viernes, octubre 02, 2009

La debilidad y el “valemadrismo”, Guillermo Fabela Quiñones escribió este artículo



La debilidad y el “valemadrismo”
2009-10-02


Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes

Según Felipe Calderón, la debilidad institucional es el mayor obstáculo para enfrentar a los secuestradores. Claro que le asiste la razón, pues en un país donde el Estado de Derecho tiene vigencia, la delincuencia no tiene asideros para reproducirse, tal como sucede en México. Al clausurar el foro “Víctimas del secuestro”, puntualizó que “ya es tiempo de abrir un debate a fondo y en serio” para incorporar al marco legal el derecho de las víctimas, “que aún no existe”. Allí mismo escuchó nuevamente decir a Nelson Vargas que las autoridades “están envueltas en burocracia y corrupción”, lo que genera una total impunidad. Concluyó diciendo que a las autoridades “las envuelve el valemadrismo”.


Lo que no preguntó Calderón es porqué se da dicho fenómeno, el de la debilidad institucional, quizá porque sabe muy bien la respuesta. Es obvio que si tuviéramos un gobierno legítimamente constituido, respetuoso del Estado de Derecho, consciente de las obligaciones que tienen los gobernantes para con los gobernados, en primer lugar garantizar condiciones de una sana convivencia y de seguridad colectiva, seguramente esa debilidad no existiría. El problema existe y se reproduce a niveles dramáticos, como los que observamos todos los días, porque no se dan ninguna de las anteriores premisas.
Y si en la actualidad el flagelo de los secuestros es un problema grave, lo es porque existen además condiciones sociales que son un eficaz caldo de cultivo. Las mencionó someramente Nelson Vargas, y también se refirió a ellas el empresario Alejandro Martí, ambos víctimas de secuestradores. En efecto, como lo afirmó este último, “nos tocó vivir en un país donde los niveles de impunidad son verdaderamente altos”, y si a esto agregamos la enorme corrupción que distingue al aparato judicial mexicano, tendremos entonces una realidad donde la delincuencia organizada opera a sus anchas.
Cualquier observador atento sabe que el secuestro se convirtió en una “industria” a partir de que comenzó el desbarajuste económico en el sexenio de Miguel de la Madrid, al iniciarse el proceso de vertiginoso enriquecimiento de unos cuantos y el igualmente acelerado empobrecimiento de un amplio número de mexicanos. Aquellos se volvieron piezas apetecibles de caza para los secuestradores, surgidos del mundo del hampa y del lumpen que se fue formando en el vasto ejército de reserva de los desempleados. Así, el Estado mexicano se fue degradando, hasta llegar a lo que es hoy, un remedo de instituciones que sólo sirven para “legitimar” un estado de cosas deplorable en todos los órdenes.
Lo más dramático de esta realidad es que se quiere agravar aún más, como lo demuestra el afán irrefrenable de Calderón en profundizar un modelo neoliberal caduco, inmoral y depredador, causante en buena medida de nuestros actuales problemas, entre ellos la “industria” del secuestro. A la oligarquía no le interesa, ni a Calderón tampoco, la ecuación que indica que a mayor pobreza equivalen mayores males sociales. Así lo demuestra la urgencia de que se apruebe un paquete fiscal criminal, que de aprobarse traerá muy graves consecuencias, de las que ni la propia oligarquía podrá salvarse aun cuando viviera en fortalezas inviolables.
El propio Calderón reconoce que “la debilidad es tal que quien manda no es el alcalde, ni el comandante de la policía, es el criminal y es ése quien decide a quién se le cobra, a quién se secuestra y a quién se mata”. Fácilmente puede completarse este diagnóstico señalando que quien manda en el país no es tampoco el presidente de la República, sino un buró oculto de notables que deciden cuándo y cómo fregar a la sociedad mayoritaria, como lo ejemplifica el nefasto paquete fiscal recaudatorio que empobrecerá aún más al país y nos alejará de una indispensable recuperación económica en el 2010. En cambio, nos acercará todavía más al precipicio del estallido social y de la total bancarrota económica.
No hay que olvidar que la delincuencia está cada día más y mejor organizada porque el Estado mexicano no sólo es una entidad política fallida, sino altamente proclive a la formación de grandes organizaciones delincuenciales, porque el mal ejemplo se da en las altas esferas del poder, como se vio a partir del sexenio de Carlos Salinas de Gortari. En consecuencia, es cierto que la debilidad institucional es un serio obstáculo para enfrentar no sólo el secuestro, sino toda la podredumbre adherida al poder.
gmofavela@hotmail.com

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