domingo, julio 22, 2012

Cuestión de inteligencia



Cuestión de inteligencia
María Teresa Jardí

Es obvio que por mandato del imperio las cosas han llegado al punto de desastre que hoy se da en nuestro país. Pero es claro que incluso en Estados Unidos debe causar alarma el nivel que ha alcanzado el manejo de la cosa pública en México y la ausencia de arte en la conducción de la política por parte de los que aspiran al continuismo desgobernante. Los que al menos tendrían que fingir que pueden cumplir con la función de convencer al pueblo mayoritariamente de que lo van a servir o ante la imposibilidad de hacerlo al menos tendrían que callarse en un rapto de inteligencia. Agraviar a una sociedad tan dañada --como se empeñan en hacer los promotores de Peña-- no es inteligente.
El PRI, manejado y manipulado por los tecnócratas a modo de lo que les manda el imperio gringo al que han convertido en su amo a cambio de permitir la impunidad para la corrupción que aquí impera entre la clase política, no entiende que su supervivencia como partido político se encuentra supeditada a que se clarifique la elección de manera creíble para la inmensa mayoría. Lo que no pasa por reformas estableciendo sedes alternas. Pero lo que sí tienen que ver con ordenar callar a los porros que acompañan al producto chatarra. El PRI no entendió que la rebelión indígena del 1 de enero de 1994 se dio porque el pisoteo a la dignidad es tan inaceptable, que incluso los pueblos, tan manipulados como el mexicano, de tanto en tanto revientan. Lo que sí entiende la derecha panista que busca hacer estallar al país en aras de continuar con su genocida usurpación “en tanto se calman las cosas”. Lo que bien podría durar otros setenta años si no tenemos los mexicanos la suerte de que el animal humano antes desaparezca de la faz de la Tierra. 


Tendrían que callar a Coldwell si no aspira Peña a pasar simplemente como el idiota al que se quiso imponer y ni con la compra de los votos, el IFE y el TRIFE a su servicio y el lavado de dinero la telecracia pudo imponerlo para hacerse del todo, con todo, el poder político.
Y no porque el contrincante haya observado todas las reglas legales para invalidar una elección en la que se ha dado un golpe de Estado programado desde seis años antes. Porque los propios porros del PRI se empeñan en despertar de la peor de las maneras posibles al México bronco que ya no tolera más el pisoteo a la dignidad, que se da cada vez que un priísta abre la boca. A AMLO deberían agradecerle el que el país no haya reventado todavía.
Calderón busca, hace ya un buen rato, que nadie lo dude ni por un momento, seguir aferrado al poder para continuar enriqueciendo a su familia mientras él continúa desangrando al país y de ahí la invitación, agraviante, a quien no es todavía el presidente electo.
Lo inconcebible es que quien sabe que no está dictaminado todavía el cuestionado proceso acuda a la cita.
Los manejadores de Peña Nieto tendrían que parar el pisoteo a la dignidad, no de “quien no quiere aceptar su derrota”, como no se cansan de declarar los porros priístas, ante la ausencia de argumentos, de los muchos millones que votamos por quien dicen que “busca prolongar su carrera agonizante”.
Agoniza el PRI, que no entendió nada ni el 1 de enero de 1994 ni el día que asumió Fox como quien sacaba a ese partido, irredento, de Los Pinos.
Mal consejero es Coldwell, exhibido como el porro mayor.
O buen consejero.
A final de cuentas no hay en México ya nada escrito y cuando la ley no impera el derecho de los pueblos a la rebelión surge de manera espontánea y aunque las consecuencias a lamentar, que la crónica anuncia, sean enormes, no son menores las consecuencias sufridas al haber impuesto a un usurpador ni lo serán las de mintiendo legalizar otra vez un fraude que es innegable.
Habría bastado que el PRI dijera: que sí, que compraron los votos de quienes estuvieron de acuerdo en venderlos. Pero negar lo obvio es tan agraviante para una sociedad harta de ser tratada como si ella fuera la idiota que sólo se entiende que se haga de manera reiterada cuando lo que se busca es desatar las peores consecuencias.
Puede ser que el PRI haya negociado con Calderón la búsqueda de un estallido para imponer el continuismo del panista y que los propios priístas, como Videgaray también, estén operando en contra de la llegada de Peña Nieto. Y lo mismo se puede pensar de las declaraciones de los presidentes del IFE y del TRIFE. A final de cuentas al Peña Nieto quien lo quiere imponer es la telecracia para hacerse del todo con el poder político.

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