¿Peligro para México?
Soledad Loaeza
Aparentemente el nuevo equipo de campaña
de Josefina Vázquez ha decidido recurrir al lema-advertencia Un peligro
para México –que en 2006 utilizó Felipe Calderón en la competencia contra
Andrés Manuel López Obrador– para denunciar los presuntos riesgos que
representa el candidato del PRI, Enrique Peña Nieto. Es sorprendente que los
panistas hayan optado por retomar una de las estrategias de campaña que hoy no
es tan nueva, y que fue de las más polémicas de la elección pasada, sobre todo
si tomamos en cuenta la reforma electoral de 2007, que tenía como objetivo
imponer límites a los excesos en que pueden caer los candidatos cuando hablan
de sus adversarios, y prevenir la calumnia o la difamación de los competidores.
Tengo la impresión de que la campaña panista está violando el espíritu de la
legislación electoral.
Es indiscutible que el
objetivo fundamental de la frase Un peligro para México es infundir
miedo, asustar a los votantes, en este caso, con el fantasma de una tremenda
crisis económica que derivaría del gasto público deficitario que identifican
con gobiernos del PRI. Ciertamente la perspectiva de una crisis económica de la
magnitud de las que sufrimos en 1976, en 1982 y en 1995 es aterradora. Pero
igualmente terrorífica es la perspectiva de otros 20 años de crecimiento
mediocre, eso sí magníficos equilibrios macroeconómicos, pese al deterioro de
las escuelas públicas, de los servicios de salud o, simplemente, de las
banquetas. Asusta, en efecto, el agravamiento de la pobreza y de la
desigualdad, o el empeoramiento de la seguridad pública. Para mí es un peligro
que se mantenga una política de gasto restrictiva, que ha tenido costos muy
elevados para el desarrollo social del país, incluso para el papel que
desempeña en los foros internacionales, donde nos hemos visto desplazados por
Brasil, por ejemplo. Es muy poco lo que México tiene que mostrar al mundo en
cuanto a logros; en cambio, son muchas las dificultades que ve el mundo en
México.
Hoy, la advertencia Un
peligro para México la verdad es que lo pone a uno a pensar: ¿qué político
no es un peligro para México? Dada nuestra experiencia de los últimos 24 años,
yo diría que no es ese un criterio que me ayude a discriminar entre nuestros
políticos, porque, da pena decirlo, pero he llegado a la conclusión de que
todos son un peligro para México y para el estado de ánimo de los mexicanos, y
por diferentes razones. Unos por emprendedores, otros por ambiciosos, muchos
por ignorantes, y todavía más por irresponsables, y todos por la inveterada
costumbre que tienen de violar la ley. Para ser justos tendríamos que reconocer
que los políticos, todos y en todo el mundo, son un peligro cuando no actúan
dentro del marco de las instituciones.
Nuestros políticos en
conjunto nos han hecho daño, por lo que han hecho o por lo que dejaron de
hacer. Vamos a preguntarle a Vicente Fox cómo ve –con la perspectiva del
tiempo– su propia pasividad frente a la actividad del crimen organizado. Un
peligro para México es un gobernador que concentra sus preocupaciones de
gobierno en el largo de la falda de las funcionarias de las oficinas públicas,
el que intenta modificar la política de planificación familiar –una de las más
exitosas de los últimos casi 40 años–. También es un peligro el presidente
municipal que se gasta los dineros públicos en la construcción de un estadio
que lleva su nombre o de una iglesia que lleva el nombre de su santo patrón,
porque en un contexto de recursos escasos está subordinando el gasto, digamos
en educación, a las exigencias de su propia popularidad, o a las del clero
local. Y así nos podemos seguir y armar una lista interminable de las
decisiones y conductas que han tomado políticos de todos los niveles y de todos
los partidos, que han puesto en juego los equilibrios presupuestales, la
seguridad pública, la educación de las futuras generaciones y muchos otros
objetivos que podemos englobar bajo los temas generales de prosperidad y
bienestar social.
De las campañas
electorales uno esperaría información acerca de los candidatos y de sus
programas de gobierno; y no únicamente la que cada uno de ellos –y no sólo los
presidenciales– puede dar de sí mismo, sino que también tendríamos que saber de
las críticas que se le han hecho, de las observaciones y de los señalamientos
que ha merecido a lo largo de su carrera política o administrativa. Por esa
razón, el capítulo de la reforma de 2007 que se refiere a la información
negativa no me gusta. Me parece que nos está restringiendo información que nos
ayudaría a tomar nuestra decisión respecto a por quién votar. Mientras más
información real tengamos de nuestros políticos, mayor será nuestra capacidad
para juzgar si representan o no un peligro. De todas formas, la advertencia me
parece excesiva y poco convincente. Ya la utilizaron contra López Obrador, cuya
estrategia daba pábulo a estas acusaciones que, de todas formas, también eran
excesivas en 2006; utilizar ahora la advertencia en relación con Peña Nieto
parece de plano choteo, porque nadie se parece menos al líder de Morena que el
muy atildadito candidato del PRI. Al aplicarles a ambos la misma
descalificación, la vacían de contenido, y también dan prueba de poca
imaginación.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario