El debate necesario
John M. Ackerman
Los mexicanos merecemos un buen debate, plural y
enérgico, sobre el pasado y futuro de la nación. El mejor momento para
realizarlo es precisamente ahora, en el arranque de las campañas presidenciales
y en la antesala de la jornada electoral más grande en la historia. Extraña y
decepciona entonces que algunos actores busquen retornar a la época de las
pasarelas en lugar de construir escenarios para la confrontación de las ideas.
Se equivocan quienes sostienen que los
mexicanos no saben debatir, bien porque supuestamente rehúyen la confrontación
o bien porque su incivilidad política no permite un diálogo con
respeto. Muy por el contrario, el principal obstáculo al debate no viene del
pueblo, sino precisamente de los ilustrados que se niegan a bajar de
su pedestal.
El cuestionario divulgado a plana entera
el martes pasado constituye un perfecto botón de muestra. Pedro Aspe, Claudio
X. González, Luis Rubio, Jorge Castañeda, Héctor Aguilar Camín, Juan Ramón de
la Fuente, René Drucker y Sergio Aguayo, entre otros, cuentan con poderosas
redes de influencia que pudieron haber utilizado para generar espacios para un
verdadero intercambio plural de ideas. En lugar de ello, prefirieron
constituirse en un jurado de notables para aplicar un interrogatorio con
preguntas capciosas y sesgadas. Siguiendo el ejemplo del vicepresidente de
Estados Unidos, quien llamó a los candidatos, por separado, a dialogar en
un hotel de Polanco, y del papa Benedicto XVI, quien los convocó a misa en el
Parque Bicentenario de Silao, hoy los abajo-firmantes también quieren tener su
oportunidad para llamar al banquillo de los acusados a quienes buscan la silla
presidencial.
No nos confundamos. El cuestionario de los
intelectuales no es neutral ni desinteresado, sino ofrece una clara agenda
conservadora para la transformación del país. Algunos ejemplos:
¿Estaría de acuerdo en mantener al Ejército haciendo tareas de seguridad
pública mientras no haya policías capaces de cumplir adecuadamente esta
función? ¿Debería el gobierno tener una participación más activa en la
inversión en infraestructura, haciendo uso de la recientemente aprobada Ley de
Asociaciones Público-Privadas? ¿Estaría de acuerdo en promover la reforma
constitucional necesaria que permita la inversión privada minoritaria en Pemex
y CFE?
Los redactores aclaran que entre los
mismos firmantes existen diferentes respuestas. Sin embargo, donde hay consenso
es en la redacción de las preguntas, y es precisamente allí donde queda clara
la intencionalidad del esfuerzo. Por ejemplo, desde otra perspectiva se
pudieron haber formulado otras preguntas: ¿En cuanto tiempo se compromete a
retirar definitivamente a los militares de las calles y poner fin a la política
de encubrimiento e impunidad de las fuerzas de seguridad? ¿Estaría de acuerdo
con poner un alto a la corrupción y la captura del Estado por intereses
particulares por medio de la abrogación de la Ley de Asociaciones
Público-Privadas y una sólida defensa del artículo 27 constitucional?
Evidentemente los firmantes no estarían de
acuerdo con esta redacción alternativa. Con toda razón, tanto el PAN como el
PRI de inmediato propusieron utilizar las preguntas del desplegado para los
debates del IFE. Sorprende que figuras relacionadas con la izquierda política,
e incluso potenciales integrantes del gabinete de López Obrador, también
plasmaron sus firmas.
Mientras, el pasado miércoles, en una
sentencia (SUP-RAP-94/2012) que destaca por su pobre argumentación jurídica y
abierta parcialidad hacia el candidato presidencial del PRI, el TEPJF ha
prohibido al IFE convocar a más de dos debates, así como ratificado la decisión
del IFE de condicionar al consenso de todos los aspirantes su participación en
otros encuentros. Recordemos que en 2006 el IFE participó activamente en la
organización de dos debates adicionales, ninguno requerido por la ley, sin
haber primero recibido la venia o el consenso de los aspirantes presidenciales.
Hoy, sin embargo, la autoridad cambia de criterio y primero pedirá permiso al
candidato puntero antes de participar en la organización de ejercicios
adicionales.
Hasta la UNAM se ha sumado a la moda de
organizar pasarelas en lugar de debates. El rector José Narro ha anunciado que
la UNAM no es plaza pública y que se limitará a invitar a los
candidatos a exponer sus ideas de manera individual en un programa de Tv UNAM.
Así, en lugar de aprovechar la enorme creatividad, inteligencia y participación
de la comunidad universitaria, la máxima casa de estudios se contenta con
organizar otra pasarela televisada. De acuerdo con el rector, lo importante es
que los candidatos establezcan compromisos en lugar de recurrir
solamente a lemas y promesas. Sin embargo, el formato propuesto asegura
precisamente que la superficialidad sea la regla.
Incluso figuras tan destacadas y
respetadas como Carmen Aristegui han llegado a confundirse. La periodista no ha
dudado en fijar lugar, fecha y hora para la un debate semanal entre los
coordinadores generales de campaña. Pero no se ha atrevido a hacer lo mismo
para los candidatos presidenciales, contentándose con dejar la ventana
abierta para esa posibilidad.
Si de nadie surge la exigencia de que los
candidatos debatan más allá de los dos encuentros impuestos por la ley,
terminaremos ahogados en una eterna pasarela de espots y entrevistas que
solamente servirán para alimentar el abstencionismo y el desánimo ciudadano.
Eso beneficiará al candidato puntero a corto plazo, pero a la larga nos
llevaría a una situación grave si la ciudadanía empieza a retirar su apoyo al
sistema político en general.
Jorge Carpizo, constructor de
instituciones, académico brillante y colega generoso, in memoriam.
Twitter: @JohnMAckerman
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