sábado, abril 10, 2010

Jaime Ornelas Delgado : ¿Y si la izquierda existiera?

TENDAJÓN MIXTO
¿Y si la izquierda existiera?

Jaime Ornelas Delgado


Lo que no pudieron Vicente Fox y el Partido Acción Nacional, destruir al movimiento lopezobradorista, lo están logrando los Chuchos y sus aliados perredistas que, olvidando las que decían eran sus convicciones de hace apenas unos días, hoy forman la sumisa corte de los candidatos a la gubernatura y a la presidencia municipal de Puebla, decididos al modo y al gusto de la derecha panista –y hay quien afirma yunquista–, esa que con singular fiereza destruyó Luz y Fuerza del Centro e intenta acabar con el Sindicato Mexicano de Electricistas; la que privatiza Pemex para hacerla “tan eficiente, productiva y lucrativa” como Televisa; la que promueve una reforma laboral que atenta contra los derechos laborales y aniquila al sindicalismo; la misma que sacó al Ejército de los cuarteles y apoya la guerra de Felipe Calderón en contra del crimen organizado, que ha llevado al país a una profunda crisis de seguridad, que tan sólo en marzo pasado significó la muerte violenta de mil 56 personas, entre ellas 37 mujeres y 67 menores de edad; derecha que sostiene una política económica cuyos resultados han sido la caída de 6.5 por ciento en el Producto Interno Bruto,
haber logrado en el mes de febrero el registro de desempleo más alto de la última década, con una inflación que durante los dos primeros meses del año pulverizó el ridículo aumento salarial decretado para 2010 y que hizo caer en 62 mil millones el ahorro de los mexicanos; política económica, también, que en tan solamente en dos años logró aumentar en 6 millones el número de pobres en el país y elevó la deuda pública a 3 billones 708.37 millones de pesos, sin que esa magnitud se haya reflejado en mejoras a la estructura productiva del país y, sí, se ha traducido en un inmoderado incremento del improductivo gasto corriente del gobierno federal para mantener los privilegios de la burocracia dorada; una derecha que criminaliza la lucha social y persigue a quienes pacíficamente resisten al poder; derecha ignorante que regatea recursos a la educación pública y alienta la privada y promueve una cultura envilecida, sin ofrecer expectativa alguna a millones de jóvenes que hoy “ni estudian ni trabajan”; en fin, una derecha que sostiene a un presidente que “haiga sido como haiga sido” llegó a la presidencia de la República Mexicana sin lograr la legitimidad que los ciudadanos le negaron en las urnas.

Hace unos años, en 1990 par ser precisos, durante una reunión de la derecha latinoamericana convocada por Octavio Paz, el escritor Mario Vargas Llosa, en esa época peruano y hoy español, causó revuelo al afirmar la existencia en México de una dictadura perfecta: “una dictadura que, además afirmó Vargas Llosa, ha creado una retórica que la justifica, una retórica de izquierda, para la cual a lo largo de su historia reclutó muy eficientemente a los intelectuales, a la inteligencia. Yo no creo que haya en América Latina ningún caso de sistema, de dictadura, que haya reclutado tan eficientemente al medio intelectual, sobornándolo de una manera muy sutil, a través de trabajos, a través de cargos públicos...” La derecha en el poder sigue ahora los pasos del entonces hegemónico PRI. Ya no confronta a la izquierda partidista, la ha coptado mediante el ofrecimiento de curules, regidurías y otros cargos menores. El discurso que dice esa izquierda –de alguna manera hay que llamarla– justifica su alianza con la derecha, en apariencia, nada tiene que ver con esos ofrecimientos, sino con la necesidad de combatir los cacicazgos priistas. Mera retórica justificante, que pretende hacernos creer que sustituir a un mal por otro mal es mejor que fortalecer un proyecto de izquierda que sea atractivo para los miles de ciudadanos hastiados de la corrupción de la derecha, tanto priista como panista, que nada ofrece ya al país.

Lamentablemente, el movimiento lopezobradorista se ha dividido: unos han escuchado el canto de la derecha y ahora van con el PAN en una alianza que prefigura lo que serán las elecciones en 2012, si atendemos a lo que afirmó Jesús Ortega (a quien muchos de los aliancistas de hoy decían repudiar), en el sentido de que a pesar de algunas voces disidentes de panistas y perredistas se habían logrado establecer alianzas en Oaxaca, Durango, Puebla e Hidalgo para competir por las gubernaturas, y si esto se logró, concluyó “visionario y profético”: “si pudimos avanzar de esta manera, no es descartable unir fuerzas en 2012.” (La Jornada, 27/03/10: 24); otros, dicen rechazar las alianzas con la derecha, argumentando, correctamente, que el voto es una decisión personal, pero no asumen la necesidad de discutirlas y permitir entonces una actitud razonada ante ellas; en realidad, son aliancistas vergonzantes: dicen no a las alianzas aunque la consienten.

La “alianza táctica” con la derecha la pusieron en marcha el ex priista y salinista Manuel Camacho Solís y los Chuchos, discípulos de Aguilar Talamantes, con el propósito de aislar a Andrés Manuel López Obrador, dejarlo al margen de la lucha electoral y sin partido posible que lo postule en 2012. Ahora, son ellos lo que creen que López Obrador es un peligro para México y quieren cerrarle el paso. Hay una consigna que hacen circular distintos actores políticos: votar, no importa por quién, por la alianza PAN–PRD o la del PRI–Verde Ecologista, pero no por el PT, “partido que debe perder el registro”. Más claro ni el agua, la traición está a la vista.

Por supuesto, la retórica de los aliancitas saldrá al paso y dirá que eso no es cierto, que ellos se mantendrán firmes en sus convicciones, aun formando parte de gobiernos derechistas y que, en su momento, apoyarán a López Obrador, claro con una condición: “si éste es el mejor posicionado”. Y para saberlo, por supuesto, propondrán una encuesta. Y quien no quiera ser tonto será acusado de “hacerle el juego al PRI”, como si la disyuntiva fuera la derecha panista o la derecha priista y no la derecha o la izquierda, que es, hoy por hoy, la contradicción principal en la sociedad mexicana.

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