Julio Hernández López
Astillero
Buenos tratos
Optimismo impostado
MVS: la venganza
De Acapulco a Atlacomulco
Ya deslizándose abiertamente hacia el humor negro, Felipe
Calderón ha hecho saber en uno de los vértices de la norteña violencia extrema,
Durango, que difícilmente la siguiente administración federal habrá de tratar a
esa entidad federativa tan bien como él presume que lo ha hecho a
partir de índices de inversión pública de por sí discutibles.
El responsable histórico del sangriento y sombrío sexenio
por terminar pretende mostrar buena cara al mal tiempo. Derrotado en su afán de
hacerse del control panista antes de dejar Los Pinos, y catastrófico en la
inmensa mayoría de los rubros del gobierno que ejerció desde la ilegitimidad,
Calderón desea mostrarse de muy buen humor, con talante de triunfador, todo un
político satisfecho de haber cumplido con creces el encargo recibido.
El tragicómico optimismo impostado del fúnebre personaje
que aún habita en Los Pinos contrasta con el cinismo confeso de Vicente Fox,
que al final de su gestión elogiaba la sublimación de la tontera al decir que
él ya podía declarar ante los medios en los términos que le diera la gana, al
cabo que ya iba de salida. Pero, en el caso de Calderón, no deja de ser un
abuso cruel, una pesadísima broma de mal gusto histórico, pretender que trató
bien a los mexicanos y que en el futuro ese récord de benevolencia no podrá ser
superado.
Joaquín y Ernesto Vargas, por ejemplo, tienen fundadas
razones para declararse muy maltratados y esperar reivindicaciones en un nuevo
contexto de poder. El hecho incontrovertible es que la administración
calderonista les impidió desarrollar un negocio lícito y legítimo, consistente
en la prestación del servicio de banda ancha, a partir de la aplicación de
facultades discrecionales que obstruyeron sistemáticamente el arranque de esa
empresa en la que concurrían inversionistas extranjeros. También es
incontrovertible que ese mismo gobierno federal decidió adelantar el rescate (una
especie de expropiación) de las concesiones de las frecuencias sobre las que se
montaría ese negocio.
Las primeras impresiones negativas que generó ese
arranque autoritario del calderonismo de fin de sexenio fueron precisadas y
confirmadas ayer por dos miembros de la familia Vargas –Joaquín y Ernesto–,
quienes ofrecieron una amplia conferencia de prensa para dar su versión del
conflicto. Apoyado solamente en la validez de su palabra, sin prueba alguna
mostrada en el acto, Joaquín Vargas hizo saber que la actual administración
federal amenazó a MVS, la firma de televisión por cable y radiofonía que tiene
como programa estelar el noticiero matutino conducido por Carmen Aristegui, con
no aprobar el negocio de la banda ancha móvil si no había una disculpa pública
de la periodista luego de haber abordado al aire los señalamientos hechos en un
amplio contexto político (en la propia Cámara de Diputados, para dar un
ejemplo) de que el ocupante de Los Pinos fuese alcohólico. No solamente eso:
también dijo Vargas que el gobierno federal les chantajeó para que no se
criticara la fusión de Televisa y Iusacell.
Las palabras de Vargas fueron refutadas y replanteadas
por las de Javier Lozano, el ahora senador electo que fue beligerante
secretario del Trabajo y que, en tal condición, asegura haber sostenido
diálogos con el presidente de MVS en los que éste decía usar a la periodista
Aristegui como ariete profesional contra Televisa y, por otra parte, como
moneda de cambio en busca de la autorización del negocio de la banda ancha.
Dado que ninguna de las partes presentó medios de prueba
de sus dichos, el asunto ha comenzado a moverse en el delicado ámbito subjetivo
de la credibilidad, tanto la personal como la institucional. Vargas no es un
hombre de conflictos y, en general, ha hecho fluir los intereses de su empresa
mediante el entendimiento pleno con los poderes en turno, tanto priístas como
panistas. Una primera reacción ante la ira en Los Pinos contra Aristegui por
las acusaciones de alcoholismo llevó al directivo de MVS a acusar a la
periodista de violar el código de ética de la empresa y a tratar de calmar los
supremos enojos felipistas arrojando a Carmen a la piedra de los sacrificios.
Luego enmendó el camino y, en una decisión evidentemente muy difícil, restituyó
a la prestigiada comunicadora en su espacio de trabajo.
Lozano ha sido drástico ejecutante de órdenes y deseos de
Calderón; orgullosamente se creó una fama muy negativa entre segmentos
sindicales (el Mexicano de Electricistas, el de trabajadores mineros y los
relacionados con Mexicana de Aviación, entre otros) y ha llevado como estigma
las acusaciones que en su momento hizo un mexicano de origen chino, partícipe
de historias no confirmadas que mezclaban temas electorales calderonistas con
lavado de dinero y financiamiento de campañas en 2006, y que en su momento
aseguró haber sido amenazado con una frase que ya forma parte del catálogo
central de la picaresca política mexicana:coopelas o cuello.
Más que cooperadores, los integrantes de La Izquierda que
sí Ganó se reunieron ayer en Acapulco para pavimentar la declaratoria de
presidente electo a favor de Peña Nieto, que el tribunal tiene lista para
soltar en el momento más propicio. Con la denotativa ausencia de Andrés Manuel
López Obrador y con el neoizquierdista Ángel Aguirre como anfitrión y Marcelo
Ebrard como apresurado aspirante a nuevo jefe máximo, se reunieron los
gobernadores electos y en funciones, ediles, diputados federales y senadores
electos, así como dirigentes del PRD, el PT y el Movimiento Ciudadano (antes
Convergencia) para formar un frente de izquierda que les ayude a transitar
negociadamente el extraoficialmente asumido sexenio peñanietista. De Acapulco a
Atlacomulco, tal es la ruta del festivo encuentro cumbre de las
izquierdas sin López Obrador ni Morena. Y, mientras ha sido asesinado Antonio
Haces, quien era secretario de finanzas del Partido Revolucionario
Institucional de Puebla y, al mismo tiempo, director regional de banca Ixe,
perteneciente a Banorte, ¡hasta mañana!
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