Julio Hernández
López
Astillero
Gatoprianismo
Pirinola cuatricolor
Lo grave, despilfarro de EPN
Gasto en anuncios y aviones
Hacer que todo se discuta para no discutir
nada. Circo callejero para tratar de definir al ganador del Pinocho de la
temporada, aunque a fin de cuentas los dos competidores sepan con toda
seguridad que cada cual tiene los méritos suficientes para alzarse con el
premio a la falsedad y la corrupción sexenalmente ejercidas. La profunda
batalla por la definición técnica de lo que es un puente y lo que es una
mentira (ingeniería filosófica electoral) deviene un ejercicio porril del
panismo contagiado de las ínfulas violentas de su máximo dirigente pinolero,
mientras el priísmo asume el impensado papel de víctima y promete (esta vez sin
notario que dé fe del compromiso) que no será causante de nacionales divisiones
(pues aspira a retomar este año su larga carrera de aritméticas sustracciones).
Peña Nieto ha hecho de
sus ofertas ante fedatarios un rosario de mentiras, de una manera parecida a la
que sus hoy impugnadores han practicado desde el gobierno federal: de las manos
limpias y la presidencia del empleo a la rapiña, la violencia
institucionalizada y la agudizada falta de fuentes de trabajo. Tanto miente el
que vivía en Toluca como el que lo hace en Los Pinos, pero lo que se busca es
concentrar la atención nacional en dos contendientes susceptibles de
entendimientos finales (a pesar del fragor de las reyertas necesarias del día)
y desplazar a la tercera opción que navega con bandera de amorosidad recientemente
revelada. La mesa de la verdadconvertida en telenovela de pasiones y
desenlaces previsibles, con los primeros actores (Madero, Gil, Joaquín
Coldwell, Videgaray) saliendo de sus foros, siempre bajo control, a las
eventualidades de la intemperie, corriendo riesgos de que la escenografía de
cada consorcio acabase dañando o aplastando al otro (los imponderables que se
deben aceptar si se lucha por instalar un bipartidismo de posteriores
comodidades compartidas).
Ganan todos, marca la
pirinola ahora cuatricolor (verde, rojo, blanco y azul): el PAN avanza en su
estrategia de golpear al puntero en la vulnerable franja de la credibilidad y
con ello, cueste lo que cueste, cree ayudar a su candidata, colocada a prudente
distancia de los estallidos y los sofocones, a remontar su largo decaimiento,
mientras el PRI logra zafarse en lo inmediato de la trampa tendida a partir del
incumplimiento de las promesas para contrapuntear acusando al panismo de
violencia grave y autovacunándose contra posteriores debates (un ex funcionario
del estado de México, Gerardo Ruiz Esparza, aseguró ayer mismo que de no
haberse conducido con prudencia el grupo tricolor frente a las agresiones
panistas podrían haberse producido cientos de muertes: si en diciembre de
2006 el PRI salvó a Calderón al apoyarlo en su toma de posesión, ahora cree
salvar las elecciones y la viabilidad institucional por no haber respondido a
lo que en términos generales sucede en momentos candentes de múltiples
reuniones y asambleas ajenas a los pasterizados modos priístas).
Y, sin embargo, lo que
en realidad importa no está en la inflada discusión sobre la credibilidad de un
mentiroso crónico que pretenden demostrar los personeros de un gobierno federal
igualmente mendaz y simulador. A fin de cuentas, el incumplimiento de las
promesas firmadas ante notarios públicos es materia específica de los
ciudadanos del estado de México que, haiga sido como haiga sido, permitieron la
continuidad del peñanietismo en la persona del afanoso Eruviel de las Chapitas,
que hacendosamente busca medio arreglar a la carrera parte del tiradero dejado
por el maniquí que ahora busca ser presidente de la República. Y, también a fin
de cuentas, el incumplimiento de promesas, firmadas o no ante notarios,
constituye también notoria parte del saldo del calderonismo trágico.
En realidad, lo que
puede afectar de manera trascendente al candidato presidencial priísta, y a los
sueños de bipartidismo sobrentendido, son los gastos de campaña de Peña Nieto,
pues según una auditoría ciudadana a la que ha convocado la campaña
presidencial de izquierda, por la vía de Ricardo Monreal, hay pruebas firmes
del despilfarro cometido por el partido de tres colores en un rubro, acaso uno
de los de menor cuantía económica en al presupuesto real del peñanietismo, el de
los anuncios espectaculares y otras formas de propaganda (paradores de
autobuses, promocionales en salas cinematográficas, por ejemplo). Otro renglón
altamente explosivo es el de la flotilla de aviones y helicópteros que usa el
candidato priísta para sus desplazamientos, no sólo en razón del costo usual de
esos servicios, sino incluso en cuanto a la propiedad real o disfrazada de esos
vehículos y de las vinculaciones empresariales y políticas que podrían saltar
mediante una investigación directa.
Mientras PAN y PRI
ensayan choques cuasipandilleros en un puente de Tlalnepantla, y discuten
respecto a interpretaciones de corte geopolítico, en otras latitudes,
demostrables físicamente, cuantificables por vía ocular, han sido cívicamente
recopiladas las evidencias de que Peña Nieto ha rebasado sus topes de gasto de
campaña en dos semanas, sólo tomando en cuenta estas pruebas que hoy dará a
conocer Monreal en una conferencia de prensa al mediodía. Ya se verá si el IFE
actúa con base en estos datos que le serán presentados formalmente, a sabiendas
de que si en este país resplandeciera la justicia, y las leyes fueran
obedecidas, a un partido que hubiera hecho tal gasto arrollador le
correspondería la pérdida de su registro.
Astillas
El IFE ha desoído a los gestores priístas
que buscaban que rápidamente fueran retirados los anuncios televisivos del PAN
que denuncian a Peña Nieto como mentiroso. Si algo duele a EPN es la difusión
en pantalla. Lo demás, le vale. En contraprestación, seguirán al aire los
promocionales de EPN con sus compromisos cumplidos... Y, mientras AMLO se
decide a dar a conocer la encuesta realizada por una gran firma internacional
en la que está en ruta de empate técnico con Peña Nieto, ¡hasta mañana!
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