viernes, junio 17, 2011

Julio Hernández López : Divinidad de justicia


Julio Hernández López


Divinidad de justicia

Cofradía de impunes

Onésimo-Salinas-Valls

Hankismo clerical

Podéis ir en paz, la transa ha terminado (al menos en esta instancia, a reserva del resultado posterior de la anunciación, ya hecha, de un recurso opositor ante las alturas judiciales). Divinidad de justicia, la mexicana: Onésimo, el obispo de la opción preferencial por los millones (obviamente, de dólares), libra las acechanzas de la malignidad litigante que pretendía arrebatarle el esforzado fruto de su esfuerzo, es decir, no las limosnas y las contribuciones eclesiales en sí, sino la colección de arte que el ex corredor de bolsa, entonces compañero del joven Carlos Slim Helú, logró transferir de las agónicas manos de una rica anciana a las propias de ese suertudo jefe de la feligresía católica de Ecatepec que para justificar las presuntas transacciones dolientes hubo de soltar la tesis exculpatoria de que había hecho un etéreo préstamo por 130 millones de dólares (¿salidos de dónde?), que en triangulación celestial acabaron dándole en propiedad las obras de arte que son motivo del pleito que en principio un juez consideró adverso al obispo de la gran vida, por lo cual debería habérsele girado una orden de aprehensión que en una primera etapa fue frenada porque providencialmente al inminente reo le llegó una oportuna afección cardiaca que lo recluyó en una habitación de lujo de un hotel de primer nivel del que el bendito coleccionista salió cuando ya no había peligro, para reintegrarse a su cotidianidad de cinco estrellas en la que ayer fue informado del milagroso resolutivo de dos magistrados contra uno que echaron atrás la pretensión de encarcelarlo y lo fortalecen en la apropiación del arte ahora sí ya penalmente a salvo (salvo lo que digan las alturas). ¡Uf!


Pero he ahí que tan bonita historia del triunfo del bien sobre el mal (es decir, del buen arreglo de elite para emitir una mala resolución judicial) se ha topado no nada más con la explicable resistencia de los abogados de la parte afectada, sino incluso con la exhibición de penosas escenas de procacidad política, judicial y religiosa, que hacen pensar en perversiones y retorcimientos de la balanza presuntamente justiciera para servir a los intereses mundanos representados en el famoso banquete chiapaneco de diciembre del año pasado donde el ministro de la Suprema, siempre Corta de Justicia, Sergio Valls, se permitió congregar en festejo cumpleañero a personajes tan polémicos como el diablillo de moda que mete la cola en todo lugar donde puede, el lic. Salinas de G., y el obispo Cepeda que siempre está presente en las fiestas de más alto nivel, llevando el mensaje del Cristo salvador a todos aquellos que por sus excesos de dinero, poder, fama o ambición necesitaren de esa presencia reconfortante.

El ministro Valls, a quien el abogado Xavier Olea acusa abiertamente de haber influido para que los magistrados ayudaran a Onésimo, es un personaje de múltiples relaciones políticas, sobre todo con el priísmo del que ha formado parte. Llegó a la Corte gracias a la influencia de Carlos Salinas de Gortari y Diego Fernández de Cevallos y tuvo un papel relevante en el tejido que llevó a la liberación de Raúl, el hermano nuevamente cómodo. Sólo por dar un ejemplo de esas relaciones, léase lo que el reportero Jorge Carrasco publicó en 2009, en el número 1725 de la revista Proceso: “El consuegro de Valls, Marco Antonio Lezama Moo, es el subprocurador de Justicia de la zona centro de la Procuraduría General de Justicia de Veracruz, en el gobierno de Fidel Herrera Beltrán, otro político cercano a Salinas. Valls Hernández y Lezama Moo emparentaron en mayo de 2007, cuando se casaron sus hijos en Cuernavaca. En la fiesta estuvieron Carlos Salinas, Diego Fernández y Peña Nieto. La misa la ofició el obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda, según una crónica de El Sol de México”.
No hay que ir tan lejos para tener constancia de la pasión por los poderosos que abrasa al obispo coleccionista de arte, y de millones de dólares sin registro concebido. Apenas hace unos días que se dio a la tarea de redactar letras de apoyo para el entonces preso Jorge Hank Rhon, a quien extendió una especie de carta episcopal de buena conducta (“Te he conocido como un hombre de ley, que además de cumplir su trabajo ha sido generoso con aquellos que lo han necesitado, me incluyo porque colaboraste para ayudar al pueblo de Ecatepec”). El obispo de Mexicali, José Isidro Guerrero, y el arzobispo asentado en Tijuana, Rafael Romo Muñoz, también expresaron por escrito su solidaridad para con el dueño del Grupo Caliente.

Ahora, en sintonía con su defendido Hank Rhon, y con similares ejes actuantes de poder (Salinas-Peña Nieto), el obispo Cepeda ha ganado una muy sintomática batalla. Es como si los poderosos se empeñaran en demostrar al resto de los mexicanos el tamaño de la impunidad que se puede conseguir o comprar. En Tijuana, en Mexicali y en Los Pinos lo único que hay es silencio respecto a hechos que en otras circunstancias habrían sido causa de despidos, castigos e incluso sanciones oficiales. Nadie se hace responsable por la aparición en un domicilio particular de miles de cartuchos y 88 armas, dos de ellas presuntamente relacionadas con homicidios, y nadie da la cara por el descompuesto lance de venganza de última hora que el gobierno estatal escenificó pretendiendo enredar al priísta xoloitzcuintle en el asesinato de una joven, en un patético intento final de mantener en la cárcel al negativamente emblemático Hank Rhon. Tampoco hay quien explique de dónde sacó el obispo Cepeda tantos millones de dólares para un presunto préstamo ni cuál fue y es la situación fiscal correspondiente a ese movimiento de dinero. A fin de cuentas, lo que importa es tener las relaciones de poder que permitan seguir disfrutando de esa justicia mexicana que es una preciosura, una auténtica divinidad.

Y, mientras el rector Narro se deshace en agradecimientos a Ernesto Cordero porque éste hizo el honor de visitar la UNAM, ¡feliz fin de semana!

Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
Astillero

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