Los indecisos
Por : Sergio Cortés Sánchez
Una respuesta socialmente correcta a
preguntas de intención de voto es del tipo: sí, por supuesto, ¡claro que
votaré! Es equiparable a la de lavarse las manos después de ir al baño;
cepillarse los dientes después de comer o pagar impuestos. Cuando se inquiere
la intención del voto del ciudadano, ya sea por autollenado de cédula, pregunta
cantada o boleta en urna simulada, la mayoría manifestará una intención del
voto determinada, y muy pocos no responderán o dirán que no tienen la costumbre
de votar. Los registros de participación electoral suelen ser menores a
los reportados en las encuestas de intención del voto, explicable en parte por
la naturaleza diferente de lo comparado (intención versus hecho), de
las fechas de aplicación de la encuesta y emisión del sufragio; por un probable
ocultamiento del voto; por los errores del muestreo y por la manipulación de
los resultados electorales.
Los ciudadanos que no reportan una intención
de voto a favor de alguno de los candidatos registrados suelen ser reasignados
para estimar la intención “efectiva” del voto. Una forma de reasignación es
suponiendo que el comportamiento electoral de los que no manifiestan intención
del voto es similar a la de los ciudadanos que sí la manifiestan; otra manera
es a través de un filtro, y para ello se hacen preguntas de control de
información electoral (fecha de los comicios; cargo a elegir; ubicación de la
casilla; distancia de la vivienda a la casilla; interés en las elecciones y
probabilidad de votar), de identidad política e ideológica (partido que lo
representa; ideología propia y de los partidos; valoración de partidos y
candidatos) y antecedentes de votación (comicios anteriores, elecciones
vecinales, gremiales y sindicales). Casi nunca se explicita el método usado
para la reasignación de los votos; solamente se indica que la votación es
“efectiva”, y eso quiere decir que ya no hay indecisos, ciudadanos que no
votan, que no manifiestan su intención del voto; que anularán su voto o
mencionaron a candidatos no registrados.
Los días 25 al 27 del pasado mes de mayo
aplicamos una encuesta telefónica a 432 ciudadanos radicados en el municipio de
Puebla y que disponen de credencial de elector; a la pregunta ¿por quién
votaría si la elección a presidente de la República fuera hoy?, 72 por ciento
manifestó una intención de voto por alguno de los cuatro candidatos, y 28 por
ciento no opinó o dijo que ninguno. Otra pregunta fue sobre el interés en las
elecciones: 74 por ciento manifestó mucho o algo de interés y 26 por ciento
dijo que poco o nada le interesaban; a la pregunta de probabilidad de sufragar
el próximo uno de julio, 87 por ciento dijo que era muy probable o probable; 12
por ciento reportó que era poco o nada probable y 1 por ciento no manifestó
opinión. Al cruzar información, no todos los que dicen que votarán lo harán ni
todos los que no manifiestan una preferencia quiere decir que no la tengan.
Para conocer el comportamiento electoral de
28 por ciento de los ciudadanos que no manifestaron una intención del voto
usaremos un filtro de voto potencial. A cada ciudadano le preguntamos si
votaría por cada uno de los cuatro candidatos; esta pregunta es el referente
del techo de aceptación de candidaturas, su potencial de crecimiento; las
opciones de respuestas son si votaría o no votaría y la suma es 100 por ciento.
De ese 28 por ciento que no manifestó intención del voto o dijo que por ninguna
de las candidaturas, 21.5 por ciento no votaría cuando se le preguntó sobre su
voto potencial; 2.7 por ciento reportó que votaría por alguno de los cuatro (y
los mencionó) en la pregunta de voto potencial y 3.6 por ciento manifestó que
tenía más de una opción por quién votar. Con este filtro, tenemos que el
ocultamiento del voto (2.7 por ciento) no se circunscribe a determina opción y
que los indecisos son apenas 3.6 por ciento. Su duda es por quién votar, no si
lo hará o no, es un voto informado y razonado, tiene más de una opción para
escoger y manifiesta vetos; es poco probable que todos los votos indecisos
puedan tener un solo destinatario, pero en una elección cerrada son la
diferencia entre ganar y perder. Quizá por eso Andrés Manuel López Obrador y
Enrique Peña Nieto se dirigieron, en el segundo debate de candidatos a la
presidencia de la República, a los ciudadanos que aun no asumen una decisión al
respecto o, teniéndola, puedan cambiarla.
La reasignación de indecisos con este filtro
no altera el orden de preferencias de intención del voto ni del voto potencial.
La distancia entre el primero y segundo lugar se mantiene en 20 puntos en el
municipio de Puebla; no hay lugar paraguerras sucias: los electores de López
Obrador son inmunes a la injuria, la calumnia y la difamación. En un escenario
en que la distancia entre los dos primeros lugares fuese menor a tres puntos
–que no es el caso en el municipio mencionado–, la coacción y compra del voto y
la alteración de los resultados podría revertir el orden de preferencias, y esa
parece ser la apuesta del PRI, que confía en la operación del gobernador para
inducir el voto; corromper a los representantes de casilla y alterar las actas
de votación. En el fraude electoral del año 2006 hubo una migración
administrada de votos del Partido Revolucionario Institucional hacia el PAN;
hoy puede ser a la inversa: alterar las actas y adjudicarle al PRI los votos del
Partido Acción Nacional, dejando intactos los de Andrés Manuel López Obrador.
Los mapaches acechan.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario