#YoSoy132: movilizaciones que generan
instituciones
Gustavo Gordillo
www.jornada.unam.mx
El pasado en película. En el célebre filme de
Stanley Kubrick, Dr. Insólito, un científico ex nazi (Peter Sellers)
trabaja en la bomba atómica para los estadunidenses. Mientras les cuenta todas
sus posibilidades destructivas (semi-paralítico y en silla de ruedas) usa sobre
todo su mano derecha para expresarse. De pronto y en su entusiasmo la tiene que
contener, porque la mano conspira para hacer el saludo nazi.
Son los tics autoritarios. Como con el Dr.
Insólito, la mano autoritaria se expresa en automático. Primero queriendo
madrugar a los estudiantes ocupando espacios en el auditorio. Después, en una
declaración desafortunada en que EPN pretendía presentarse como alguien
valiente que asume directamente sus responsabilidades. Vean como punto de
comparación el informe presidencial en 1969, donde Díaz Ordaz asumió la
responsabilidad de la masacre en la Plaza de las Tres Culturas. Los tics
autoritarios se coronaron con dos descalificaciones: los de la asamblea no son
estudiantes, sino porros y manipulados. La otra: los estudiantes son una
minoría de jóvenes privilegiados. En 1968 descalificaban igual: son
privilegiados y no representan a los jóvenes.
La pendejada que prende la pradera. Los
movimientos espontáneos así surgen. Son espontáneos precisamente porque nadie
los planea a priori. Pero no surgen de la nada. Pequeños grupos de estudiantes
experimentan a lo largo de un periodo dilatado pequeñas luchas específicas,
aprendizajes colectivos. Todos esos activistas necesitan de un hecho,
generalmente una nimiedad, para que catalice una fuerza social que ahí está en
potencia. Tanto el movimiento de 1968 como el de 2012 encuentran en
declaraciones absurdas el combustible que prendió la mecha. Basta recordar el
desmentido del jefe de la policía sobre la puerta histórica tirada con bazuca
mientras la prensa sacaba las fotos.
2012 no es 1968. Ambos buscan una nueva forma
de hacer política. La gran diferencia es que el movimiento de 1968 actuó en el
contexto de un régimen autoritario y el movimiento de 2012 en el marco de un
régimen con instituciones democráticas, si bien frágiles. En 1968 el problema
era el monopolio del poder, ahora lo son las oligarquías fácticas. La
diferencia toral se observa en la demanda central: libertad a los presos
políticos en 1968, democratización de los medios de comunicación en 2012.
El #YoSoy132 ya ganó la primera ronda,
obligando al duopolio a pasar el debate en sus canales de mayor cobertura. Poco
a poco ha ido granjeándose el respeto de todos los actores políticos. Ha
provocado declaraciones, aún si fueran retóricas, respecto a la licitación de
nuevas cadenas de televisión. Pero sobre todo, ha influido de la mejor manera
en el proceso electoral: hablo del llamado a votar –voto razonado y
reflexionado– y de su contribución, con observadores electorales, a la limpieza
de las elecciones.
El reto neurálgico es el siguiente: cómo
pasar de movilización a movimiento y de movimiento a organizaciones e
instituciones. El movimiento de 1968 fue interrumpido drásticamente con la
represión, pero no desapareció. En los 70, los mismos brigadistas estudiantiles
terminaron siendo activistas en los movimientos obreros, campesinos y de
colonos. Sus movilizaciones jugaron un papel clave en la formación y
consolidación de muchas organizaciones. Ayudaron a construir nuevas
instituciones que funcionalizaron esta transición problemática, desarticulando
simultáneamente cabos de los nudos autoritarios.
Las organizaciones e instituciones que genere
esta movilización deberán contribuir a la segunda transición, que empodere a la
ciudadanía, establezca claros mecanismos de rendición de cuentas y contribuya a
una nueva y más equitativa conversación nacional sobre cuál es el país que
queremos construir entre todos.
Por eso es que sin ser joven ni estudiante
digo con orgullo también #YoSoy132.
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