Sociedad adiestrada
María Teresa Jardí
Hace treinta o cuando mucho cuarenta años, cincuenta ubicándonos muy, muy
atrás, un solo evento de los muchos que ocurren todos los días de manera
cotidiana, a los que nos han y hemos acostumbrado y de los que se habla incluso
entre comadres que se encuentran en el mercado como si no se tratase de
cuestiones atroces como el que seres humanos sean colgados en puentes
peatonales, en el mejor de los casos asesinados antes de ser colgados o dando
el paso ya a colgarlos vivos antes de ser ejecutados. --Hoy aparecieron dos
colgados en el puente de por mi casa-- ¡Ay!, qué bueno que sólo haya sido en
ese puente ¿no?
Seres humanos ejecutados. Por ¿quién o quiénes? No importa. La mayoría ya ni
siquiera se lo pregunta y en el fondo hasta está convencida de que efectivamente
son hechos que se dan entre “miembros de la delincuencia organizada que entre
ellos se matan” y de que a ellos no les va a alcanzar aunque la violencia ya se
encuentre tocando en la puerta de sus casas.
Violencia, no importa el nombre que le queramos dar, generalizada en contra del
pueblo y que puede alcanzar a todas las familias.
No importa que se diga que son ajustes de cuentas de los “Zetas” o de miembros
del Cártel del Pacífico o del Golfo... No importa que los promotores de la
misma sean militares o los paramilitares que comanda García Luna, a los que
seguimos llamando policía porque nos hemos acostumbrado también a vivir sin
policía. Preparados en La Escuela de las Américas del imperio yanqui o
deshumanizados por los egresados de esa Escuela de los Asesinos, a todos
alcanza por igual la perversidad implantada en ellos.
Hace sólo unos cuantos años, pensados incluso en función de la vida de las
personas, cualquiera de los eventos que de manera diaria aquí se viven ya sin
el menor de los asombros, lo mismo el colgado de seres humanos en los puentes o
la aparición un día sí y otro también de cementerios clandestinos. Cualquiera.
La quema de niños en una guardería convertida en negocio de los familiares de
las mafias entreguistas que en México desde Miguel de la Madrid, como
tecnócratas, nos desgobiernan; y desde Echeverría, llegando hacia atrás a
Alemán, convirtiendo la corrupción en mérito y en estupidez la honradez en el
servicio público. Cualquiera de los eventos en el que queramos pensar como la
toma de decisión de organizarse una guerra en aras de legitimarse quien llega
con un fraude legalizado a ocupar la silla del Ejecutivo. Uno solo habría
producido un escándalo de tal magnitud que se habrían visto obligados los
responsables de la conducción de la cosa pública a dar una respuesta.
Tendríamos quizá que empezar a reconocer que nos han ido convirtiendo en una
sociedad adiestrada al estilo de lo hecho con los criminales ejemplificado en
esa vieja película llamada Naranja Mecánica.
Mientras se bajaba la educación al punto de que hoy México ocupa los primeros
lugares en todo lo peor que sucede en el mundo. Nos iban adiestrando, está
claro, para poder manipularnos implantando en la mente de los mexicanos una
tolerancia del todo incomprensible. Y, por ende, una tolerancia que
imposibilita el cambio en el corto y en el mediano plazo.
Hace apenas unos cuantos años cualquiera de los escándalos cotidianos que nos
hemos acostumbrado a ver como normales habría ameritado respuestas.
El caso de la Guardería ABC habría tenido como consecuencia la caída del
gobernador responsable y el encarcelamiento de los dueños de la misma, junto
con quien se prestó a convertir en negocio ese servicio ordenado
constitucionalmente para ser prestado a los hijos de las madres trabajadoras.
Pero nos hemos convertido en un pueblo adiestrado para ser manipulado al estilo
de lo realizado por la policía (contra un criminal, no importa) en esa
película, alertadora quizá, de lo que venía una vez convertido México en
laboratorio del imperio gringo. Terrible película que debió alertar al mundo de
que Hitler seguía operando.
domingo, agosto 19, 2012
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