Despojo y resistencia
Gustavo Esteva
Cuando Paulina llegó a Oaxaca, hace 15 años,
causó un desastre inmenso. No sólo arrasó con casas y bienes: hasta el suelo
desapareció. Por ahí apareció Ernesto Zedillo y sintetizó en una frase una
vieja obsesión de los de arriba: Es una lástima que la naturaleza haya
realizado lo que debimos hacer nosotros hace mucho tiempo.
Aunque Zedillo sólo refrendaba la manía de concentrar a
la población rural para darles servicios, es interesante observar cómo se
identificó con la fuerza destructiva del huracán. Para los pueblos, la acción
pública o privada que busca reubicarlos tiene todo el aspecto de un huracán
devastador.
Una de las formas más agresivas de hacerlo se ha
manifestado recientemente en Chiapas. La dispersión característica de la población
se utiliza como justificación del empeño. Según el gobierno de Chiapas, su
proyecto de ciudades rurales sustentables busca remediar la dispersión actual,
pues la inmensa mayoría de las poblaciones del estado tiene menos de 2 mil 500
habitantes; 14 mil 346 tienen menos de 100 y 12 mil 561 menos de 50.
Hace apenas un mes el gobernador Sabines defendió su
modelo al conmemorar el tercer aniversario de la fundación de Nuevo Juan de
Grijalva, la primera ciudad del proyecto. Como en el caso de Paulina, el
punto de partida fue un desastre natural: una de las mayores inundaciones en la
historia de Chiapas, que ocurrió hace cinco años. El gobierno decidió completar
la obra destructiva de la naturaleza.
Se han publicado numerosas críticas del empeño y se han recogido
innumerables testimonios adversos. El Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD), que en un principio brindó apoyo abierto a la propuesta, lo
ha retirado ya. Han dejado de funcionar proyectos productivos que
darían empleo a los campesinos desplazados, muchos de los cuales exploran ya
cómo recuperar sus tierras. A dos meses de que termine la gestión de Sabines el
proyecto se encuentra abiertamente en entredicho.
No se trata solamente de uno más de los desastres que el
ex perredista Sabines deja tras de sí. La operación se enmarca en un contexto
más amplio. La forma más simple de plantearlo en nuestro país es señalar que el
gobierno federal ha vendido buena parte del territorio mexicano, sobre todo
mediante concesiones a 50 años para la explotación minera. Al concertar estas
operaciones, el gobierno se impuso la obligación de realizar el despojo: limpiar de
habitantes los territorios concesionados. Se apegó a una vieja tradición: el
llamado clearing of estates (limpieza de fincas), que según Marx
consistía en barrer de ellas a todos los hombres, para realizar la
acumulación originaria con el más despiadado vandalismo y bajo el acicate
de las pasiones más infames, más sucias, más mezquinas y más odiosas.
Estamos en eso de nuevo. La historia entera del
capitalismo se caracteriza por el despojo, por la desposesión, pero no es
capricho de David Harvey hablar ahora deacumulación por desposesión, porque
conviene destacar ciertos rasgos de lo que ocurre actualmente, en lo que unos
consideran restructuración del capital para lanzar una nueva fase de expansión
y otros examinan como gestos desesperados en la fase terminal de ese régimen de
producción.
Como siempre, los dueños del capital intentan trasladar
los costos de la crisis a los trabajadores y acuden a todo género de artimañas
para salvarse del desastre que la acompaña. Como siempre, tratan de aumentar la
explotación en la relación salarial, devaluando la fuerza de trabajo y
facilitando su explotación, para lo cual se ven forzados a acudir a reformas
legales que desmantelen conquistas de los trabajadores. Como siempre, realizan
nuevas incursiones en territorios vírgenes de los que hasta ahora no
se habían ocupado. Todo esto, que se adapta a las condiciones de cada país y a
diversas correlaciones de fuerzas, se percibe a menudo como un retroceso, como
si fuera indispensable regresar a etapas superadas de la historia.
Pero no es un paso atrás, aunque se retomen formas y
prácticas que parecían olvidadas. Es un signo de los tiempos, que muestra tanta
intensidad como la de las resistencias que provoca en todas partes. A medida
que aumenta la locura agresiva del capital, se intensifican las resistencias.
El empeño actual se ocupa de tejerlas, para buscar caminos comunes. Esa es la
intención, por cierto, del encuentroEuropa/México: ¡No pasarán! Experiencias de
luchas en contra de los megaproyectos y en defensa del territorio, que ha
convocado para el próximo 25 de octubre el Cideci/Unitierra Chiapas. Es un
pasito nada más, se dice en la convocatoria al encuentro en que participan seis
grupos de dos continentes. Pero es un pasito que se multiplica, se hace cada
vez más vigoroso y constituye una fuente de esperanza.
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