Peña Nieto fue a vender
Pemex
María Teresa Jardí
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En el supuesto de que sea cierto que el asesino de Eduardo Moreira es un
acusado de delitos contra la salud al que le reclasifica un juez la acusación
lo anterior, el hecho por sì solo tendría que llevar a hacer un alto en el
camino por lo que toca a lo que sucede con el organismo impartidor de Justicia
en México y castigar implacablemente al juez si él es el responsable de la
excarcelación de ese asesino. O al ministerio público en su caso, si no estaba
bien integrada la acusación, lo que también es probable. O a ambos, porque el
juez, a fin de cuentas, puede allegarse las pruebas si quiere ser realmente un
impartidor de justicia.
Nada va a regresar la vida a Eduardo Moreira como nada va a regresar la vida de
los otros miles de asesinados por Calderón y su cuadrilla protegida que
encabeza García Luna. Nada va a restaurar la vida de los asesinados por la
permisiva entrada de los Kaibiles y hoy también de los Maras y aunque Funes
tenga razón y los segundos sean jóvenes sin oportunidades.
Maras son los que asesinaron a machetazos a cuatro miembros de una familia por
haber ido a visitar a otros miembros de su familia hace unos días. Y si bien
está por establecerse la responsabilidad social y gubernamental y yanqui en el
caso de los kaibiles y de los Zeta porque por ellos fueron entrenados como
brutales asesinos irrecuperables, también existe una enorme responsabilidad,
pendiente también de establecerse y de castigarse, por lo que toca a los que
los envían a ser convertidos en esos monstruos y por lo que toca a los que les
han abierto las puertas de un país como el nuestro, al que se le ha cancelado
la esperanza de recuperación de una vida mínímamente civilizada, sin correr el
riesgo de ser asesinados sus habitantes incluso sin salir a la calle, incluso
en el largo plazo.
Calderón quiere meterle otro gol a Peña Nieto, de común acuerdo con Peña,
porque como dice el dicho catalán, que les comparto traducido, sabios que son
los dichos: “donde no hay no puede manar” y Peña no tiene y lo ha dejado en
claro, también en la gira por Europa, en la que si acaso se le escuchó como a
un vendedor. Desafortunadamente para los mexicanos ni siquiera un vendedor de
ilusiones. Fue a vender Pemex y como vendedor se comportó. Ojalá y lo fuera de
ilusiones. Pero no. Con Peña no hay que hacerse ni la menor de las ilusiones
porque no tiene ni el cerebro necesario para rodearse de los mejores porque
para eso también se necesita inteligencia.
En las reuniones con Calderón lo primero que tendría que haber exigido Peña es
que el saliente no nombrara a los ministros de la Corte. Por elemental
inteligencia. Convertido ese órgano en un poder político los nombrados van a
responder al que los elige para ocupar ese cargo y con excepción de Pablo
Monroy, al que mandan de relleno, de los otros ya empiezan a salir sus vínculos
altamente conservadores para acabar de imponer una Corte fascista.
Esos son los detalles en los que se ponen de acuerdo, el que se va y el que le
sigue, cuando lo que priva es la inteligencia. Pero aquí ya se sabe que escasea
ese bien elemental, recibido por algunos humanos, que no todos, como queda
claro en la tragicomedia nacional que nos ha sido impuesta como condena por las
mafias políticas que controlan el poder a la mexicana, desde la llegada de los
neoliberales, que se saben acabados pero dan coletazos a nombre del imperio al
que sirven como si estuvieran recién llegados y no tuvieran sobre ellos la
sangre derramada del pueblo mexicano con la que se ahoga a México.
Y lo peor de todo es que no cabe esperar que aquí pronto se rehaga la mafia
política que ya no conserva ni la inteligencia más elemental.
El problema de la cancelación de la inteligencia es mundial. ¿No habría sido
mucho mejor para los “sesudos” que otorgan el Nóbel cancelar el mismo diciendo
que Europa necesita todo el dinero del mundo para rescatarse a sí misma? En
lugar de hacer el ridículo, por decir lo menos, ya se sabe lo devaluada que
está la entrega de esos premios, que no serían aceptados ya por los
galardonados si en el mundo la vergüenza no estuviera tan ejecutada como los
cien mil asesinados por Calderón y su favorito.
¿No habría sido mucho mejor cancelar esa entrega, que entregar, nada menos que
el Nóbel de la Paz, a la comunidad responsable de poner fin al bienestar:
mucho, poco o medio, que en Grecia tenían los griegos y en España los
españoles?
Está claro que la inteligencia no va al alza y que si se la sigue golpeando de
esta brutal manera, al final la humanidad caminará para atrás, de humanos a
primates, hasta llegar de nuevo a nuestros antepasados lejanos que
probablemente fueron los gecos.
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