Poder, libertad y democracia en México
Miguel Concha
México, en cuanto Estado moderno, ¿constituye realmente
un auténtico Estado, con los rasgos de una modernidad republicana?
¿Podemos afirmar, sin traicionar la moral política, que se han cumplido los
ideales del movimiento de Independencia y de la Revolución Mexicana? Son las
candentes preguntas que en esta hora 25 de nuestro Apocalipsis mexicano se
plantea Francisco Piñón Gaytán en su libro de reciente aparición México, Los
rostros de un Leviatán (Poder, Libertad, Democracia), editado por el
Centro de Estudios Sociales Antonio Gramsci y por Plaza y Valdés.
Piñón Gaytán nos presenta una desnuda y lacerante
radiografía de México en estahora 0 de principios de siglo. Pero la mirada
del autor, profesor universitario, no es la que recoge una casuística
amarillista que escandalice a las buenas conciencias, o que se pueda
encerrar en una simple lectura de crítica política. Su punto de partida es
histórico-filosófico, ya que enmarca su reflexión dentro del horizonte de una
filosofía de la historia.
Recoge las aguas del pasado, precisamente para poder
enjuiciar y reflexionar el presente. Nos presenta un Estado-Nación en grave
crisis, prácticamente en un estado terminal, donde las instituciones
políticas no hacen sino respirar decadencia y anunciar cataclismos. Sobre todo
tiene muy claro el panorama: en México ya no basta cambiar de rumbo es necesario
cambiar de nave. La República, a lo largo y ancho del país, ya no resiste las
embestidas de un Leviatán económico-político que desde hace muchos años ha
perdido el rumbo.
El autor nos recuerda que los tiempos actuales de crisis
y penuria son secuelas ciertamente del pasado, pero al mismo tiempo fruto de
una catastrófica condición política posrevolucionaria, que no supo aprovechar
lo mejor de las conquistas de los movimientos a partir de la Independencia. De
allí la parálisis y el caos de ésta y las pasadas administraciones, de allí la
pregunta que el libro se preocupa en responder desde la perspectiva de la
historia y la filosofía: ¿Cómo y por qué se ha perdido el rumbo, si es que
alguna vez lo tuvo?
Es la razón por la cual el autor se adentra en mostrarnos
algunos girones de historia del paisaje nacional. El análisis de la crisis
política, económica y social de México que realiza, parte del estudio de varios bloques
históricos, en recíproca dependencia.
México es fruto no mecánico de la lengua-visión española
y del mundo indígena, todavía no suficientemente descubierto. Lo que llamamos
México surge de una conquista española que tiene dos grandes vertientes: 1) la
civilización occidental humanista de fray Bartolomé de las Casas, Pedro de
Gante, Bernardino de Sahagún, Vasco de Quiroga y fray Alonso de la Veracruz, y
2) los comportamientos políticos de Hernán Cortés, Diego de Ordaz, Pedro de
Alvarado y Cristóbal de Olid. México también es en lo jurídico expresión de una
República ante la cual todos somos iguales en la forma de la ley.
Conquista de los movimientos independentistas y revolucionarios. Igualdad, sin
embargo, que muchas veces no ha respondido a la conformación de la complejidad
y diversidad cultural del país.
La racionalidad cientificista y tecnocrática importada,
que persigue la consolidación del homo economicus y la globalización
del mercado, del Leviatán económico, se han empeñado en ofrecer esa supuesta
igualdad. Muchas veces la ley, la realmente existente y la pragmáticamente
interpretada, ha sido la que esclaviza, manteniendo las desigualdades sociales.
En el ámbito político el Estado mexicano, el ya
independiente, ha pugnado por erigirse como ese moderno Leviatán que exige
pleitesía y sumisión, al que los individuos deben ser sacrificados. En el
lenguaje de la burocracia se nos repite en la práctica política en México, a
veces de forma velada, directa o indirectamente, que fuera del Estado-gobierno
no hay salvación, y que al margen de su voluntad todo es heterodoxia,
antimexicanidad, delito de disolución social, casi traición a la Patria. Como
bien lo señala Piñón Gaytán, Se ha confundido la persona del príncipe con
la voluntad de la Nación, cayendo en un presidencialismo absolutista que nada
tiene que envidiar, en lo que a concentración de poder se refiere, a los
césares de la antigua Roma o a los soberanos absolutistas de la Francia de los
siglos XVIII y XIX (p. 11).
El deterioro de nuestras instituciones anuncia un Estado
que ya no puede garantizar el mínimo de la seguridad social. Piñón nos invita a soñar
una vez más lo imposible. Los poderes fácticos ya no se pueden enfrentar sólo
con reformas electorales o fiscales, sino a partir de una verdadera reforma
intelectual y moral, que acompañe a una auténtica reforma económica. El desafío
que vivimos como sociedad es grande. Urge un nuevo proyecto de nación. Uno que
emerja desde abajo, de la organización social. Donde se exprese lo nacional-popular.
El origen debe estar en las culturas subterráneas, que
vía la organización echen a rodar los movimientos de libertad. En estos
tiempos mexicanos la honda de David debe tener derroteros precisos: saber que
el eterno Goliat tiene, a fin de cuentas, los pies de barro. Es la hora 0,
es la hora de pasar de la indignación a la organización política, es la hora de
la acción. De ahí la importancia histórica, añado yo, de las organizaciones y
movimientos que desde hace décadas surgen y se multiplican en el país, y que
hoy procuran articularse democráticamente entre sí, para resistir de múltiples
maneras contra el neoliberalismo, y seguir luchando por otro proyecto de
nación.
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