Elecciones y capitalismo
Por: Jaime Ornelas Delgado
Las elecciones no pueden llevarse a cabo en
un entorno distinto al de la realidad social donde se celebran. En el
capitalismo, para reforzar y eternizar su poder, la clase dominante no sólo
recurre a la represión violenta, sino también a las elecciones. En la
democracia representativa, peculiar del capitalismo, los sufragantes solamente
eligen entre distintas opciones programáticas pero no les está permitido
decidir sobre la conducción de los asuntos públicos, eso corresponde a los
políticos profesionales elegidos para decidir y conducir. Nadie que no sea
ellos puede gobernar, las reglas, la legalidad se construye para impedirlo.
Uno de los méritos del movimiento social
encabezado por Andrés Manuel López Obrador, ha sido convertir a la política una
actividad donde los protagonistas son los ciudadanos, que ahora no sólo desean
elegir sino también decidir, conducir el país y hasta se llegó a considerar la
posibilidad de triunfar a pesar de la clase que gobierna. Eso, por supuesto, ve
en contra de la idea impuesta por la clase dominante sobre quien elige y quien
decide pues, para ella, millones eligen y una minoría decide y conduce. Para
los primeros se hacen leyes y procedimientos legales con el fin de ordenar las
elecciones y se deja al arbitrio de quienes mandan y ordenan –para ello son los
dueños del poder– la decisión de quienes habrán de gobernar.
Así, su democracia se limita y consiste en
proclamar como democrático por excelencia al acto individual de votar; lo
anterior, todo el proceso de por qué se vota de una u otra manera al parecer no
tiene significado democrático alguno. De esta manera, un proceso electoral
puede ser inequitativo, engañoso, desarrollarse con un gasto oneroso para
comprar conciencias (al fin y al cabo en el capitalismo todo debe tener un
precio, se dicen convencidos quienes organizan el mercado y alejar así algún
resabio de mala conciencia) o permitir a empresas de mercachifles presentar
resultados de dudosas encuestas para dar como ganador a un candidato para
desalentar la participación de los ciudadanos en el proceso, pues “total si ya
todo está decidido a qué molestarse en participar en el proceso y discutir
opciones si ninguna es posible”; además, se deja a la los medios privados
alentar el mercado electoral mediante la presentación de su candidato como una
mercancía cuyo envase promete lo que el producto no es, convirtiendo el proceso
una farsa seudo democrática, sin sustento alguno pues la mercancía ofrecida por
los medios de comunicación monopolizados (lo cual es ya de por si antidemocrático)
aparece en forma abrumadora en la pantalla fingiendo esas presentaciones como
noticia sin serlo y no como propaganda política como lo es en realidad.
Capitalismo químicamente puro.
El último proceso electoral vívido en México,
ha transcurrido con la complacencia omisa de las autoridades electorales, que
además de formar parte de uno de los organismos más onerosos del país, cada vez
sirven para menos pues han sido incapaces de asegurar un proceso electoral bajo
los principios de certeza, legalidad, imparcialidad y objetividad tal y como lo
establece la Constitución Política del país.
Un proceso electoral así, con tanta
inmoralidad, que incluso llega a violentar dramáticamente la propia legalidad
diseñada para sostener en el poder a quienes hicieron la ley (y por tanto la
trampa), ni siquiera resulta democrático en los términos establecidos por
quienes detentan el poder que siente amenazado por el ascenso popular; y al no
ser democrático el proceso, ni apegarse estrictamente a la ley (romper el tope
autorizado es evidentemente ilegal, aunque sólo se castigue con una muta),
resulta que tampoco es legítimo.
En todo caso, quien resulta favorecido de la
inequidad del proceso, el gasto oneroso, la simulación, la manipulación y
compra de los votos lucrando con la pobreza, tanto como de la hipócrita
participación facciosa de las autoridades federales, estatales y municipales
utilizando recursos y bienes públicos para favorecer al candidato de Televisa y
TvAzteca, no puede ocupar de manera legítima el cargo, aunque el PRI, las
televisoras con sus locutores e intelectuales orgánicos digan lo contrario y
hablen de una “jornada ejemplar y democrática”, lo cual evidentemente nada
tiene que ver con la abrumadora realidad.
Negocito
Para culminar el sexenio, a los desplazados
se les ha ocurrido un último (¿último?) negocito ¿quién saldrá, ahora,
beneficiado con la importación de huevo?
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