El Despertar
Devastaciones
José Agustín Ortiz Pinchetti
Pensé hacer un balance de daños y logros de
Morena en las elecciones presidenciales. Pero el alud de revelaciones sobre el
verdadero carácter de los comicios me dejó sin tema. Muchas cosas han quedado
reducidas a escombros:
El triunfalismo del PRI y el optimismo de
sus favorecedores. Después de haber sabido cómo se manipuló a la opinión
pública, cómo se compraron millones de votos, los trinquetes de Monex, los
contratos de gobernadores con Soriana, nadie podrá creer que Peña Nieto
ascenderá al poder con legitimidad. Llegará muy débil ante las presiones internas
del PRI y ante la crítica nacional e internacional.
El PAN quedó muy dañado. No sólo por el voto
de castigo, sino porque apareció como cómplice en el ataque al sufragio.
Calderón y Josefina se quedaron atrás en las denuncias de las irregularidades.
Televisa es y será el blanco de la
impugnación. Vendió su poder por cálculo mercantil. El periódico inglés The
Guardian ha exhibido los contratos celebrados entre Peña y Fox para atacar
a AMLO desde 2005 y posesionar al mexiquense. ¿Quién le puede creer ahora a
Televisa? Es un obstáculo grave para la democratización del país.
Las encuestadoras que inventaron sondeos para
inducir como inevitable el triunfo de Peña quedarían arruinadas en un país
democrático. Mitofsky, Milenio BGC Ulises Beltrán, Buendía, Excélsior,
Universal no volverían a trabajar encuestas políticas. La legión de
comentaristas que utilizaron las encuestas como argumento, a sabiendas que eran
falsificaciones, no volverían a presentarse en público. Pero lo harán con la
frescura cínica que los caracteriza.
Las instituciones electorales han perdido la
poca cuota de credibilidad que tenían. ¿Cómo explicarle al público la pasividad
que tuvieron en la compra masiva de votos, en la manipulación y falsificación
de la realidad, en la violación del principio de equidad que establece la
Constitución? ¿Cómo podrá el tribunal federal contestar estas elecciones sin
provocarse daño fatal a sí mismo? México mismo queda mal parado, estas sucias
elecciones son un espejo y vemos en él nuestro rosto verdadero, y resulta
atroz. ¿Quién nos puede creer que queremos la modernidad política y económica?
¿Cómo es posible que una potencia intermedia pueda permitirse una elección como
la del primero de julio? ¿Qué haremos: impugnar con energía o sumirnos en el
cinismo conformista?
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