Casa de citas
Por: Redacción de:
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El mensaje del Presidente con motivo de su Sexto Informe de Gobierno pintó un sexenio maravilloso para el país y un México que, de acuerdo con el propio Felipe Calderón Hinojosa, tiene ya bases sólidas para cosechar grandes resultados en el futuro próximo. En cada tema tocado por Calderón Hinojosa se destacaron éxitos históricos: que si la cobertura universal en salud, que si los miles de kilómetros de carreteras modernizados dan para llegar del Polo Norte al Polo Sur, que si la democracia es más fuerte que hace seis años, que si la libertad de expresión es ejemplar. Sin embargo, al mismo tiempo que el Presidente pronunciaba su discurso, miles de mexicanos le reclamaban por la Internet, en las redes sociales, las grandes afrentas que hereda su sexenio y de las cuales no dijo una sola palabra. En Twitter, el hashtag #CalderónMiente se convirtió en trending topic o tema importante del día, debido a la gran cantidad de comentarios que acumuló durante todo el lunes. Los usuarios le reclamaron a Calderón principalmente el tema de la guerra y lo acusaron de ocultar las cifras negras de ese conflicto en su sexenio. Él, en cambio, defendió en su mensaje la actuación del Ejército y la Marina, y descartó las acusaciones sobre violaciones a los derechos humanos que pesan sobre esas dependencias. “Por casos aislados”, destacó, no se puede juzgar a las instituciones. Encima, aseguró, en Ciudad Juárez se ha reducido 77% el número de asesinatos desde su punto más alto.
Pero para las víctimas y sus deudos no hubo menciones… ni una sola. De acuerdo con diversas ONG’s, la cifra extraoficial de muertos por el conflicto armado en México asciende a más de 80 mil. Algunos presidentes municipales han mencionado 250 mil. Se habla también de 40 mil desaparecidos, sin que hasta ahora se haya dado respuesta a las exigencias de los deudos que, en repetidas ocasiones, le han pedido al Presidente un Banco Nacional de Datos de ADN; tampoco hay registros centralizados de desaparecidos y cadáveres para cruzar información. Y lo peor: en todo el país, prácticamente a diario, se da cuenta de los hallazgos de cadáveres en fosas comunes y clandestinas. Para aumentar el drama, la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) reportó, en octubre de 2011, que se contabilizaban mil 400 niños ejecutados. FCH tampoco mencionó el caso de los niños huérfanos por la guerra, que según esas organizaciones civiles asciende a unos 20 mil. Además, de acuerdo con un estudio de Fidel López García, académico del Instituto José María Luis Mora y consultor de la Organización de las Naciones Unidas en el tema de los desplazados, un millón 600 mil mexicanos se han visto obligados a abandonar sus casas sobre todo en Chihuahua, Tamaulipas, Sinaloa, Coahuila, Durango, Baja California, Nuevo León, Michoacán, Guerrero y Veracruz. Por si fuera poco, y al amparo de la impunidad, la Comisión Especial para Conocer y Dar Seguimiento Puntual y Exhaustivo a las Acciones que han Emprendido las Autoridades Competentes en Relación a los Feminicidios Registrados en México, misma que depende de la Cámara de Diputados, planteó que de diciembre de 2006 a enero de 2012, al menos 4 mil 419 mujeres y niñas han sido víctimas de feminicidio u homicidio doloso en 17 entidades de la República Mexicana. En cualquier otra democracia, aun la más endeble del mundo, estas cifras merecerían que el mandatario en turno diera la cara, ofreciera las explicaciones del caso e, incluso, hubiera sido cesado terminantemente e incluso, si diera lugar, hasta legalmente juzgado. Pero acá no, en el México de Calderón eso no pasa. Acá todas esas cifras que heredan dolor y angustia para muchas generaciones ni siquiera fueron dignas de mencionarse en su despedida sexenal. De una disculpa pública, ni hablamos. De una aceptación de fracaso, menos. El 23 de agosto pasado, en un editorial, el periódico francés Le Monde criticó fuertemente la estrategia militar emprendida, sin consulta y análisis de por medio, por Felipe Calderón. “México, la espiral de la barbarie”, lo tituló. En el texto calificó la violencia en el país como una “verdadera hecatombe” y como el “conflicto más mortífero del planeta durante los últimos años”. Esa es la herencia del sexenio calderonista. Es el recuerdo más vívido que marcará su administración, por más maravillas que describiera el mandatario en su mensaje de adiós y bienvenida para el nuevo gobierno en México.
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