miércoles, abril 04, 2012

Juan Ramón de la Fuente : Adiós a Jorge Carpizo



Adiós a Jorge Carpizo
Juan Ramón de la Fuente*

El viernes 30 de marzo al filo del mediodía, a los 67 años de edad, se fue, en forma por demás prematura, inesperada, una de las mejores conciencias del México contemporáneo. Un choque anafiláctico, previo a una cirugía relativamente sencilla, fue la causa de la muerte de Jorge Carpizo, según se ha informado.
Pero más que ocuparme de su muerte, en cierta forma absurda, me ocuparé de su vida, de su persona.
Estudioso del derecho, constitucionalista de gran prestigio, investigador prolífico, creador y director de instituciones, funcionario público de inobjetable probidad, universitario cabal, supo siempre esgrimir con rigor sus razones y defender con vehemencia sus verdades.
Jamás rehuyó el diálogo, el debate; nunca simuló sus posiciones. Imposible imaginarlo transigir con la farsa o la mentira. Polémico, sin duda; controvertido, por supuesto. Impensable resultaba para él eludir sus responsabilidades, sus compromisos, sus convicciones.
De carácter recio, acaso en momentos un tanto impulsivo, lo cual se compensaba con ese otro lado tan humano, generoso, solidario, que lo convertía en un muy buen amigo, siempre dispuesto a ayudar, a interceder.
Inteligente, contundente en su juicio, apartado de los lugares comunes, sabía ser, al mismo tiempo, un gran conversador y un agudo observador. Nada le pasaba inadvertido. Guardaba en su memoria, ordenadamente, hechos, dichos, personas, lugares y contextos, para evocarlos años después con asombrosa precisión y con humor o con solemnidad, según la circunstancia.

Su conciencia se forjó en el seno de una familia honorable, de cálida sencillez provinciana, interesada en la cultura, de una gastronomía exquisita, con valores y principios inmutables: la honradez, el trabajo, el valor de la amistad, del deber social. Esa misma conciencia se nutrió después en la Universidad, a imagen y semejanza de sus maestros, señaladamente Mario de la Cueva y Héctor Fix Zamudio; en la experiencia plural y diversa que ahí se vive cotidianamente desde siempre y para siempre.
Jorge Carpizo fue un gran rector. Enfrentó las crisis de su tiempo en la Universidad muy a su estilo. Con rectitud intachable puso el dedo en la llaga: Fortaleza y Debilidad de la UNAM es un clásico. Directo, como era él: “que los estudiantes estudien, que los profesores enseñen, que los investigadores investiguen, que los trabajadores trabajen, que los funcionarios funcionen, funcionemos”, agregaba como en broma, pero en serio.
Jorge Carpizo es el creador no sólo de una institución, sino de una conciencia nacional: la de los derechos humanos. Los mismos que hoy reivindican a las minorías, a las etnias, a los jóvenes y a las mujeres; a los que no tienen empleo, ni vivienda, ni salud; a los que no tuvieron acceso a la educación, a los que discrepan de la verdad oficial. Léase si no el último desplegado que encabezó en defensa del laicismo, tres días antes de su muerte.
México, con todos sus problemas y contradicciones, es mejor gracias a quienes como Jorge Carpizo le han entregado lo mejor de sí mismos sin pretender algo a cambio. Su familia y sus maestros, los que aún le sobreviven, están orgullosos de él; sus alumnos lo admiraban, sus amigos lo querían, sus adversarios lo respetaban.
Su obra escrita, lo que realmente importa, lo que va a quedar cuando nos vayamos, me decía hace apenas unos días, es original, vigente, oportuna.
Lamentablemente ha quedado inconclusa. Tenía todavía mucho que decir, mucho que hacer, mucho que escribir y que enseñar. Estoy cierto que sus discípulos y quienes colaboraban con él en su quehacer académico, que son muchos y muy buenos, tomarán la estafeta y habrán de darle a su obra continuidad en el tiempo.
En la Roma clásica, la muerte de los personajes ilustres se anunciaba con un “ha vivido”. Jorge Carpizo ha vivido. Lo vamos a extrañar.
* Ex rector de la UNAM


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