Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
Al borde de una gran tribulación
Tal parece que la Gran Tribulación bíblica está a la vuelta de la esquina, como lo permiten ver hechos muy significativos, como la crisis alimentaria que se avecina por efecto de prolongadas sequías, por un lado, y lluvias torrenciales por otro; el aumento de la violencia en el planeta por el creciente armamentismo y la imparable descomposición social, derivada a su vez de que el supremo valor de los grupos de poder no es la vida, sino las ganancias; el aumento del desempleo, como consecuencia de la aplicación de políticas antidemocráticas orientadas a favorecer a cada vez más fuertes organizaciones monopólicas trasnacionales.
México es un ejemplo paradigmático de tan dramática realidad, pues en su territorio se viven de manera exponencial esos calamitosos problemas estructurales. En la actualidad, somos un pueblo absolutamente dependiente del exterior en materia alimentaria, lo que nos coloca en una situación para la que no hay defensa posible. Y lo peor es que en vez de que las máximas autoridades del país estén tratando de corregirla, la están agudizando más al promover políticas que atentan contra la economía de los cada vez más extenuados productores agropecuarios.
A la fecha se destinan alrededor de 20 mil millones de dólares anuales a la importación de alimentos básicos, lo que convierte a México en la principal nación de América Latina en este renglón. De 1994 a la fecha se han gastado 200 mil millones de dólares en la compra de granos y alimentos en el exterior, principalmente en Estados Unidos. Incluso quienes no somos expertos podemos colegir que con tales cifras invertidas en el campo mexicano, la producción agropecuaria no sería deficitaria y no habría los agudos problemas sociales que se viven en muchas zonas rurales. Pero en contrapartida, un reducido grupo de importadores no se beneficiaría con las extraordinarias comisiones que representa la compra de alimentos en el exterior.
Es la misma situación que se vive en el sector energético, caracterizado por la absurda e inexplicable importación de gasolinas cuando México es un país productor de hidrocarburos. A costa de la pobreza de cada vez más mexicanos, un grupito de vivales se enriquece con la compra en Estados Unidos de gasolinas, y de paso se beneficia a empresas refinadoras del petróleo crudo que se exporta, en vez de que se procesara aquí como es lo racional y aconsejable. De ahí la firme oposición gubernamental a la construcción de refinerías en México, la única solución real al problema del encarecimiento de las gasolinas.
Para continuar esta irracional estrategia económica, la oligarquía actúa inescrupulosamente a fin de que la izquierda, que sólo lucha por cambios democráticos, no por la instauración del socialismo, se mantenga en calidad de oposición, y cada vez más “civilizada”. Con esto, lo único que se está propiciando es un agravamiento de las terribles contradicciones sociales que caracterizan a México en la actualidad, que serán cada vez más severas a medida que la propia izquierda se preste, como lo hicieron Los Chuchos, a servir de esquirol de los grupos oligárquicos más reaccionarios.
De ahí que sea muy preocupante la retirada táctica que algunos miembros de la izquierda acomodaticia están haciendo del movimiento encabezado por Andrés Manuel López Obrador. Parece que no se dan cuenta de que así le facilitan el camino a la oligarquía para seguir ahorcando a las clases mayoritarias, no sólo con medidas económicas draconianas, como las señaladas arriba, sino con una finalidad aún más perversa: hundirlas en la auto denigración y el envilecimiento, para hacerlas más fácil presa de sus designios de control político. En este sentido, es alentador que en la llamada Cumbre de las Izquierdas, que se acaba de celebrar en Acapulco, se haya refrendado el apoyo al candidato del Movimiento Progresista y se haya hecho un firme compromiso de unidad.
Sin embargo, así como vamos caminando como especie humana, no parece que habrá mucho margen para que las clases privilegiadas gocen de su posición y riquezas. Cada vez hay más conciencia, entre muchos pueblos del mundo, de las causas profundas de una realidad que nos acerca al dantesco Armagedón bíblico. Esta realidad la expresa muy atinadamente el Sindicato Andaluz de Trabajadores: “Los ricos son los que han provocado esta crisis y los pobres son los que la están pagando”. Por ello están dando una lucha frontal contra el gobierno derechista de Mariano Rajoy, quien no se inmuta y sigue dispuesto a mantener su pie sobre el cuello de las clases mayoritarias españolas, igual que lo hacen aquí los “gobiernos” tecnocráticos desde 1983, y se apresta a seguirlo haciendo Enrique Peña Nieto.
El pueblo que emitió su voto sin coacciones ni limosnas, mayoritario por eso mismo, está consciente de que nos encontramos en la orilla del precipicio. En contrapartida, alrededor de cinco millones de votantes que vendieron su voto al PRI en las zonas más depauperadas y marginadas, no tienen idea de la magnitud del desastre que se avecina si Peña Nieto llegara a Los Pinos. Entonces, México viviría su propia Gran Tribulación.
(guillermo.favela@hotmail.com)
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