¿Jefa de quién?
Adolfo Sánchez
Rebolledo
De nuevo están en campaña los alegres
muchachos del 2006, los que hicieron labores de plomería electoral para subir
en las encuestas al entonces candidato oficial Felipe Calderón. Son los duros y
probados expertos y publicistas, el círculo de lealtad que protege al
Presidente. Allí están Juan y Juan Ignacio, Germán, Max, Roberto, reforzados
por la Cocoa, el inefable Cordero sacrificado al altar de la
unidad y el otro Juan, el del Yunque, recién unido a la causa todavía en olor a
incienso papal, sin el cual el panismo real estaría incompleto. La escuadra
llega a remediar el desastroso inicio de Josefina, pero su misión es la de
salvar el legado calderonista (que es el suyo) por sobre todas las cosas.
Cuando las distracciones de
su equipo de campaña se encadenaron (la desbandada en el estadio Azul, el
desaire de Tres Marías, la inmadurez y falta de mundo de los asesores áureos),
Josefina dejó de sonreír y el Presidente supo que le había ganado la mano. El
golpe de timón, para usar la frase hecha de nuestros políticos, era inevitable.
Así, las banderas de la diferenciación josefinista se ahogaron en la cuna,
empujadas por los errores pero sobre todo por los rumores malévolos de quienes
ya pensaban en Margarita como aspirante sustituta. El chisme a plenitud. La malquerencia fraterna como
estado natural de las relaciones de poder dentro del partido que presume la
mayor democracia interna: Si no puede ganar la Presidencia, que al menos
no inicie la persecución contra nosotros, habría podido decir en los pasillos
alguna eminencia gris con capelo azul.
Si las oportunidades de
Josefina se reducían a ser diferente con respecto al gobierno actual,
ahora se buscará, para usar la expresión de moda, cambiar lapercepción reflejada
en las encuestas sin afectar al calderonismo, lo cual implica al menos dos
cosas: iniciar el golpeteo al estilo 2006 (con las limitaciones impuestas por
la ley) y trivializar las propuestas para mimetizarlas con los sentimientos de
las capasantipolíticas de la ciudadanía de clase media. Se ve que están
preocupados por la ventaja de Peña Nieto, pero también por la identidad de las
propuestas en temas estratégicos que no permiten diferenciarlos, lo cual abre
espacios a López Obrador para llenar el vacío propositivo con una propuesta
integral de reformas y la discusión acerca del país que queremos, que ni
Vázquez Mota ni Peña Nieto pueden impulsar.
Sin duda, Josefina y el
grupo que la asesora y dirige usarán todos los medios a su alcance para ganar,
pero no es absurdo suponer que, más allá de la retórica, están preparándose
para cruzar la tormenta sin desaparecer bajo las aguas. En otras palabras:
Calderón tratará de impedir que la oposición despoje al PAN de la Presidencia,
pero sabe, como lo sabe el país entero, cuál es el estado del arte en lo que
hace a los grandes intereses que ya han hecho su propia elección. Y en este
punto conviene no olvidar que la retórica electoral panista no anula el viejo
cálculo que ve en la consolidación del bipartidismo (PRI-PAN) la forma definitiva del
régimen político mexicano. La cuestión de cómo queda el panismo ante la
eventualidad de una victoria del PRI no es tema menor para un partido que en
realidad se siente cómodocogobernando con sus adversarios, con los cuales,
valga la reiteración, mantiene grandes coincidencias.
Para la izquierda (que
no por no pensar en la derrota como parte del escenario de posibilidades deja
pendiente el siguiente capítulo) esa forma de asumir el compromiso electoral
puede resultar extravagante, pero la derecha sabe muy bien qué quiere y qué no puede
aunque quiera. Por eso, sin perder tiempo los jefes de la campaña panista
solicitan un debate entre dos, excluyendo al tercero en discordia, dando por
supuesto que las encuestas de hoy no sufrirán cambios significativos de aquí en
adelante. Pero ese ninguneo a López Obrador es parte de la campaña, aunque de
alguna forma se tengan que falsear los datos. Las encuestas se usan no como
mediciones objetivas sino como instrumentos de propaganda. Así lo hizo el
Presidente en su ya famosa reunión con los empresarios y así lo repitió
Josefina cuando sin fundamento alguno dijoestamos a un dígito de distancia (de
Peña, claro).
Es obvio que los
panistas (incluyendo a la Presidencia) van a echar la casa por la ventana para
crear un producto mediático competitivo. Aunque queda poco tiempo para ello
disponen de enormes recursos. En eso están. De ahí las sorpresivas puntadas de
humor parroquial rebautizando al autobús para inducir otra percepción de la
candidata: La Jefa. Nadie habló de cambiar el mensaje, los
contenidos de la campaña, la ambigüedad que hasta hoy caracteriza los
compromisos de Josefina. La continuidad como estrategia se impuso bajo el velo
de la mercadotecnia. El propio Ramírez Acuña, veterano en estas lides, en nota
de La Jornada, dijo que los cambios pretenden generar una
percepción más ágil, juvenil y fresca de la candidata. Incluso sostuvo que
las decisiones asumidas el lunes nos permitirán presentar a Josefina ¡en
toda su grandeza y en todo su esplendor!. Pobre Josefina. Y ella que se creía
la dueña de sus actos.

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