domingo, febrero 05, 2012

La impune danza de los millones : María Teresa Jardí



La impune danza de los millones
María Teresa Jardí


A los mil treinta y cinco millones de pesos supuestamente devengados para pagar a los hacedores de un monumento horrible y sin significado ninguno para el pueblo mexicano, de un monumento que, en su caso, tendría como valor real el de cuatrocientos noventa y siete millones, se agregan, como pago, dice la nota que leí en un diario hace unos días, en época electoral y urgidos de dinero los que se disputan el control del país desde el poder, otros setenta y seis millones de pesos para engrosar los bolsillos de la clase empresarial-política o político-empresarial en esa danza de dinero tirado a la basura por quienes nos desgobiernan.
La impunidad, encubridora de la corrupción gubernamental, garantiza, incluso la necedad, si les tercia, de dejarse, para ser recordados, monumentos como el de “la estela de luz”, bautizada correctamente desde su inauguración, por parte del usurpador con absoluto sigilo, por la noche y a solas, actuando como los dictadores que se saben despreciados por el pueblo, como el monumento a la ignominia.
Un dineral tirado en un monumento destinado a tener como virtud única la de recordar a los mexicanos, mientras alguien no lo tumbe, la larga negra noche que ha significado el paso de la derecha panista por el gobierno federal de un Estado acabado de convertir en narcoestado, de una república a la se ha cancelado incluso la más formal de las democracias, de una nación donde el caciquismo está de regreso y de un país que ha dejado de ser soberano.


Lo que sucede en México molesta a los extranjeros indignados. Porque los dueños del planeta o los que se sienten dueños, sin serlo, están encantados y como decía ayer correctamente Manú Dornbierer en su colaboración publicada en nuestro diario, el inconcebible premio otorgado a Felipe Calderón en el Foro de Davos, fue un premio otorgado al entreguismo del usurpador mexicano.
Lo que deben reírse a sus espaldas, pensé yo, cuando leí la nota de la entrega del reconocimiento nada menos que como “estadista”. Se habrán reído a solas y en conjunto los que entregaron un reconocimiento de ese talante al que saben que usurpa y que ha convertido a México en un narcoestado, cementerio de migrantes, al que salta a la vista que realiza contra el pueblo que no lo eligiera como mandatario una limpia de pobres, al que encabeza un desgobierno federal donde la corrupción por parte de la clase empresarial y política aparejada lleva impresa la impunidad con letras de sangre en contra del pueblo.
Pero como a los mexicanos ya nada nos causa asombro, la danza de los millones tirados a la basura en el monumento a la ignominia no merece mayores acciones ni comentarios, en un país donde el fantasma del hambre pasa también como nota sin pena ni gloria, de lo que se va convirtiendo incluso en secundario ante las masacres cotidianas que desgarran al país entero, mientras los dirigentes de los partidos no se enteran de que, en general, lo único que despiertan es asco. Porque no se hagan ilusiones ni el PRD ni el PT de que el voto para AMLO es un voto por el partido, sino por la persona.
Y no es el único monumento a la ignominia, por cierto, la horrenda estela de oscuridad que define al fecalismo. En mi reciente viaje a Mérida observé a los Montejo encadenados. Otro monumento pagado por la derecha panista con el dinero escatimado a los servicios que al pueblo no se prestan. Pero dejado en el lugar por la derecha priísta, no hay que olvidarlo. Encadenados como la premonición de que sólo así puede mantenerse la ignominia de cara a agradar a la burguesía yucateca, frente al agravio que significa el recordatorio de la brutal conquista sufrida por el pueblo presente en la pobreza que no se cansa de denunciar el maestro Balam Pereira impera también en muchos lugares de Yucatán como afrenta.
Danza de millones por todos lados para unos cuantos. Mientras al pueblo pobre se le condena al pago incluso de los caprichos de los que todo lo tienen. No hay nada más caro que la pobreza. Tampoco hay mejor negocio para los ricos que el de la condena a los pobres a seguir para siempre siendo pobres.

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