miércoles, abril 04, 2012

Me quedo con la grisura : María Teresa Jardí


Me quedo con la grisura
María Teresa Jardí

Miguel de la Madrid pintaba para encarar la farsa populista del represor entreguista, también, aunque comparado con el actual usurpador Felipe Calderón, lo de Luis Echeverría Alvarez parezca juego de niños. Miguel de la Madrid hizo un intento por acabar con la corrupción policiaca dejada por su antecesor José López Portillo, quien, como regalo, puso en manos de su compadre Arturo Durazo la policía del Distrito Federal, iniciando, con ese impresentable antecesor de García Luna, aunque también el segundo lo sea a lo bestia, el desarme ético de esa institución que, hasta su presidencia, a su manera funcionaba al menos con la garantía que da el saber que, en el país donde vives, no es una regla el encierro en las mazmorras carcelarias de nadie, excepto por razones políticas, si no es el responsable de la comisión de aquello de lo que se acusa al que se encierra. Luego de dos gobiernos infames. El de Echeverría responsable de la aparición de la guerrilla urbana en México. Por orden de la CIA iniciando la baja en el nivel educativo que hoy a los mexicanos ya ha convertido en analfabetas e iniciador, de manera definitiva, de la corrupción presidencial convertida en regla de la aplicación del sistema político a la mexicana por Miguel Alemán. Miguel de la Madrid con su grisura a cuestas era un respiro de aire fresco. El Barapem, delincuencial grupo policiaco del Estado de México, con Miguel de la Madrid desapareció, o al menos mutó en algo menos visible, por cuanto a los asaltos, por ejemplo, de los trabajadores para robarles lo cobrado por el sudor de la semana trabajada cada viernes y lo mismo sucedió por lo que toca a los asaltos de usuarios del metro que logró bajar drásticamente.

De su casa en Francisco Sosa, en Coyoacán, a la que regresó a vivir cuando acabó su mandato, sí iban a salir, cuando era candidato y ya de presidente y por supuesto en cuanto volvió a convertirse en humano, los militares que lo cuidaban de manera discreta paran al que sale de su casa, dando paso, de manera educada a los ciudadanos que pasan tanto en coche como caminando. No se nos molestó nunca tampoco con llamadas no deseadas, como hacen de manera fundamental los panistas y los perredistas de manera irrespetuosa invitando a conocer alguna propuesta, mentirosa, claro está, en el caso de la panista. Y, el caso del PRD, me han llamado una vez preguntando si votaría por Mancera. Nunca he recibido, o no en esta última etapa, y en otras ni lo recuerdo, una llamada de los del PRI. Aunque es entendible, que si lo hacen, no lo hagan con los habitantes del Distrito Federal.
Conocí a Miguel de la Madrid en un cóctel de la Revista Nexos cuando ya no era presidente de México. Por cuestiones de puntualidad llegamos ambos a la hora fijada y como no había llegado nadie más estuvimos sentados juntos hablando por un rato. Le pregunté cómo llevaba lo de ya no ser presidente y volver a ser solamente persona y me dijo que se sentía muy orgulloso de poder caminar por la calle sin que nadie le escupiera.
Nunca más lo vi y mentiría si dijera que su muerte me causa ni siquiera un leve sobresalto. Me duele Jorge Carpizo. No Miguel de la Madrid, por supuesto. Pero al contrario de la mayoría creo que la grisura en un gobernante es mucho mejor que el protagonismo del cobarde que convierte en estado de sitio, todo, cuando se mueve y no se diga el lugar de destino como Calderón hace de manera vergonzosa, hasta para él, incapaz de controlar el miedo absoluto que le da el reconocerse genocida y el saberse despreciado hasta por su más cercana gente.
De la Madrid no estuvo a la altura de las circunstancias cuando el sismo que por un minuto nos llevó a los ciudadanos a tomar el poder en nuestras manos como señalara Monsiváis y se vio patético cuando, con absoluta falta de hombría, se desmintió a sí mismo por órdenes de Salinas, aunque de entrada, al criticar al sucesor que él eligió para continuar con la imposición del sistema neoliberal de la manera exigida por el imperio yanqui, De la Madrid no haya empezado por hacerse la necesaria autocrítica.


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