Los energéticos de la nación y el primero de
julio
Antonio Gershenson
La construcción de las industrias petrolera y
eléctrica de servicio público se dio a lo largo de más de medio siglo y desde
el gobierno de Lázaro Cárdenas. Está llena de intentos de entregarla a empresas
privadas, en especial extranjeras, de una u otra formas. Pero también de luchas
de quienes defendieron su carácter nacional y su papel como impulsoras de la
economía nacional.
A partir de la nacionalización petrolera se
cambió el artículo 27 de la Constitución. Ya antes decía que “la propiedad de
las tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional,
corresponde originariamente a la nación.
“La nación tendrá en todo tiempo el derecho
de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público
(…) Corresponde a la nación el dominio directo de todos los recursos naturales…
(incluyendo) el petróleo y todos los carburos de hidrógeno sólidos, líquidos o
gaseosos.”
Más adelante, se agrega que tratándose
del petróleo y de los carburos de hidrógeno sólidos, líquidos o gaseosos, no se
otorgarán concesiones ni subsistirán los que en su caso se hayan otorgado.
Esto, dado que la concesión era la forma de actividad de las empresas
extranjeras, la prohibió constitucionalmente.
Las empresas que antes dominaban las zonas
petroleras en México eran, cuando fueron expropiadas en 1938, trasnacionales
que actuaban conjuntamente. Se les llamaba Las siete hermanas. Los
gobiernos posteriores a Cárdenas negociaban el retorno de las hermanas.
Miguel Alemán estaba comprometido con el extranjero; pero las hermanas se
negaban a regresar si no se cambiaba el artículo 27 de la Constitución. Y eso
era algo que ni Alemán podía hacer.
Entonces se pactó con varias empresas
estadunidenses de las llamadas independientes, o sea, que no eran de las
hermanas. Pero además les dieron condiciones que representaban un gigantesco
regalo. Se regala a la empresa respectiva el 15 por ciento de la producción de
petróleo, que ellas mismas extraían y se llevaban, hasta por 25 años. Se les
pagan los gastos. Se les vuelve a comprar petróleo mexicano.
Se llamó a estos convenios contratos
riesgo que supuestamente corrían las pobrecitas empresas extranjeras. Pero
eran zonas ya exploradas y con reservas probadas; no había tal riesgo. A
mediados de 1952, Natalio Vázquez Pallares, que era presidente de la Comisión
del Petróleo de la Cámara de Diputados y cercano de Lázaro Cárdenas, logró
compilar la información de estos contratos y los publicó en 20 artículos en el
periódico El Popular.
En lo inmediato, ya no se pudieron firmar
nuevos contratos de riesgo. Pero tampoco se les anuló. En cambio, hacia finales
del gobierno de Ruiz Cortines, e iniciándose el de López Mateos, primero se
agregan al artículo 27, donde se prohíben las concesiones, los contratos,
siendo director de Pemex Jesús Reyes Heroles. Y se fue negociando la
terminación anticipada de esos contratos.
En cuanto a la industria eléctrica, Cárdenas
fundó la Comisión Federal de Electricidad (CFE), que se dedicó a electrificar y
a lo que las empresas privadas no hacían, tanto en localidades como en redes de
transmisión y distribución.
Después de numerosas luchas de organizaciones
sindicales de los trabajadores se nacionalizó la industria eléctrica, el 27 de
septiembre de 1960 y se agregó al mismo artículo 27: Corresponde
exclusivamente a la nación generar, conducir, transformar, distribuir y
abastecer energía eléctrica que tenga por objeto la prestación de servicio
público.
Durante años la industria nacionalizada
contribuyó al crecimiento de la economía del país. Pero cuando los tecnócratas,
cuando el llamado neoliberalismo llegó al poder, volvieron a privatizar la
industria de la energía en diferentes formas. Salinas de Gortari cambió la ley
para contradecir y violar el artículo 27 en materia eléctrica que acabamos de
mencionar, abriendo la puerta, sobre todo, a trasnacionales para generar
electricidad. Ya antes se volvió a extender el contratismo en esta misma
industria y en Pemex.
Los últimos gobiernos del PRI y los dos que
hubo del PAN siguieron esa línea. Por eso los candidatos presidenciales de
estos dos partidos la defienden y quieren hundir más al sector eléctrico y a
Pemex nacionales.
Sin embargo, si la izquierda, destacadamente
López Obrador como candidato, defendemos Pemex y la CFE como herramientas, como
medio de impulso del desarrollo nacional, no es una ocurrencia, sino
continuación de nuestra historia, como recuperación de conquistas logradas
durante años y como avance adicional que nuestro país necesita.
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