Violencia e irrealidad
Editorial del diario la jornada
De visita en el Reino Unido, como parte de la gira que
realiza por Europa, Enrique Peña Nieto pretendió minimizar la catástrofe que
enfrenta nuestro país en materia de seguridad pública, al afirmar que la imagen
y proyección de México ante el mundo por el problema de la violencia es
quizá peor de la que realmente se vive.
De esa forma, el político mexiquense retomó el alegato de
la administración federal en turno de que la actual crisis de seguridad es
principalmente un problema de percepción. Tal declaración es
desafortunada, porque orilla a inferir que el gobierno que asumirá funciones a
partir del primero de diciembre no sólo dará continuidad al diagnóstico
equivocado del calderonismo en materia de criminalidad, lo que mina la
perspectiva expresada por el priísta de variar la estrategia.
Lo cierto es que la visión cosmética de la realidad ha
constituido, en el actual ciclo de gobierno, un lastre fundamental para atender
los clamores ciudadanos de paz, contención del baño de sangre en curso y
combate a la criminalidad con base en una estrategia inteligente, responsable y
respetuosa de los derechos humanos y de las garantías de la población.
Por otra parte, parece un tanto ingenuo que el presidente
electo difunda en el extranjero una versión edulcorada de la situación
nacional, como si ésta no fuera reportada e informada por los distintos cuerpos
diplomáticos acreditados en México a sus respectivos gobiernos, y como si los
medios de comunicación y los organismos humanitarios internacionales no
hubiesen dado cuenta, a lo largo de los recientes años, de la cuota diaria de
asesinatos y levantones, de la zozobra social, del deterioro institucional
que padecen las dependencias supuestamente encargadas de salvaguardar la
legalidad y de la pérdida de control del Estado en varias franjas del país.
En cambio, el intento de Peña Nieto por minimizar el
clima de violencia, inseguridad y descomposición que afecta al país proyecta,
ante el conjunto de sus interlocutores internacionales, una imagen de poca
seriedad y devalúa, por tanto, la investidura que aspira a asumir el
mexiquense.
Para atender el problema de la delincuencia desbordada en
el país se requiere, como primer paso, el reconocimiento sin regateos de una
realidad que ha sido ampliamente documentada por las cifras del propio
gobierno, por los reportes de los medios de comunicación y de múltiples
organismos internacionales.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario