Los 132, The Guardian y
el miedo
Carlos Fazio
En la etapa, la inercia del
consenso político prefabricado y del borrón y cuenta nueva que quiso imponer el
bloque dominante vía campañas de saturación mediática desde principios de 2006,
hace aguas. La verdad monolítica, de estirpe maniquea y guerrerista que ha
buscado implantar Felipe Calderón, también. El terrorismo de Estado pro
oligárquico no logró el silenciamiento social. Losagentes del poder
violento que mediante el caos, la tortura sistemática, la desaparición forzada
y la ejecución sumaria extrajudicial quisieron lograr la sumisión y la
parálisis de la sociedad gobernada –bajo la fachada de una guerra a las
drogas– fracasaron. También los papagayos y cagatintas de los medios,
asalariados del poder real, y reproductores de la verdad oficial y la
ideología dominante.
La puntería del movimiento
estudiantil #YoSoy132, con su exigencia de juicio político a Calderón, Enrique
Peña Nieto y Elba Esther Gordillo, volvió a exhibir al régimen autoritario
encarnado por los partidos Acción Nacional y Revolucionario Institucional, en
tránsito hacia un pretendido Estado policial de tipo concentracionario. También
fue certero el señalamiento del duopolio de la televisión (Televisa y Tv
Azteca), como los principales instrumentos para la manipulación sicológica de
la sociedad. Y si el despertar estudiantil erosionó el mito del candidato
invencible y precipitó el regreso a una guerra sucia electoral
siempre latente contra el enemigo a exterminar: Andrés Manuel López
Obrador, las revelaciones del diario inglés The Guardian documentan
colusiones varias, demuestran que los poderosos nunca pueden dormir tranquilos
y dejan entrever fisuras en el bloque dominante.
En un sentido más profundo y
difuso, aflora en la coyuntura el movimiento pendular de la guerra a la paz y
de la paz a la guerra. Aunque siempre ha estado ahí, de la paz política del
falaz discurso massmediático regresamos, a la manera hobbesiana, a
una guerra de todos contra todos. Esa que oculta el enfrentamiento entre el
poder despótico y las diversas resistencias que se manifiestan en el territorio
nacional, desde las autonomías zapatistas en Chiapas, al valle de Juárez, en
Chihuahua, pasando por Atenco, Oaxaca, Cherán, la Normal Rural de Ayotzinapa,
el territorio sagrado de Wirikuta y otras latitudes del gran camposanto (Javier
Sicilia dixit) en que ha convertido al país Felipe Calderón.
No está de más recordar que la
guerra y el terror se diferencian de la política sólo por los medios, pero sin
abandonar los fines, que siguen siendo los mismos. Exhaustos de soportar el
miedo y el terror de la guerra de Calderón, para muchos mexicanos las
elecciones de julio son una opción para alcanzar una paz política que no se
muestra como lo que en verdad es: una tregua. En su esencia finalista, el cambio
verdaderodesafía al orden establecido. De allí que los que mandan –los señores
del dinero que ejercen el poder real–, recurrirán una y otra vez a la fuerza si
sus intereses se ven amenazados.
Como un continumm desde
la matanza de Tlatelolco y la guerra sucia de los años setenta,
pasando por el cerco militar de aniquilamiento contra el zapatismo en Chiapas,
el Estado oligárquico amenazado recurre hoy al terrorismo mediático. Lo hace a
través de tres mecanismos diferentes pero complementarios: la manipulación
sicológica de las masas a través de la propaganda; el adoctrinamiento
sicológico del personal de los órganos coercitivos del Estado y, en un tercer
nivel, mediante la selección y preparación de los diferentes cuerpos
especializados de la guerra antisubversiva, entre ellas, el adiestramiento
específico en las llamadas técnicas deinterrogatorio. El conocido tercer
grado de la Gestapo, es decir, la tortura.
Disociados en apariencia, todos
esos mecanismos están presentes en México. Incluida la tortura, y su punto
límite, la desaparición de personas. Todos, han sido identificados de alguna
manera por los integrantes del movimiento estudiantil #YoSoy132. Los
universitarios están haciendo la tarea. Descubrieron que no alcanza el grito
indignado, y están intentando comprender la magnitud y la naturaleza del
horror; el origen y la naturaleza del discurso que justifica la barbarie, para
decodificarlo y desmontarlo. Han identificado los mecanismos de una práctica
autoritaria que echa mano de individuos conformados en la llamada personalidad
autoritaria, prejuiciosa y conformista, que alude específicamente a una
irracional modalidad de manejo de los valores ideológicos, políticos y morales,
condicionada social y culturalmente.
La personalidad autoritaria
–propia de los torturadores del sistema y de los comunicadores que generan opinión
pública– trabaja para la malformación de la conciencia social. Sobre la base de
una profunda desinformación, la manipulación sicológica se encamina siempre
hacia la exacerbación de la ambivalencia, en particular en el terreno de los
fines y valores que movilizan a la persona. Paralelamente, se les ofrece a los
individuos una escala de valores falsa, irracional y prejuiciosa, que logra
imponerse en función de la minimizada capacidad crítica de las mayorías y con
base en la persistencia propagandística de una versión estereotipada de la
realidad.
Como en el torturado y en el
entorno de las víctimas de la carnicería calderonista, la guerra sucia mediática
electoral busca que el individuo viva en una constante tensión entre el miedo y
la resignación. El sujeto queda sometido a un mensaje de doble lazo. De un lado
la orden: No te metas, que busca la intimidación y la parálisis por el
terror. Del otro, lo intolerable del horror empuja al compromiso político y
ético. El silencio y el olvido son aliados o cómplices del terror. En un país
polarizado y torturado, la palabra engendra el esclarecimiento. Horizontalizar
el pensamiento crítico genera conciencia social y ayuda a erosionar el voto del
miedo. Ese es el gran aporte del movimiento #YoSoy132.
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