jueves, agosto 12, 2010

Guillermo Fabela Quiñones : Sin cara para hacer reclamos

Sin cara para hacer reclamos
Por Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes…


Mientras existan en México las condiciones socioeconómicas que hacen prevalecer la injusticia social y la impunidad sobre el Estado de Derecho, de muy poco servirán los diálogos por la seguridad. Esto hay que decirlo cuantas veces sean necesarias, para que la sociedad no se confunda sobre las causas profundas que han conducido al país al callejón sin salida en que nos encontramos. Es falso que el crimen organizado sea el causante de la violencia que se ha enseñoreado de buena parte del territorio nacional, como lo quiere hacer creer Felipe Calderón. El fenómeno obedece a un deterioro imparable de las instituciones por el cinismo de las elites, su voracidad insaciable y su falta total de compromiso con la sociedad nacional.

México es un país a la deriva por el tanto abuso de las elites, no de ahora sino de hace muchas décadas atrás, a partir de que el régimen de la Revolución Mexicana se desentendió de la solución impostergable a los problemas sociales que se iban acumulando, gracias a que por otro lado se abrían oportunidades a miles de ciudadanos antes rechazados por un sistema feudal. Durante el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas, se lograron equilibrios que ampliaron las posibilidades de crecimiento de la economía, al mismo tiempo que se creaban instituciones públicas que ensanchaban la participación ciudadana. Sin embargo, para nuestra desgracia, al finalizar el sexenio comenzó un proceso de regresión política que puso fin a esos necesarios equilibrios.

Ahora Calderón pretende culpar a otros del fracaso de su administración en el combate al crimen organizado, cuando este problema no es más que la consecuencia de una estrategia fallida en la implementación de políticas públicas con una visión equivocada. Mientras se antepongan intereses particulares a los de la sociedad en su conjunto, la descomposición del Estado seguirá avanzando y profundizándose, y lo que será mera percepción son los supuestos avances en la solución de graves problemas estructurales, como la pobreza, la marginación y el aumento de la violencia.
Desde luego, a los partidos les toca parte de la responsabilidad porque tampoco han cumplido el rol que les corresponde en la defensa de los intereses fundamentales de la nación. Han actuado como cómplices a modo, de un régimen que sólo ha contribuido a una mayor profundización de la crisis estructural en que nos encontramos, sin que existan condiciones para superarla. Por eso Calderón comete un error político más, al acusar a los partidos de oposición de que no lo han apoyado, cuando es un hecho que por apoyarlo hasta la ignominia, como ha sido el caso del PRI y el PRD de “Los Chuchos”, México se ha hundido cada vez más en el pantano del cinismo y la insolvencia moral, principal causa del rompimiento tan grave del tejido social.
Esta realidad, que ahora nos agobia y avergüenza, es consecuencia de dicha complicidad. Ninguno de los actores políticos involucrados tiene cara para hacer reclamos o lanzar acusaciones. Todos por igual son culpables, desde el momento en que antepusieron sus intereses particulares a los de la nación, y considerar que las cosas no iban a tomar un rumbo tan crítico como el que siguió el país a partir de que se consumó un fraude electoral comparable a un golpe de Estado, situación similar a la que se vivió en 1988, cuando se impuso por la fuerza un gobierno espurio, que puso fin a los anhelos de cambio de una población humillada y ofendida por los tecnócratas que se hicieron del poder con Carlos Salinas de Gortari al frente.
La partidocracia, que tan cara nos ha costado a los mexicanos, tomó carta de naturalización para servir a la oligarquía, con las consecuencias que ahora estamos pagando. Se crearon condiciones muy favorables a una descomposición social acelerada, de las cuales se aprovechó el crimen organizado de la manera más natural y hasta obvia. Si la cúpula de la clase política llegó exclusivamente para aprovecharse de las circunstancias, no había razón para evitar que hiciera lo mismo la cúpula de las organizaciones delictivas.
El país ha sido visto como un botín muy apetecible que está a la mano de quienes tengan menos escrúpulos y dedos más largos. ¿Por qué no iban a actuar del mismo modo las bandas del crimen organizado? Lo ilógico sería lo contrario, equivalente a que un antro plagado de viciosos y depravados fuera administrado por monjes virtuosos. Esto sería un absurdo, igual que lo sería que en la realidad actual, no existieran organizaciones delictivas como las que pululan por todo el territorio nacional.
De ahí la inutilidad de los llamados “Diálogos por la Seguridad”, reuniones mediáticas que no llegarán a ningún fin, ni siquiera al buscado de ocultar las causas profundas del flagelo y hacer creer a la ciudadanía que la extrema violencia que vive el país es una mera cuestión perceptiva.
¡Vaya manera de quererse zafar de una realidad que nos está carcomiendo y nos llevó a ser un Estado fallido!
(gmofavela2010@hotmail.com)

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