sábado, abril 24, 2010

Guillermo Fabela Quiñones : Engendros de la mente


Engendros de la mente

Guillermo Fabela Quiñones


Ahora resulta que los agudos problemas que padecemos los mexicanos no existen, son una mera percepción que es indispensable modificar, tarea que encomendó principalmente a los banqueros. Es obvio que éstos no harán nada a ese respecto, ya que como extranjeros que son la inmensa mayoría de ellos, no tienen un mínimo interés por ayudar al inquilino de Los Pinos a solucionar situaciones que a ellos no los perjudican. Vemos así porqué las cosas en México van de mal en peor, pues para Felipe Calderón todo se reduce a engendros de la mente, que se niega a ver lo bien que estamos en la mayoría de los rubros. La extrema violencia que estamos sufriendo, la crisis económica que no cesa, las presiones de los poderes fácticos para disfrutar de más privilegios son meras percepciones de malos mexicanos que no quieren aceptar que vivimos en el mejor de los mundos.

Según Calderón, los banqueros gozan de credibilidad porque tienen una percepción positiva, misma que deberían compartir con los mexicanos para de ese modo poder aumentar la demanda interna. El reto del gobierno y de los banqueros, afirmó, “es poder transmitir precisamente una percepción que sea acorde con lo que está ocurriendo en este momento”. Es de esperarse que no sea así, pues las consecuencias serían desastrosas, sobre todo para la población que se la pasa enajenada con las percepciones, éstas si muy obvias, que transmite el duopolio televisivo sobre un mundo idílico, inexistente. Al salir de su estado cataléptico, esos millones de televidentes se toparían con una realidad muy dramática, y el riesgo posible es que podrían comenzar a pensar sobre las causas de tal situación de la que vivían muy ajenos gracias a las telenovelas.
Tampoco será fácil que los consumidores puedan ver lo mismo que los banqueros, como lo pidió Calderón, porque “el día que eso ocurra, sé que crecerá el mercado interno más velozmente”. Está pidiendo la realización de un milagro como los que ocurrían en los tiempos apostólicos, es decir hace dos mil años. Si eso llegara a ocurrir no influiría en el mercado, sino en el mundo de la psiquiatría: faltarían profesionales del gremio suficientes para atender a los miles de pacientes que sufrirían de un síndrome inédito: sentirse banqueros. Entonces se produciría un fenómeno económico también nuevo: nadie querría trabajar sino sólo disfrutar de los enormes privilegios de que gozan los barones de la banca.
Desde luego, el crecimiento del mercado interno es un asunto de realidades muy concretas, como por ejemplo la existencia de salarios remuneradores que den a los consumidores una buena capacidad de compra. Mientras no se cuente con esta condición básica, es impensable un crecimiento sostenido de la demanda, que según Calderón es cuestión de tener una percepción positiva de la realidad. Nada se ganaría a ese respecto si los diez millones de nuevos pobres que son herencia del presente gobierno federal, se concretaran a pensar positivamente sobre su triste y lamentable existencia. Por mucho que se convencieran en rápidos soliloquios de que ya no son pobres, la terca realidad se encargaría de ponerlos en el sitio que les corresponde en la pirámide social.
Si los banqueros han sido desde siempre una casta altamente protegida por las autoridades, a partir de 1983 se convirtieron en una aristocracia intocable que hace y deshace lo que le viene en gana. Son los principales beneficiarios del neoliberalismo, y aquí en nuestro país han encontrado un medio ideal para acrecentar sus beneficios, muy superiores que los obtenidos por sus casas matrices en sus países de origen. Baste ver que en el primer trienio del actual sexenio, las ganancias netas de la banca han sumado 185 mil millones de pesos, dinero que en su gran mayoría ha salido del país. Así vemos que en vez de contribuir al desarrollo nacional, otorgando créditos al sector productivo, la banca ha sido el principal factor de la descapitalización que sufre la economía nacional.
Obviamente de ello no tienen la culpa los banqueros extranjeros, sino la burocracia dorada que no tiene empacho en servir de alfombra, otorgándoles todo tipo de facilidades, situación que supera a la que se vivió en tiempos del porfiriato, cuando gozaban de un trato preferencial del dictador y particularmente de su secretario de Hacienda, José Ives Limantour. En consecuencia, se equivoca Calderón en su análisis de las percepciones, pues en primer lugar no son tales, pues la pobreza y el subdesarrollo es un asunto muy real y concreto; y en segundo, los banqueros no influyen para nada en el mejoramiento de la economía nacional, sino todo lo contrario, gracias a sus prácticas altamente perniciosas. En vez de ser un apoyo, como sucede en la mayoría de las naciones, los banqueros aquí son la peor calamidad existente, gracias a que las autoridades federales son sus principales benefactores.

(gmofavela@hotmail.com)

No hay comentarios.: