Pemex en Galicia y políticos gerenciales
EDITORIAL DEL DIARIO LA JORNADA
El presidente del gobierno español, Mariano Rajoy,
reconoció ayer que participó personalmente en la gestión de los contratos entre
Petróleos Mexicanos (Pemex) y astilleros gallegos para la construcción de
hoteles flotantes. Como se ha informado en estas páginas en días recientes,
tales operaciones podrían salvar de la quiebra a Navantia, de Ferrol, y a
Barreras, de Vigo, las empresas beneficiadas con tales adjudicaciones. Desde
mayo pasado el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, correligionario
de Rajoy, había anunciado una alianza estratégica en la cual la
paraestatal mexicana desembolsaría cientos de millones de euros para fabricar
14 remolcadores y dos hoteles flotantes en astilleros gallegos, así como
construir un puerto exterior en La Coruña. Asimismo, agradeció a Enrique Peña
Nieto su aval a los contratos referidos, asentado en un comunicado del equipo
de trabajo del priísta.
Con el telón de fondo de la creciente orientación
empresarial y gerencial de los políticos en el mundo, quizá no resulte extraño
que Rajoy y Feijóo dediquen parte de su tiempo a reanimar consorcios privados
alicaídos, como es el caso de Navantia y Barreras, empresas que no habían
operado en años.
Al final de cuentas, tanto el gobernante nacional como el
local son intermediarios de las inversiones extranjeras para generar empleos,
tanto en España como en Galicia. De hecho, uno de los ejes en la campaña del
segundo con miras a su relección ha sido haber logrado la contribución de la
petrolera mexicana a la reactivación de la economía gallega.
Lo que resulta menos explicable es que políticos
mexicanos decidan canalizar el dinero de Pemex –es decir, del país– a empresas
extranjeras, en detrimento de firmas mexicanas capaces de realizar la tarea.
Con ello se fomenta, sí, la creación de puestos de trabajo, pero en las costas
cantábricas.
El hecho resulta particularmente exasperante si se
considera que las autoridades federales de nuestro país participaron en la
firma de tales contratos en forma subrepticia, y que la sociedad mexicana no se
enteró del asunto sino hasta que éste se dio a conocer en España.
La realización de los floteles, por último, es
indefendible si se toma en cuenta que durante muchos años las derechas
mexicanas han propugnado la privatización –parcial o total– de la industria
petrolera con el argumento de que Pemex carece de recursos para la renovación
de su infraestructura y para emprender nuevas prospecciones y proyectos
extractivos especiales, como los que se realizan en aguas profundas. Si esa
carencia de recursos es cierta, no puede explicarse entonces que ahora la
dirección de la paraestatal pretenda destinar cientos de millones de dólares a
reactivar la economía gallega, apartándose, de paso, de sus tareas
constitucionales y legales; éstas incluyen la exploración y explotación de los
campos petroleros propiedad de la nación y el refinamiento y la
comercialización de combustibles. No podrá encontrarse, sin embargo,
disposición legal alguna que justifique la incursión de la paraestatal en el
ramo de la hotelería.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario