sábado, agosto 11, 2012

La ceguera del PRI, como la de Don Porfirio

La ceguera del PRI, como la de Don Porfirio
Jorge Canto Alcocer

La unánime designación de dos políticos corruptos y mafiosos como coordinadores parlamentarios del PRI pone claramente de manifiesto que, a despecho de todas las declaraciones, el antiguo Partido Único es totalmente sordo al clamor de la sociedad, totalmente ciego ante realidad actual del país.
De hecho, el acto de oficialización de las designaciones, en el curso de una comida con el candidato al que se pretende imponer en la presidencia de la república, parece sacado de tiempos arcaicos. Discursos huecos y laudatorios, promesas de absoluta sumisión ante el poder imperial del tlatoani divinizado.
Es imposible no rememorar escenas más antiguas aún. Y a la memoria regresan los días finales del Porfiriato cuando, tras consumar el fraude electoral contra Madero y el Partido Antirreeleccionista, Don Porfirio se regodeó en las faraónicas ceremonias del centenario de la Independencia, en septiembre de 1910. Unas pocas semanas después de aquellas celebraciones en las que la dictadura presumió de una estabilidad ficticia, miles de ciudadanos protagonizaron un levantamiento que terminó por aplastar la imposición.


Díaz fue un hombre inteligente, un estadista que aprendió el difícil arte de la política tras décadas de lucha militar y facciosa, conocedor preclaro de las ambiciones de los hombres, con las que jugó sabiamente para mantenerse en el poder durante más de tres décadas. Su gran error fue haber creído que dominando, manipulando a los políticos, podía convertir la mentira en verdad, el fraude en gobierno. Rodeado de gentes que hablaban el mismo idioma, creyó que la estrategia del “palo” –la represión- y la “zanahoria” –la corrupción- sería suficiente por siempre. Madero, Zapata, Villa, Alvarado y toda una generación de líderes populares ni se quebraron por la represión ni se vendieron a la corrupción, desquiciando el simplista esquema porfirista.
Coldwell, Murillo, Beltrones y Gamboa Patrón son todos priístas de viejo cuño, se formaron en la época en la que el Partido Único compraba conciencias y asesinaba opositores sin el mayor miramiento, confiados en que sus crímenes e inmoralidades quedarían por siempre en la impunidad ante el absoluto control de las policías, los órganos judiciales y los medios de comunicación. Y todos ellos han destacado en los años de la llamada “transición democrática” por su corrupción y facilidad para la transa y el contubernio con otros grupos políticos de la misma calaña. ¿Encabezarán ellos la transformación del PRI? ¿Lucharán hasta la extenuación en la defensa de los intereses populares? ¿Serán siquiera capaces de dialogar en condiciones equitativas con la ciudadanía, con las fuerzas progresistas, con la derecha democrática? Ya Coldwell y su ridícula reacción ante las protestas estudiantiles en la Ibero nos permiten augurar las respuestas a estas cuestiones.
Así como Don Porfirio ignoró el clamor popular en 1910 e intentó continuar gobernando con el absolutismo y la ampulosidad de antaño, el PRI le apuesta a una restauración absoluta de las formas que le permitieron gobernar durante décadas, ignorando su enorme impopularidad y el creciente despertar ciudadano. Como Don Porfirio, el PRI estima que con el juego del “palo y la zanahoria” podrá controlar el liderazgo de Andrés Manuel y el poder del movimiento popular. A semejanza del Porfiriato, su ceguera precipitará su caída más temprano que tarde. Ojalá y que hasta allí lleguen las semejanzas, y no esa incapacidad desencadene más violencia y más sufrimientos. Ya con el agonizante calderonato hemos tenido más que suficiente.

No hay comentarios.: