Memorias de una infamia Atenco no se olvida
Adolfo Gilly
www.jornada.unam.mx
Fue hace seis años, un jueves 4 de mayo, en
plena campaña electoral presidencial del año 2006. La Jornada registró
día con día la represión policial contra el pueblo de San Salvador Atenco
lanzada por el gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, y el
presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Vicente Fox. Ambos, hoy unidos en
la campaña presidencial, han asumido públicamente la autoría y la
responsabilidad de aquellos hechos.
Hubo dos jóvenes muertos, de 14 y 20 años;
incontables pobladores golpeados y humillados; muchas casas cateadas,
destrozadas por dentro, robadas; más de 200 detenidos con violencia.
Hubo 12 pobladores encarcelados por más de
cuatro años. En julio de 2010 la Suprema Corte de Justicia de la Nación declaró
su inocencia y ordenó su liberación. ¿Quién les devolverá esos cuatro años de
su vida?
Hubo, infamia específica nunca castigada,
decenas de mujeres violadas, vejadas y humilladas por las fuerzas policiales de
Fox y Peña Nieto. Los responsables dicen que fueron excesos. Nadie ha sido
castigado desde entonces.
He vuelto a las páginas de La Jornada de
esos días. Esta es una selección de sus crónicas, memorias de una infamia que
los jornaleros, con oficio y coraje, registraron.
* * *
5 de mayo de 2006
Tres mil policías en la incursión
Con saña, la toma de Atenco: 110
detenidos más
A las cinco y media de la mañana del jueves 4
se cerró la pinza policiaca sobre San Salvador Atenco. Media hora más tarde se
registró el primer enfrentamiento para dejar libre la vía Texcoco-Lechería. En
el poblado, la operación se dio por varios flancos. Hubo un bombardeo incesante
de gases lacrimógenos. En términos generales, los ejidatarios opusieron poca
resistencia. De inmediato se desataron una serie derazzias y múltiples
cateos de viviendas en las que se aprehendía a los moradores. Éstos eran
brutalmente golpeados y arrastrados en vilo hacia las camionetas oficiales.
Según reportes, hasta el momento hay 217 personas encarceladas en los dos días
de violencia.
* * *
7 de mayo de 2006
La Jornada recibió cartas de ejidatarios
apresados. Estos son fragmentos de las misisvas enviadas desde el penal de
Santiaguito, estado de México:
“Forzaron las entradas de las casas de al
lado para acceder por las azoteas. Ya dentro, golpearon con toletes y armas a
los compañeros que se encontraban en los cuartos, inclusive a los que estaban heridos.
Con las mujeres cometieron bajezas, como bajarles el brassier y manosearles los
senos y sus partes íntimas. No pararon de golpearnos hasta subirnos a los
camiones. Algunos fuimos arrastrados escaleras abajo y pateados sin compasión
en el piso. [...] En los camiones empezaron las amenazas de muerte. Nos
percatamos de que los granaderos estaban drogados. Con las compañeras empezaron
las agresiones y el abuso sexual. [...]
* * *
8 de mayo de 2006
Consignadas, 189 personas por delincuencia
organizada
La Procuraduría General de Justicia del
Estado de México (PGJEM) consignó este domingo a las 189 personas que
permanecen detenidas por los operativos policiacos del 3 y 4 de mayo
pasados en Atenco y Texcoco, acusadas de delincuencia organizada, con lo que ninguno
de los encarcelados en el penal de Santiaguito podrá obtener su libertad en lo
inmediato, ya que este ilícito es considerado grave por el Código Penal
mexiquense. [...] La abogada Bárbara Zamora [...] calificó de infamiaacusar
de delincuencia organizada a personas que fueron sacadas con brutalidad de
sus casas.
* * *
Ciudadanas españolas dan cuenta de vejaciones
a manos de policías
María Sastres y Cristina Valls son dos
ciudadanas españolas que el pasado miércoles se encontraban en San Salvador
Atenco. [...] Deportadas, La Jornada las entrevistó en Barcelona. Se
dijeron ultrajadas y muy afectadas” por lo ocurrido en San Salvador
Atenco.
Cuando entró la policía al pueblo nos
tiraron de todo gases lacrimógenos, nos dispararon con balas y con todo. [...] Al
final una señora nos abrió la puerta de su casa y nos refugiamos unas ocho
personas. [...] Finalmente nos encontraron y nos agarraron; nos pusieron a
todos con la boca al suelo, nos taparon la cara con capuchas y nos ataron las
manos en el propio patio de la casa.
Las vejaciones más flagrantes se produjeron
cuando las subieron a un camión junto a varias decenas de personas: “Nos
metieron en un camión, donde nos empezaron a golpear todo el tiempo con las
porras y con patadas. Además de que nos insultaban muchísimo, a nosotras por
ser españolas nos llamaban etarras, putas y más cosas. Después nos cambiaron a
un camión más grande, donde pasaron lista a todos –creo que éramos 38– y nos
agredieron sexualmente a las mujeres”.
Sobre las vejaciones sexuales que sufrieron,
María Sastres cuenta: Nos hicieron de todo, y como estábamos encapuchadas
no veíamos quiénes eran; cuando mucho veíamos el suelo lleno de sangre y
escuchábamos los gritos de dolor de la gente. No quiero entrar en muchos
detalles sobre las agresiones sexuales, pero nos quitaron la ropa, nos la
rompieron, nos pasaban la mano muchos policías y prefiero ya no decir más
cosas. [...] Si intentábamos hablar con algún compañero nos pegaban, nos
volvían a insultar y se reían de nosotros.
* * *
9 de mayo de 2006
Violaron a varias chavas camino al penal
Desde Chile, deportada, en entrevista con
Blanche Petrich, la estudiante de cinematografía Valentina Palma denunció:
“Puedo decirlo con absoluta certeza: a varias
chavas arrestadas en Atenco, con las que compartí cerca de 12 horas de prisión
en Almoloyita, las habían violado durante el traslado del lugar de arresto al
penal. Más de cinco, sin duda.
“Las chavas que yo vi lloraban mucho; estaban
ensangrentadas, tenían la ropa desgarrada. Una llevaba los calzones rotos, la
entrepierna del pants de la otra estaba totalmente descosida. Nadie decía la
palabra violación, pero eso es natural. Las mujeres, cuando salen de un
episodio así, lo bloquean. Y no quisieron que las revisara el médico legista.
Una lo expresó así: ‘ya me metieron mano, no voy a abrirme de piernas para que
me esculque otro más’. Porque no había una doctora. Era un médico sin
sensibilidad y en extremo malhumorado”.
La estudiante del Centro de Capacitación
Cinematográfica narra su detención:
Nos llevaron a un costado de la iglesia,
donde ya había muchos detenidos, y nos obligaron a arrodillarnos. Nos seguían
golpeando. [...] Me robaron todo: documentos, mi material, la cámara. Luego nos
subieron a una camioneta. Me arrojaron sobre unos cuerpos ensangrentados. Uno
de los uniformados me ordenó que pusiera la cara contra el piso, pero había un
charco de sangre. Como me resistí aplastó mi cabeza con su bota. Ahí empezó el
abuso sexual. [...] Cuando llegaron al penal y los bajaron del autobús,
Valentina llevaba los pantalones a las rodillas y el cuerpo manchado de sangre,
propia y ajena. [...]
Al bajar de los camiones, “nos taparon la
cabeza y nos hicieron pasar entre dos hileras de policías que nos pateaban. Nos
separaron a hombres y mujeres. Ahí vi a una policía y me dije ‘gracias, al
fin’. Pero ella, apenas me vio, dijo: ‘déjenme a esta perra’, y me empezó a
golpear con las manos en los oídos. Cuando me ingresaron vi a las chavas con
los pantalones y la ropa interior rotos, llorando mucho. Éramos 25 o 30
mujeres, muchas en shock. Conozco esa reacción, la crisis después de
un episodio de violación. Al menos dos sufrieron violación con penetración,
aunque nadie pronunciaba esa palabra. Una contó que el hombre que la agredió le
ordenaba decirle ‘jinete’ y se burlaba”.
* * *
La Jornada y El Universal publicaron
en esos días una carta fechada el 13 de mayo de 2006, firmada por 2 mil 500
mujeres, de la cual se reproduce un extracto:
“Las 2 mil 500 mujeres que firmamos esta
carta: académicas, actrices, bailarinas, cineastas, diputada, diseñadoras,
escritoras, estudiantes, feministas, fotógrafas, médicas, diseñadoras, miembros
de ONG, museógrafas, músicas, pintoras, periodistas, profesionistas,
religiosas, restauradoras, etcétera:
“Expresamos nuestra indignación y horror ante
la violencia, los abusos sexuales y las violaciones ejercidos por las policías
estatal y federal contra las mujeres detenidas en Atenco el 3 y 4 de mayo.
[...]
“Son públicos los testimonios de Valentina
Palma, estudiante chilena ilegalmente expulsada; de Cristina Valls y de María
Sastres, ciudadanas españolas expulsadas. Las tres declaran que las manosearon,
abusaron, golpearon, insultaron y humillaron de todas las maneras. Es público
el testimonio de dos estudiantes, todavía detenidas, que refieren lo mismo.
Todas dicen que eso les pasó a todas las presas, que lo oyeron y las vieron
llegar al penal llorando y con la ropa desgarrada, contando lo que les pasó.
[...]
“Las autoridades han empezado a decir que se
trata de mentiras y propaganda y que como no hay denuncias no se puede
investigar. Pero “sí hay denuncias formales, hasta ahora 23 casos denunciados
más las tres expulsadas. [...] Estamos ante la violación tumultuaria por
personal policiaco en servicio. [...] No se trata aquí de que cada una de las
mujeres vejadas denuncie. Se trata de que se castigue a todos los responsables.
[...]
“Nosotras creemos el testimonio de las
mujeres violadas. Sabemos lo difícil que es denunciar, que faltan las palabras
para expresar lo vivido. Y sabemos que pueden recibir amenazas. Les ofrecemos
solidaridad, respeto y apoyo. [...]
Exigimos castigo a los responsables directos
y a sus mandos. Lo exigimos no sólo porque es claramente de justicia, sino
porque este creciente empleo del abuso sexual por la policía debe detenerse
cuanto antes. No podemos admitir que se vuelva habitual y las mujeres en México
tengamos que vivir con su amenaza, esa otra amenaza más.
* * *
Estas son las memorias. Atenco no se olvida.
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