Los carranclanes del salinismo y del calderonismo
Alvaro Cepeda Neri
Prólogo Político
Con motivo del manotazo presidencial que obligó a la comunicadora Carmen Aristegui a dejar su programa de radio y televisión, donde informa y ejerce los derechos del periodista conforme a sus opiniones (que pueden o no satisfacer a todos), algunos periodistas que sirven como voceros del salinismo, pontificaron para decir lo que es el periodismo, según sus puntos de vista. Otros descalificaron a la comunicadora, porque calificaron de rumor la información sobre la manta exhibida en el recinto legislativo de la Cámara de Diputados Federales, en la que diputados del Partido del Trabajo, con todo su derecho, cuestionaron la presunta adicción alcohólica de Calderón. El hecho fue pasado al aire por radio y televisión, con la pregunta de Aristegui respecto a si tal era o no cierto, que desde Los Pinos se aclarara.
En lugar de eso, Calderón directa o indirectamente, intervino ante los empresarios de MVS, para que la periodista le presentara sus disculpas y escribiera una carta en los mismos términos. Carmen se negó a ambos, ya que ella sólo informaba de un hecho, brindando el espacio para que Calderón o su empleado replicaran, no al rumor, sino a la categórica afirmación hecha. El acto y la conducta de Aristegui motivaron que en lugar de criticarla y demostrar su desacuerdo los periodistas que la impugnaron, orquestaron más dimes y diretes, que discrepar.
Alvaro Cepeda Neri
Prólogo Político
Con motivo del manotazo presidencial que obligó a la comunicadora Carmen Aristegui a dejar su programa de radio y televisión, donde informa y ejerce los derechos del periodista conforme a sus opiniones (que pueden o no satisfacer a todos), algunos periodistas que sirven como voceros del salinismo, pontificaron para decir lo que es el periodismo, según sus puntos de vista. Otros descalificaron a la comunicadora, porque calificaron de rumor la información sobre la manta exhibida en el recinto legislativo de la Cámara de Diputados Federales, en la que diputados del Partido del Trabajo, con todo su derecho, cuestionaron la presunta adicción alcohólica de Calderón. El hecho fue pasado al aire por radio y televisión, con la pregunta de Aristegui respecto a si tal era o no cierto, que desde Los Pinos se aclarara.
En lugar de eso, Calderón directa o indirectamente, intervino ante los empresarios de MVS, para que la periodista le presentara sus disculpas y escribiera una carta en los mismos términos. Carmen se negó a ambos, ya que ella sólo informaba de un hecho, brindando el espacio para que Calderón o su empleado replicaran, no al rumor, sino a la categórica afirmación hecha. El acto y la conducta de Aristegui motivaron que en lugar de criticarla y demostrar su desacuerdo los periodistas que la impugnaron, orquestaron más dimes y diretes, que discrepar.
Los enemigos, que no adversarios de Carmen Aristegui (envidian su capacidad para ser una periodista muy escuchada y vista en su noticiero), dijeron lo que es y no es el periodismo. Se alzaron como los dueños del hacer y quehacer del periodismo. En los espacios de sus presentaciones, mostraron que solamente ellos saben qué debe informarse y qué autocensurarse, alegando que existen códigos de ética, y pasando por alto que no hay más normas de conducta que la legitimidad de las leyes escritas. Pisotearon la libertad de expresión que es lo que estaba en cuestión, al lado de la libertad de informar y, claro, la libertad de opinar, cuestionar y hasta de criticar.
Esos carranclanes (este fue el apodo a los carrancistas que se dedicaron, durante la Revolución Constitucionalista, a saquear, a robar, con toda impunidad y con las armas amartilladas, por si los despojados quisieran oponerse), son ahora los propietarios de la verdad absoluta y solamente ellos saben, pues, qué es y qué no es el ejercicio del periodismo. Ello saben escribir y actuar ante las cámaras de televisión, proclamándose como los defensores de Salinas y Calderón, acto que nadie les niega (cada quien su vida, dijo Luis Basurto); pero, con todo y sus aires de pontífices del periodismo, a lo único que tienen derecho (ni siquiera por el derecho natural ni por algún código de ética) es a dictar cátedra, mientras ejercen su periodismo y los demás el suyo, con todo y discrepancias y debates por los desacuerdos. Tan simple como la divisa voltereana: “Estaré hasta la muerte en contra de lo que dices, pero defenderé hasta la muerte el derecho que tienes para decirlo.
cepedaneri@prodigy.net.mx
¡Pronto tendremos nuevas encuestas para usted!
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