México SA
Carlos Fernández-Vega
Argentina: detener el atraco
Repsol y el asalto a la nación
Modernizar y capitalizar
La presidenta argentina, Cristina Fernández de
Kirchner, está a punto de revertir una de las acciones más onerosas y oprobiosas
en contra del pueblo de aquella nación, emprendida dos décadas atrás por el
inefable Carlos Saúl Menem, el personaje que cedió (léase regaló),
entre tantas otras cosas, el control estratégico y el usufructo de los
hidrocarburos del Estado a la trasnacional española Repsol. La mandataria
regresará a su dueño original lo que nunca se debiódesincorporar (eufemismo
tecnócrata por privatizar), con lo que comenzará a detener 20 años de saqueo.
Mientras en México los prianistas insisten
en recorrer la fallida senda de la privatización petrolera (Chepina y Peña
Nieto ya adelantaron su oferta demodernizar y capitalizar –léase
privatizar– Petróleos Mexicanos), en Argentina vienen de regreso para enmendar
la desastrosa acción de Menem. Como publicó La Jornada en su
edición dominical, “la petrolera argentina YPF, con capital mayoritario de la
española Repsol –en la que Pemex tiene una participación accionaria
minoritaria– enfrenta una inminente intervención o nacionalización del gobierno
de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, bajo la acusación de provocar
una caída en las reservas en la producción de hidrocarburos por falta de
inversión y por destinar entre 80 y 90 por ciento de sus utilidades a ser
repartidas entre sus socios y no a la recapitalización de la empresa, según las
autoridades. YPF alentó la intervención del (gerente) rey Juan Carlos, quien el
primero de marzo cabildeó con la presidenta argentina en favor de la petrolera,
además de que la empresa ha interpuesto demandas contra al menos un gobierno
provincial por haberle retirado concesiones. Fuentes oficiales aseguraron en
Argentina al diario Página 12 que ‘no hay marcha atrás’ en
cuanto a que el gobierno tomará el control de la firma. Argentina ha realizado
millonarias importaciones de hidrocarburos, que ponen en riesgo las cuentas
fiscales y los programas sociales, según el gobierno”.
Pues bien, allá por el arranque de los 90,
en Argentina todo comenzó con el pretexto de modernizar y capitalizar las
empresas del Estado, es decir, el inicio de una devastadora acción
privatizadora. El entonces presidente Carlos Saúl Menem fue el principal
competidor latinoamericano de Carlos Salinas de Gortari en eso de desmantelar
el aparato productivo del Estado. Los mexicanos saben y padecen el resultado privatizador
(de CSG a Calderón), pero a los argentinos nada mejor les ha ido. Allá dan
vuelta en U, pero aquí insisten. ¿Cómo fue que el Estado argentinocedió sus
hidrocarburos a una trasnacional española? La Cepal documentó el proceso, no
sin concluir que la compra de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) de
Argentina por parte de Repsol fue una gigantesca operación de
concentración de poder cuasi monopólico no sólo en esa nación, sino a nivel
regional.
De acuerdo con el organismo especializado,
el proceso de venta de YPF quiso sustentarse en el pretexto de la modernización y capitalización de
la empresa, para lo cual se quemaron varias etapas hasta concretar la plena
propiedad para Repsol. En julio de 1993 Carlos Saúl Menem (inquilino de la Casa
Rosada de 1989 a 1999) autorizó la venta de 43.5 por ciento del paquete
accionario por 3 mil 40 millones de dólares en efectivo y mil 271 millones en
títulos de deuda pública, aunque en esta operación el gobierno de aquel
país asumió una deuda de la empresa por aproximadamente mil 800 millones de
dólares. En esa primera venta, el pastel accionario quedó repartido así:
gobierno, 20 por ciento más una acción de oro; estados provinciales, 12
por ciento; personal de YPF, 10 por ciento; sistema previsional, 12 por ciento,
y sector privado, 46 por ciento.
De 1993 a 1998 la estructura de la
tenencia accionaria se transformó, debido a que los jubilados, los trabajadores
de la empresa y los gobiernos provinciales vendieron poco a poco sus acciones
motivados tanto por los mejores precios de las acciones en el mercado bursátil
como por la urgencia de liquidez. Estas necesidades se originaron habida
cuenta del contexto recesivo de la economía argentina y las dificultades de
hallar empleo con posterioridad al segundo semestre de 1994, cuando los
ingresos por privatizaciones comenzaron a mermar y los efectos del Plan de
Convertibilidad (de la moneda) sobre el nivel de actividad empezó a ser
visible.
Para 1998 el reparto del pastel accionario
de YPF quedó así: gobierno, 20 por ciento, más acción de oro; estados
provinciales, 4.7; personal de YPF, 0.4, y sector privado, 74.9 por ciento (los
fondos privados extranjeros, de Estados Unidos mayoritariamente, 63.1 por
ciento; los inversionistas argentinos, 11.8 por ciento). A mediados de 1999
comienza la venta a Repsol. El gobierno argentino enajenó a esa trasnacional
14.99 por ciento de las acciones, por alrededor de 2 mil millones de dólares, y
la española (una petrolera sin petróleo en su país de origen) ofrece comprar
todas las acciones. Como regalo de despedida de mandato, Menem da prioridad a
Repsol y establece que si aparecieran otros postores por YPF deberían pagar 25
por ciento adicional, con respecto a lo ofrecido por Repsol, la cual termina
por adquirir 83.24 por ciento de la paraestatal en oferta. Así, el gobierno
argentino se quedó con su acción de oro, el personal de YPF con 0.4
(aunque tuvo que litigarlo en tribunales), el resto del sector privado con
1.37, y Repsol, con 98.23 por ciento.
Repsol recuperó rápidamente el gasto por
la compra de YPF, no hizo mayores inversiones y sus utilidades crecieron como
la espuma, la mayoría de ellas depositadas en su país de origen, España. Por su
parte, el gobierno argentino sólo vio cómo se desplomaban sus ingresos fiscales
y se consumían las reservas de hidrocarburos. Como apunta la Cepal, “las
reformas favorecieron más –absoluta y relativamente– al sector privado que al
Estado. Los productores privados de petróleo se vieron especialmente
beneficiados por la posibilidad de aumentar significativamente la explotación
de crudo a costo muy bajo, sobre la base de reservas descubiertas previamente
(con recursos públicos), con costos marginales inferiores al promedio por
tratarse de áreas centrales de gran productividad, recibiendo a cambio elevados
precios internacionales tanto para el crudo vendido en el mercado interno como
para el exportado. Además, la exploración se redujo sustancialmente, y sólo
exprimieron los pozos existentes.”
Las rebanadas del pastel
Allá dan marcha atrás, pero aquí insisten en vender el
dulce con el viejo pretexto demodernizar y capitalizar. Y, desde
luego, Repsol no es ajena a la campaña, en todos los sentidos del término.
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