejor de los casos, 60 millones de pobres, y el desarrollo
permanentemente prófugo del país. Pero son las viejas ataduras las
causantes de todo esto.
Dice Pedro Joaquín Coldwell que “quizá los mexicanos se
han dejado someter por la fuerza de los intereses creados, por el peso de las
enormes corporaciones económicas y sociales, y hemos sido avasallados por el
facilismo y la rutina… La sociedad mexicana ya se ha acostumbrado a la
imposibilidad del cambio y se ha extendido una carta de naturalización a la
pobreza de la mayor parte de la población y la desigualdad que padecemos, como
si esas circunstancias fueran la normalidad”. Bien, pero ¿quién entronizó a los
intereses creados? ¿Quién abrió la puerta a lasenormes corporaciones? ¿Quién
permitió el avasallamiento?, porque el priísta lo dice como si fuera nuevo
en esto y su partido por primera vez llegara a Los Pinos.
Ahora que van por el petróleo, el dirigente tricolor
asegura que la reforma energética comprometida por Peña Nieto no
suspenderá el carácter nacional de nuestra industria petrolera o eléctrica,
sino (que se trata) de apoyarlas con el concurso de otros modelos de negocio
(privados) para colocar nuestra riqueza petrolera al servicio del país. Los
mexicanos avasallados por el facilismo y la rutina ya saben de qué se
trata cuando los vendedores hablan riqueza al servicio de la patria. De
hecho lo padecen cotidianamente. Allí está el caso de la banca, las
telecomunicaciones, las carreteras, los ingenios azucareros, las aerolíneas,
las siderúrgicas, las minas, los ferrocarriles, la electricidad, el gas, y de
lo que se quede en el tintero. ¿En serio sería diferente con el petróleo
privatizado?
El dirigente tricolor sólo repite el machacón
cuan ramplón discurso de las últimas tres décadas: flojitos y cooperando, que
el paraíso será de los mexicanos. Dos perlas para la memoria, por cortesía de
los dos primeros gerentes de la venta de garage:hemos continuado la política de
desincorporación (privatización) de entidades (públicas) que no son
estratégicas ni prioritarias, y a la vez, nos empeñamos en el fortalecimiento
de las que sí lo son. Con los recursos financieros y la capacidad
administrativa que libera el proceso de desincorporación, apoyamos
selectivamente programas prioritarios de gasto, y hemos iniciado con paso firme
la reconversión en las industrias petrolera, eléctrica, siderúrgica, azucarera,
naval y de fertilizantes. También están en marcha importantes programas de
modernización de los ferrocarriles y del sistema de comercialización y abasto
de productos básicos (Miguel de la Madrid).
“La desincorporación de empresas públicas no estratégicas
responde hoy a un principio de fidelidad con el carácter social y nacionalista
del Estado. Desincorporar empresas no es renunciar a regular y conducir el
desarrollo nacional, porque no es condición única de la rectoría del Estado la
propiedad de las empresas, sino fundamentalmente el ejercicio de la autoridad
en beneficio del pueblo… El punto central en la reforma del Estado es resolver,
a favor del pueblo, el dilema entre propiedad que atender o justicia que
dispensar, entre un Estado más propietario o un Estado más justo. La economía,
más abierta a la iniciativa y a la inversión no estatal (léase privada) se
conducirá, sin duda, para servir los objetivos nacionales de la soberanía y de
la justicia… Mediante las privatizaciones se han generado recursos de una sola
vez que, al reducir la deuda interna, han fortalecido permanentemente la
capacidad gubernamental para atender demandas sociales inaplazables. Con ello,
se cumple el compromiso de vender bienes públicos para remediar males sociales
y se fortalece al Estado y a la nación” (Carlos Salinas de Gortari).
Y ahora, van por el petróleo.
Las rebanadas del pastel
Las viejas ataduras que reclama de Pedro
Joaquín Coldwell es lo mismo que eltabú que el ex embajador gringo en
México, Jeffrey Davidow, exige romper para que el capital privado (el
de su país, desde luego) le clave el diente al oro negro nacional. A cambio,
promete el ex diplomático (hoy consejero senior del Cohen Group, que
entre sus directivos registra a ex mandos del aparato militar y de seguridad
estadunidense), los mexicanos progresarían al estilo de Noruega. ¡Zas!
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