jueves, agosto 09, 2012

Virginia González Melgarejo : ¡No a la imposición! Un reclamo social


¡No a la imposición! Un reclamo social
Por: Virginia González Melgarejo

La división de poderes fue creada con el propósito de mantener el equilibrio entre los poderes integrantes del gobierno republicano y en respuesta a los sistemas autoritarios,  absolutistas  y monárquicos defendidos por la derecha.
En el México independiente, será José María Morelos y Pavón, quien en 1813 habla por primera vez   de la necesidad de que los  Poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial estén divididos.
Una parte importante para que funcionen estos contrapesos, es la real y autentica autonomía que debe tener cada uno de ellos para que sus acciones y decisiones beneficien a la población o en su defecto impidan arbitrariedades contra los ciudadanos gobernados.
¿Pero qué sucede cuando esa independencia y autonomía se pierde? Se cae en la simulación democrática, que es la realidad que se vive lamentablemente en este país, donde podemos ver al Poder Judicial simulando impartir justicia en asuntos podríamos llamar “cotidianos”, pero cuando son asuntos que implican a los otros poderes en donde se debería demostrar el contrapeso que representan, los vemos claramente adoptando decisiones que los convierten en “Cortes de Injusticia” y en algunos caso se dicen “Supremas”.

Esa simulación ha alcanzado a todas las Instituciones con denominación “autónoma” que existen en el país, ejemplo claro de ello es el Instituto Federal Electoral, que ha perdido su característica original de ciudadano para convertirse en una extensión de los partidos políticos o del gobierno federal, según sea su actuación en el proceso electoral, lo nos hace ver claramente su vocación a todas luces sesgada y antidemocrática.
De igual manera se conduce el máximo árbitro de los comicios, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que a priori ha dado ya esbozos de lo que será su decisión en el conflicto poselectoral que está viviendo el país, convirtiéndose ambos en legitimadores de los votos que obtuvo Enrique Peña Nieto y el PRI, aunque estos hayan provenido de la descarada y burda maniobra de la compra y/o la coacción a los ciudadanos. Las pruebas abundan, pero en el colmo del descaro y el cinismo son consideradas insuficientes.
Así las cosas, se pretende instaurar en el país la cultura de la ilegalidad, en donde el circo político sigue dando espectáculo pues cuando asuntos tan graves como los que estamos viendo referentes a la triangulación de recursos provenientes de no se sabe donde hacia empresas fantasmas y al PRI y que reúnen todos los requisitos de lavado de dinero, que son a todas luces inmorales e ilegales, se pretenden legitimar con el simple hecho de recontar unos votos fraudulentos de origen.
¿Estamos, pues, los ciudadanos en completa indefensión? ¿Qué hacer? ¿Cómo se exige a quiénes en los hechos no cumplen su función? Como sociedad es nuestro deber manifestarnos, no claudicar, sumarnos al  movimiento social que hoy exige la invalidez de la elección presidencial, la fuerza del descontento ciudadano  debe ser tal que  impida que la cultura del “billetazo, los vales y las tarjetas” se convierta en la “normalidad democrática” que hoy nos quieren imponer.

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