viernes, junio 22, 2012

El trabajo a largo plazo : María Teresa Jardí

María Teresa Jardí

El trabajo a largo plazo


El miedo se contagia y por eso las mafias políticas —que controlan el poder en México de manera cínica desde la llegada de los neoliberales y entre las que se encuentran el IFE, el TRIFE y los poderes fácticos— lograron imponer a un usurpador que además resultó un entreguista a manera de encubrir su personalidad asesina.



Es un hecho que los narcotraficantes en México están totalmente involucrados con la clase política y que son una realidad en el ámbito social.


Pero el hecho va más allá. Son una presencia total y modeladora, en cada estrato, de la conducta de los jóvenes a los que quieren llegar.


Se puede decir, sin mentir, que en cada cuadra del país existen puntos de venta al menudeo de las diversas drogas que, como decisión tomada por los controladores del poder, de manera clara desde Salinas, se impulsaron para convertir al mexicano en un pueblo de adictos. Así es como se impulsó la creación de la empresa del narcoestado que es hoy México. Convertida además en un desastre desde Fox y en criminal por Calderón. Puntos de venta al menudeo que facilitan el consumo y el enganche para otras actividades delictivas de los jóvenes. Una juventud sin esperanza de vida digna. La enfermedad se ha esparcido como manera de control de los pobres. Incluso, por poner un ejemplo, porque si de manera equilibrada se distribuyera la riqueza ningún rico impresentable podría hacerse una pirámide como búnker en medio de la selva como se ha hecho para esconder su miedo, a pesar de la impunidad de que goza, Roberto Hernández.


El cambio de los programas que AMLO haga para matizar el desequilibrio económico brutal que hoy existe, paliando la distancia abismal entre ricos y pobres, necesariamente tendría que incluir el contagio de la salud a través de la promoción del bienestar emocional y esto bien puede hacerse tomando como ejemplo la mercadotecnia de los narcotraficantes.


Un centro modesto en cada calle promotor de salud emocional a nivel familiar, donde se atienda a las víctimas reales del narcotráfico que son las familias de los jóvenes que se drogan. Madres y padres que no saben qué hacer y que ven con horror que el hijo grande ya consume drogas y que no tienen elementos para evitar que los hermanos no terminen de la misma manera.


Más allá de que también es un problema que afecta a los adultos y a las mujeres, que al igual que se convierten, porque se les niega el derecho a una vida digna, en ludópatas. Y Mérida al respecto es un buen ejemplo. Se adentran en el mundo de la evasión ante la falta de salidas y de apoyo para encontrarlas y ante la ausencia de entendimiento del sufrimiento diario que enfrentan y además en muchos casos no pueden ni contarlo porque está mal visto decir que se tiene un hijo adicto.


La frustración y desesperación es el cultivo perfecto al contagio de la enfermedad por parte del poder político.


El cambio de un país emocionalmente enfermo a uno sano tiene que darse a partir de la recuperación de ética. Lo que se puede promover y lograr con pequeños centros de salud en cada calle, en todas las colonia y en todos los estados.


Llenar el país con ellos para propiciar el cambio a través de la empatía ante el miedo, ante la carencia que despierta la desigualdad manifiesta, ante la frustración que degenera en la expresión de ira incontrolada contra el otro y el enojo interno ante la realidad de gobiernos incapaces de propiciar para los gobernados una vida digna. O peor aún de gobiernos impulsores de la indignidad como vida para el pueblo al que explotan y defraudan y roban en lugar de servirlo. Para luego cínicamente decir, como dice Felipe Calderón, “que se están matando entre ellos”.


No me refiero a institutos nacionales ni a programas dirigidos por vacas sagradas que ya se sabe que no funcionan al estilo de los “Centros Nueva Vida” creados por Calderón como “reivindicación”, imposible, ante el genocidio cometido, falsamente para el “combate a las adicciones”. Elefantes blancos con vacas sagradas para que no cambien las cosas. Usados simplemente para presumir como que se hizo lo que no se hizo. Una falsedad más con una derrama de dinero para “cuates” al estilo de las guarderías convertidas en negocio de las familias de las mafias desgobernantes.
Así como el miedo enferma y esparce la violencia como resultado, la salud también es contagiosa y puede esparcir ética en la sociedad.

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